Thursday, August 20, 2015

capitulo 4

  Lali se volvió. Estaba pálida. Sentía la necesidad de aplastar a Peter, de castigarlo por su deliberado distanciamiento de ella, de hacerle daño, de herirlo por fingir que entre ellos no había habido jamás nada más que una intrascendente amistad.
Los rasgos de Peter, duros y oscuros, parecían impacientes. El insistió:
—Alejo te espera el jueves. Supongo que puedo decirle que aceptas su invitación...
  Lali apartó los ojos de Peter. Sentía un torbellino de emociones en su interior, pero la más fuerte era la ira.
—Debes de estar de broma —sonrió amargamente—. No tengo ningún deseo de pasar las navidades con tu abuelo, y estoy segura de que él tiene menos ganas aún de pasarlas conmigo.
—Pensé que te tentaría la idea de hacer las paces con tu propia familia.
Una risa irónica resonó en la habitación. ¿Hacer las paces? Peter no sabía de qué estaba hablando. Jamás había tenido con su padre más que una relación tensa y difícil. Soltera y con un hijo, y etiquetada de ladrona, ¿qué bien venida imaginaba Peter que le iban a dar?
—Me marché de Deveraux Court... sabiendo que no volvería jamás. No me dio pena, y no quiero volver ni de visita. Esa fase de mi vida terminó para siempre.
Los ojos verdes de Peter, directos y desinhibidos, se fijaron en ella examinando su perfil.
—Supongo que he tenido muy poco tacto mencionando esos robos.
—Jamás esperaría ningún tacto ni consideración por tu parte —alegó Lali conteniendo las lágrimas, decidida a no desmoronarse delante de él—. Pero me niego a que me manejen. Estás loco si has creído que voy a presentarme ante tu abuelo con el sombrero en la mano, como pidiéndole caridad. Yo sola me las arreglo muy bien.
—Trabajas de sirvienta., siempre juraste que no trabajarías de sirvienta.
  Lali vaciló, apretó los puños. Sirvienta. Pero no de Peter que, desde la cuna, se había visto rodeado de criados sin rostro que lo habían servido bajo la democrática e igualitaria etiqueta de «personal doméstico». Lali giró la cabeza bruscamente, ruborizada y tentada de abofetearlo.
— ¡Dios…! ¡Solo el más entupido y egoísta de los orgullos podría obligarte a rechazar tan magnánima invitación! Alejo puede hacer mucho por tú hijo. Piensa en el niño. ¿Por qué tiene que sufrir él por tus errores? —exigió saber Peter—. Tu deber, como madre, es tener en cuenta su futuro.
Una ola de dolor e ira embargó a Lali, que se vol vió hacia él con ojos negros brillantes .
— ¿Y qué hay del deber de su padre?
La boca sensual y generosa de Peter se torció en una mueca antes de responder:
—Cuando te acuestas con una persona tan irresponsable y egoísta como Agustin, debes saber que, si algo sale mal, estás sola.
  Peter estaba enfadado, comprendió Lali de pronto. La tensión era patente en sus rasgos, en la fría condena que reflejaba su brillante mirada. Lali reconoció aquella mirada, comprendió que Peter no era tan indiferente como quería aparentar. Fingía que no le había importado que se hubiera acostado con su primo inmediatamente después de hacerlo con él. Una amarga felicidad la invadió. Peter no la deseaba pero, según parecía, tampoco deseaba que otro hombre la deseara.
—Lo creas o no, yo creí, en ese momento, que el padre de Santino era fuerte como una roca —explicó Lali—. Estaba enamorada de él. Creía que jamás me dejaría en la estacada.
—Tenías solo diecinueve años... ¿qué podías saber de los hombres y de sus motivaciones? —respondió Peter con impaciencia, mirando el reloj y caminando hacia la puerta—. Tengo que marcharme.
La brusquedad de su marcha sorprendió a Lali, que se apresuró a seguirlo hasta el porche. Al abrir la puerta él la escrutó abiertamente, sin previo aviso, y Lali sintió que el tiempo volvía peligrosamente atrás haciéndole recordar intimidades del pasado. Peter..., respondiendo con una asombrosa y primaria pasión a sus flirteos, tumbándola en la hierba, junto al lago, presionando los labios contra los de ella con una voracidad explosiva. Lali se sintió cohibida, violenta y ruborizada.
Las mejillas de Peter parecieron oscurecerse resaltando los pómulos. Un brillo divertido e irónico se reflejaba en sus ojos. Peter levantó una mano y dejó que su dedo moreno acariciara suavemente la trémula línea de sus aterciopelados y generosos labios, provocando en ella una cadena de sensaciones estremecedoras, dejándola clavada en su sitio, inmóvil.
—Qué desperdicio que te dediques al servicio doméstico, Lali —comento dándose la vuelta e internándose en la noche antes de que ella pudiera reaccionar—. Piensa en lo que te he dicho, Alejo está ansioso por conocer a ese niño..., te llamaré mañana para que me des tu respuesta.
—No, no me llames, no serviría de nada. Estoy decidida, no tengo nada que considerar —contesto Lali tensa—. De todos modos, no tendría tiempo. Los Amadeo tienen mucha vida social, y la casa siempre está llena de invitados en Navidad.
— ¿Será posible que de verdad hayas cambiado tanto?—murmuro Peter—. Pensé que estarías deseando salir de esta casa, que te marcharías sin mirar atrás, igual que te marchaste de la casa de mi abuelo.
Lali se enfadó. Naturalmente, Peter había supuesto que la perspectiva del dinero la decidiría rápidamente a aceptar la invitación, pero se equivocaba. ¿Se equivocaría ella también con respecto a él? Jamás le había dicho a Peter que Santino era hijo suyo, en una ocasión, en mitad de una disputa, había estado a punto, pero al final había guardado silencio. ¿Por qué? En lo más hondo de su alma, la mortificaba recordar que, aquella noche, le había dicho a Peter que podían hacer el amor con toda seguridad. Había mentido, y lo había hecho, con plena conciencia, a propósito, con conocimiento de causa.
  Lali lo observó caminar a grandes zancadas hacia el Ferrari negro. Estaba helada en el umbral de la puerta, temblando. Tras la tensión del encuentro, su cuerpo comenzaba a
reaccionar. De pronto, se encendió una luz. Lali oyó detenerse el Rover de Benjamin. Mercedes salió del coche de un salto.

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