Saturday, August 22, 2015

capitulo 16

  Peter contempló el disgusto en los rasgos de Lali, pero mal interpretó por completo su sentido.
—Sí, supongo que se sentía a salvo, porque tú te habías ido hacía semanas... y según creo te dio dinero para que abortaras. Sin duda, estaba convencido de que lo harías.
  Lali estaba muy quieta, pero de pronto apretó los labios y bajó la cabeza. Se maravillaba de no haber explotado de ira porque, después de aquello, no era de extrañar que Peter estuviera seguro de que Santino no era su hijo. —Si te sirve de consuelo, le pegué —informó Peter.
— ¿Que le pegaste...? —repitió Lali débilmente, atónita aún ante la traición de quien había creído su amigo, e incapaz, en aquel instante, de comprender por qué Agustin habría hecho una cosa así—. No le pegaste lo suficiente, si es que sigue vivo.
El silencio se hizo pesado. De pronto, Peter levantó la cabeza y rio. Atónita ante una respuesta tan confusa, Lali lo miró.
—Nos marcharemos en cuanto estés lista.
Arrastrada de nuevo a la cruda realidad, Lali se puso en pie.
—Jamás te perdonaré por obligarme a volver.
—A veces uno se ve forzado a ser cruel para poder ser bondadoso —contestó Peter secamente—. Si hubieras sido lo suficientemente estúpida como para marcharte mientras estaba fuera, quizá no te hubiera encontrado.
Pero Lali no escuchaba. Estaba imaginando el error y la humillación que la esperaban. En el retorno del hijo pródigo, pero no se celebraría ninguna fiesta. Alejo conocería a su bisnieto, aunque no fuera el hijo del nieto que él creía, y su padre o bien recibiría un shock, o bien estaba ya rezando para que la desvergonzada de su hija no tuviera la desfachatez de presentarse ante su vista. A ojos de Nicolas Esposito, Santino era una vergüenza pública tan grande como a ojos de su amo.
No obstante, para su padre, ser ladrona era un pecado mayor. Nicolas habría sido capaz de entregar a su hija a la policía si hubiera sido él quien la hubiera pillado en lugar de Alejo.
—Lali...
—Me debes un favor, Peter. Quiero que me prometas que me conseguirás un trabajo en alguna parte en cuanto termine esta desagradable visita.
—No te hará falta ningún trabajo, tu futuro está asegurado. O te quedas a cargo de Alejo, o a mi cargo.
—No necesito estar a cargo de nadie, Peter.
—Mi oferta seguirá en pie para cuando desees aceptarla.
—Eres increíblemente insistente —contestó Lali dándose la vuelta.
  Peter enredó los dedos en su cabello rubio y atrajo suavemente su cabeza hacia él. Un vivo deseo brillaba en sus ojos esmeralda de mirada directa.
—No, solo estoy hambriento..., muy, muy hambriento—la corrigió sin el menor asomo de vergüenza.
  Lali se estremeció. Estaba demasiado cerca de él. Podía distinguir perfectamente su aroma cálido y masculino, que era como una droga para ella. La misma hambre recorría
cada una de las fibras de su ser sin que ella se diera cuenta. No hubiera podido negar que lo deseaba, igual que no podía negar que necesitaba respirar, pero se daba cuenta de que esa debilidad física podía destruirla si no tenía cuidado. Lali apretó los puños hasta clavarse las uñas en las palmas de las manos, tratando de evitar hacer lo que deseaba: tocarlo.
  Peter inclinó la cabeza y levantó la de Lali tomándola de la barbilla para mirarla a los ojos.
—Pareces tan desgraciada... cualquiera diría que te he insultado. Solo estoy expresando un deseo abiertamente, con sinceridad, y no te prometo nada que no vaya a cumplir. Al final tú y tu hijo tendréis una seguridad. Quieres champán y rosas, pues bien, te las regalare… Yo solo te deseo a ti.
—Apártate. Peter —contestó Lali ladeando la cabeza.
—No sé cómo..., apenas he dormido desde que me marché de Londres... ¡estaba tan enfadado contigo! Podíamos haber estado juntos en Bruselas...
—Sí... creo recordar que, como mucho, crees capaz de concederme tu atención durante unos os días...
Con un movimiento brusco, lleno de ira y frustración, Peter la atrajo a sus brazos y posó los labios sobre los de ella. Lali sintió que la cabeza le daba vueltas, que las piernas le temblaban y que un calor interior la embargaba dejándola débil y, sin embargo, tan ardiente y sensible, que su piel parecía a punto de quemarse. Bajo la invasión erótica de su lengua, Lali gimió profundamente y se agarró a él.
Entonces una manita le tiró de la pierna exigiendo atención, y oyó a Santino, insistente, llamarla:
—Mami… mami...
Fue como un jarro de agua fría que calmara su pulso y su corazón acelerado.
Peter la soltó y dio un paso atrás. Santino miro a su madre con franca curiosidad y después al hombre que estaba junto a ella. Lali sonrió y el niño, contento, volvió a su cubito y su arena.
—Olvidaba que no estábamos solos —murmuré Peter en ton distante.
—Por favor, no vuelvas a hacer eso —rogó Lali sin atreverse siquiera a mirarlo a la cara, sintiendo aún un estremecimiento— Quiero que te mantengas apartado de mi.
—Eso es imposible, siento una necesidad urgente de poseerte que me domina.
— ¡Pero yo no quiero que vuelvas a poseerme nunca más! —gritó Lali bruscamente.
—Puedes luchar conmigo pero, ¿podrás luchar contigo misma también? —inquirió Peter.
Atemorizada ante la sagacidad de la pregunta, Lali agarró a su hijo y lo metió en casa. Tras lavarle las manos y sacudirle el polvo, cerró la maleta y la levantó de la cama. Luego buscó un espejo en el que mirarse. Tenía los labios hinchados, los ojos brillantes. Había vuelto a ceder a la tentación. ¿Sería posible que Peter se arrepintiera de haberla rechazado años atrás? Seis semanas después de aquel fin de semana apasionado, Peter había vuelto a Court para una cortísima visita...

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