Friday, August 21, 2015

capitulo 9

Un profundo shock paralizó a Lali al ver resucitado el pasado. O, más bien, la versión de Peter del pasado. Lali se lamió los labios nerviosamente La mirada de Peter se centro en ese detalle. — ¡Ninguna de las dos!
—No, no, tiene que ser una de las dos posibilidades, A menos que creas que una chica de diecinueve años no tiene moral, cosa a la que me niego —contestó Peter con cinismo —. ¡Te estoy concediendo el beneficio de la duda, admito que sentías algo por alguno de los dos!
Lali parpadeo y se ruborizó. La ira iluminaba sus ojos negros.
—No tienes ningún derecho a preguntar.
—Dos hombres., y una mujer hermosa, muy hermosa—continuó Peter regodeándose en las palabras —. Es la receta perfecta para el desastre cuando la mujer es impulsiva, apasionada y rebelde como tú.
—No sé por qué me hablas de esto, no me gusta.
—No vas a detenerme, porque necesito saberlo —aseguro Peter posando los ojos verdes sobre ella—. Agustin siempre te deseo... pero jamás te deseo tanto como cuando pensó que eras mía.
  Lali volvió la cabeza. Le inquietaba su insistencia y su perspicacia. Peter no estaba diciendo nada que ella no supiera pero, por irónico que pareciera, jamás se había sentido atraída hacia Agustin. Comparado con Peter, su primo era como el oropel frente al oro, siempre a su sombra. No obstante, la atención que Agustin le había prestado tras el rechazo de Peter había sido como un bálsamo para su orgullo.
  Lali había salido con Agustin y con sus amigos durante una temporada. Había ido con ellos a fiestas y discotecas a pesar de las advertencias de su padre. ¿Era esa la razón por la que Peter creía que Agustin era el padre de su hijo?, se preguntó Lali. ¿O acaso ella se había comportado de un modo tan raro cuando Alejo la pillo con el retrato en miniatura, que el anciano la había malinterpretado?
Unos dedos largos y morenos atraparon un mechón de sus cabellos rubio platino y lo apartaron de su rostro.
—Lali...
Sus ojos se volvieron hacia Peter, que estaba de pronto tan cerca que podía oler su fragancia. Un estremecimiento la recorrió. Su mirada colisiono con los ojos verdes y profundos de él.
—Basta ya —susurro ella.
— ¿Basta ya?, ¿de qué?, ¿de juegos? ¿Y por qué? Jugamos mucho aquel verano — Lali sintió que se ponía pálida—. Dios mío..., por supuesto, lo sabía —añadió Peter  secamente—. Igual que Artemisa, eres la diosa de la caza y la persecución. Hubiera necesitado ser mucho más fuerte para resistirme a la tentación que suponías.
  Lali hubiera deseado que se la tragara la tierra, pero tuvo que conformarse con presionar la espalda contra la librería.
—Será mejor que vaya a ver cómo está Santino.
—No tan deprisa —contestó Peter en un murmullo despectivo, agarrándola de la muñeca y manteniéndola inexorablemente junto a él—. Aún no has respondido a mi pregunta.
—Queda una posibilidad que, según parece, no se te ha ocurrido… — ¿Y cuál es?
—Que, quizá, al final, no pudiera distinguir entre Agustin y tú —explicó Lali tratando deliberadamente de insultarlo.
Los rasgos de Peter enrojecieron de ira de repente, sus bellas facciones dejaron de expresar burla. Peter se inclinó hacia ella de improviso poniendo ambas manos a los lados de su cabeza, sobre la librería, y haciéndola su prisionera.
— ¿En serio? —inquirió él con una mirada amenazadora.
  Lali presionó la espalda contra las estanterías en un vano e instintivo intento de escapar. —Peter...
Unos dedos largos acariciaron el ángulo de su mejilla reteniéndola
—Deja que te enseñe la diferencia —añadió él con los dientes apretados.
—No…
La excitación ante lo que iba a suceder prendió en Lali. Leo hizo un ruido gutural, algo intermedio entre una risa y un gruñido, y después bajó las fuertes manos hacia sus caderas conquistando su boca con pasión.
La estrechó fuertemente contra él. La sangre de las venas de Lali parecía cantar al calor de aquella excitación. Bajo la embestida de sus exigentes labios y del ataque carnal de su lengua. Lali se sintió arder. Peter tomó su boca con la fiereza de un macho hambriento inclinado sobre su presa, y Lali se sintió víctima de una unión íntima y confusa que desgarraba su memoria y echaba abajo todas sus barreras reduciéndola a escombros.
  Peter apartó los labios de ella tan deprisa como los había posado. Sus ojos brillaban. Luego, se apartó por completo de ella y caminó hasta la ventana.
Por una décima de segundo. Lali creyó derrumbarse allí mismo, sobre la alfombra. Sus rodillas no la sujetaban. Ni siquiera recordaba dónde estaba. Sin embargo su cuerpo ardía y vibraba de un modo que ya había olvidado. No quería reconocerlo. Sentía la hinchazón y la tensión de sus pezones, un doloroso y tortuoso vacío entre sus piernas, el inquietante e increíble temor de saber que Peter tenía aún un inmenso poder sobre su cuerpo.
  Lali observó su espalda y supo leer en su rígida postura la tensión. Sospechó que aquella pasión no era tampoco bienvenida para él.
—La diferencia entre mi primo y yo —explicó Peter dándose la vuelta—, es que yo me avergoncé de lo ocurrido entre nosotros hace dos años y medio.
— ¿Avergonzarte? —repitió Lali trémula.
— ¿Como querías que me sintiera? ¿Qué esperabas? Mi mujer había muerto hacía solo siete meses... y tú tenías solo diecinueve años, eras más inocente que una niña, por
mucho que quisieras engañarme con tus tretas. ¿Creíste que iba a sentirme orgulloso de mi conquista? ¿que iba a sentirme orgulloso de conquistar a una adolescente, a la hija de uno de los sirvientes más leales de mi abuelo? ¿Y, además, virgen?

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