Friday, August 21, 2015

capitulo 14

— ¿Por qué luchar? ¿por qué fingir? —Continuo Peter soltándola para mirarla desafiante—. No te estoy sugiriendo solo un revolcón… Quédate conmigo hasta que los dos nos sintamos saciados el uno del otro.
  Lali recordó aquel día, en la pradera junto al lago, en que Peter se cansó de sus juegos de adolescente, de sus risitas provocativas y la arrastró hacia una pasión que excedía en mucho lo que ella, ingenuamente, había esperado. Peter había sobrepasado una barrera que ella había creído poder mantener. Cuando él quería algo, lo quería de inmediato. Bajo aquella apariencia de hombre sofisticado y cosmopolita, Peter seguía siendo muy primario en sus apetitos, igual que un pirata surcando los mares.
—No, y además no voy a darte las gracias por pedírmelo —musitó Lali luchando por mantenerse firme.
— ¡Cielos, Lali! —respiró Peter—, ¿qué más puedes esperar de mí?
  Lali sintió que se reponía de la parálisis que la había atenazado y soltó una carcajada.
En ese instante, odiaba tanto a Peter que se maravillaba de no haberle saltado al cuello. Era un hipócrita con dos raseros distintos que aplicaba según el caso, y además perfectamente orgulloso de ello. La creía una ladrona y una cualquiera, no confiaba en ella si la veía acercarse a su mesa, y jamás la trataría como trataba a cualquier otra mujer.
—Si tu proposición me interesara, que no es el caso, podrías haber empezado como empieza cualquier otro chico..., podrías haberme pedido una cita...
— ¿Una cita?
— ¿Quien sabe? Si me hubieras regalado rosas y me hubieras invitado a champán, si hubieras tratado de engañarme con toda esa hipocresía que consideras inferior a ti, tal vez hubieras tenido suerte. Pero, tal y como lo has hecho, te has excluido a ti mismo a la velocidad del rayo. ¡Enhorabuena!
Y, tras decir esas palabras. Lali se apresuró a salir de la biblioteca antes de que sus ojos se llenaran de lágrimas. Peter le había dicho lo que quería de ella..., sexo, solo sexo. La oportunidad de saciar una sed que le resultaba tan desagradable en ese momento como entonces. Aquel fin de semana debía de haber sido algo muy especial también para él. Ella jamás había estado con ningún otro hombre, no podía comparar. La idea la irritó. Un cúmulo de emociones y sentimientos la invadían, pero la tristeza era la más fuerte. Peter... Peter... Peter. Lo amaba tanto como lo odiaba por no haberle ofrecido algo más, pero, ¿a dónde le conducía ese sentimiento?
Una mano firme la despertó. Lali luchó por enfocar los rasgos de la persona inclinada sobre ella.
—Vete —gimió cerrando los ojos otra vez. Pero Peter le arrebató las sábanas y la levantó en brazos antes de que pudiera comprender lo que sucedía—. ¿Qué diablos estás haciendo?
—Bajarte a desayunar.
— ¿Que hora es?
—Las seis...
— ¿Las seis? —gritó Lali mientras Peter la bajaba en brazos, por las escaleras, en perfecta calma—. ¡Pero eso significa que solo he dormido un par de horas!
—A las siete me voy al aeropuerto.
—Pues vete, pero déjame en la cama... ¡por el amor de Dios, suéltame!
  Peter la dejó en el frío suelo del vestíbulo y le retiró un mechón de cabello con una familiaridad sorprendente Peter siempre la sorprendía.
Aquel lejano fin de semana había comprendido que él era una persona de temperamento volátil, de intensas pasiones. El aspecto frío y controlado que mantenía en público no era un fiel reflejo de su carácter. Descubrir aquel fuego que ardía aún más intensamente que el suyo había supuesto para Lali pasar de la ficción a la realidad, infinitamente más peligrosa y profunda, y al verdadero amor. Y, desde aquel momento, amar a Peter había sido para ella como viajar hasta el infierno con un billete solo de ida.
— ¿Por qué me haces esto? —susurró tensa.
—Quería hablar contigo antes de marcharme.
—Está bien, habla.
—Vamos a desayunar primero —respondió Peter arrastrándola hasta el comedor.
—Yo jamás desayuno sin lavarme primero.
—Así, sin lavar, con el cabello revuelto y la piel sonrosada y sexy... me encantas.
Acobardada ante tan directa confesión y ante la sonrisa que la acompañaba, Lali corrió escaleras arriba y cerró la puerta mientras él reía a carcajadas Peter iba  conquistando más y más terreno a cada paso que daba, como un ejército en el frente. Era extraño. Al principio, cuando ella lo persiguió, él la eludía. Luego, cuando por fin ella se mostraba sensata y se alejaba de él, entonces era Peter el que se lanzaba en su persecución. Aunque, por supuesto, para una persona como Peter, resultaba mucho más natural ser el perseguidor que el perseguido... Aquel fin de semana, efectivamente, él no había tardado en cambiar los papeles.
  Lali tardó exactamente cinco minutos en lavarse la cara, los dientes, ponerse los vaqueros y una camiseta. Santino seguía profundamente dormido. Entro en el comedor y tomó asiento frente a Peter. Él se reclinó sobre la silla mientras Epifania servia café en tazas de porcelana. Peter era la viva imagen de la elegancia. Sintió que se le aceleraba el pulso.
Consciente del atento escrutinio de Peter, Lali rehusó el elaborado desayuno que Epifania le ofrecía y eligió simplemente tostadas. Permanecieron en silencio hasta que la mujer salió.
—Quiero que me prometas que seguirás aquí cuando vuelva —dijo entonces Peter con calma.
— ¿Para servirme después en una fuente como cena de Navidad en la mesa de Alejo? Debes de estar de broma
—Alejo es un hombre mayor, ha crecido en un mundo radicalmente distinto a este y, lo creas o no, has sido injusta con él. Deberías respetar su deseo de conocer a su único nieto. Confieso que yo también me sorprendí cuando me lo dijo, pero es así.
—Pues lo siento, pero no voy a ir —respondió Lali tensa.
—Me temo que no puedo ponerte a Agustin como cebo para que vayas —murmuró Peter.
— ¿Como dices?
—Que mi primo no irá a pasar allí las fiestas. Alejo y Agustin tuvieron una discusión a propósito de unas deudas, y ambos se despidieron enfadados, sin hacer las paces — informó Peter— Desde entonces Agustin vive en Nueva York.

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