Thursday, August 20, 2015

capitulo 5

— ¿Que demonios está ocurriendo aquí? —exigió saber echando una mirada inquisitiva hacia Peter, de pie entre las sombras, sin dejar de dirigir su ira contra Lali mientras caminaba en su dirección.
—Vine a traerle un mensaje a Lali —contestó Peter fríamente.
— ¿Dejas que un extraño entre en mi casa cuando mis hijos están durmiendo en la planta de arriba? —preguntó Mercedes con un ataque de ira.
—Cariño..., —intervino su marido—… no creo que debas calificar al señor Lanzani de extraño.
—Mi padre trabaja para Peter —contestó Lali tratando de ser breve—, Lo conozco desde hace años.
  Mercedes se detuvo y miró a su marido, esperando que le dijera qué hacer, Benjamin estrechó la mano de Peter, Consciente de que había hecho el ridículo, Mercedes le lanzó a Lali una mirada llena de reproches.
—Hablaremos de esto en privado.
—Si no te importa, ahora me voy a la cama —contestó Lali con calma—. No quería que Peter tocara el timbre, así que tuve que dejarlo entrar
  Lali subió las escaleras, consciente de que no podría evitar otra regañina de Mercedes, pero demasiado nerviosa por la visita de Peter como para preocuparse. La había hecho sentirse airada, enfadada, extraña, hipersensible…
Seguramente se debía a que había sentido vergüenza al recordar cosas que ninguna mujer, con una pizca de orgullo, habría deseado recordar, Eso era todo, se repetía en silencio.
Decidida a conformarse con aquella explicación. Lali se metió en la cama luchando contra el deseo de lo tomar en brazos a su hijo y apretarlo contra sí para reconfortarse, Habría sido un gesto egoísta, y ella no era una madre egoísta… ¿o sí?
Soportaba a una jefa que hubiera podido acabar con la paciencia de un santo, y todo para que Santino pudiera comer bien, vivir en una casa cómoda y jugar en un espacioso jardín con muchos juguetes No tenía nada suyo, hasta la ropa que llevaba su hijo había pertenecido a los gemelos. Pero Santino era demasiado pequeño como para darse cuenta. Aquel daño, no obstante, Lali quería ofrecerle unas verdaderas navidades. Esa era la razón por la que había pedido un aumento. No obstante, el recuerdo de ese suceso apenas podía captar su atención en ese momento.
Le resultaba casi imposible de creer que Alejo quisiera invitar a la hija de su mayordomo a su mansión. ¿Pensaría instalarla en la casa principal, o esperaría que se instalara en las húmedas y lóbregas dependencias de la planta baja de su padre y madrastra? Y, si el abuelo de Peter le ofrecía ayuda económica, ¿sería ella tan débil como para aceptarla?
Incómoda ante la idea, Lali dio vueltas y más vueltas en la cama sin poder dormir. La cuestión, de todos modos, era irrelevante. Mercedes montaría una escena si ella le pedía unos días de vacacionesen Navidad. Y, mientras Santino no tuviera edad para ir a la guardería, los Amadeo podían estar tranquilos.
A pesar de todo, Lali siguió despierta recordando la primera vez que vio a Peter, a los trece años. Cada Navidad y cada verano Peter había ido a visitar a su abuelo, y aunque su inglés era perfecto, seguía siendo, esencialmente, griego. Su padre había sido un rico magnate griego que se había casado con la hija de Alejo. Exótico. fascinante, y extravagantemente guapo. Peter se convirtió, como era natural, en el objetivo del primer flechazo amoroso de Lali. Él, en cambio, con ocho años más que ella, jamás había reparado en su existencia.
El verano en el que Lali tenía catorce años Peter llevó a su novia a casa de su abuelo. Aquella novia tenía una risita sofocada de lo más irritante. Lali, profundamente divertida, observaba a Peter hacer una mueca cada vez que ella reía. Pero al año siguiente aquella risa desapareció. Belen, una perfecta muñeca de porcelana, una rica griega de sedosos cabellos negros, llegó al verano siguiente a visitar a Peter acompañada de una vieja niñera que hacía las veces de carabina. Y Lali observó incrédula cómo Peter se enamoraba de ella, ¿Cómo no se daba cuenta Peter de que Belen era una niña mimada, una engreída sin cerebro?
No, Peter había estado ciego, y al verano siguiente Belen tuvo aún más motivos para mostrar su vanidad. Llevaba el anillo de compromiso de Peter. Lali estaba horrorizada, pero ni siquiera entonces se dio por vencida. Después de todo, muchos compromisos se rompían antes de llegar al altar, razonó ilusoriamente.
Sin embargo, cuando Alejo salió de viaje para asistir a la boda de Peter Lali se mostró inconsolable. Para entonces tenía ya diecisiete años, y comenzaba a estar harta de languidecer por un hombre que siempre había estado fuera de su alcance y que, finalmente, se había convertido en el marido de otra mujer. Lali comenzó entonces a salir con chicos. Su figura elegante y esbelta, sus rasgos agradables y su melena rubia no dejaron de procurarle admiradores.
A las navidades siguientes Belen estaba ya embarazada. Pocos meses después, se convirtió en la insensible madre de una niña preciosa. Peter adoraba a su hija. Lali sintió su corazón palpitar al ver a Peter prodigar amor a Jenny, su hija. Belen, en cambio, se mostraba indiferente y petulante, y dejaba a la niña al cuidado de la niñera en cuanto la decencia se lo permitía. Estaba visiblemente molesta porque fuera su hija, y no ella, el centro de atención de todas las miradas. Lali, mientras tanto, no deja ba de preguntarse por qué Peter no habría esperado a que ella creciera.
Pero aquel mismo año la tragedia se cebo en la familia de Peter. No se celebró la Navidad en Deveraux Court.
  Peter permaneció en Grecia. Su mujer y su hija habían muerto en un accidente de tráfico. Al verano siguiente, sin embargo, Peter volvió, solo y melancólico, instalándose en el Folly, junto al lago, y rehuyendo toda compañía.
Y Lali, haciendo gala de su total y completa estupidez, decidió que había llegado el momento de aprovechar la oportunidad, que tenía que ser entonces, antes de que Peter volviera a Grecia y se enamorara locamente de alguna otra mujer, o nunca.
—Ahora que sé quién es Peter Lanzani —comenté Mercedes la tarde siguiente, de buen humor—, comprendo que no pudieras dejar a un hombre tan importante en la puerta. Pero él es la única excepción, Lali. No vuelvas a abrir la puerta nunca más mientras estamos fuera.

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