Friday, August 21, 2015

capitulo 10

Angie permaneció inmóvil como una piedra, rígida e inexpresiva. Alguna habilidad tenía que haber adquirido trabajando para Mercedes. Por dentro, sin embargo, estaba temblando «Conque la hija de un sirviente», «virgen» ni una sola de aquellas palabras sonaba bien. Todas resaltaban la humillante diferencia que a había separado siempre de Peter. Mortificada Lali salió de la habitación a toda prisa sin saber siquiera a dónde ir en aquella casa desconocida. Encontró un lavabo y se refugió en él. No, jamás había gozado de la ventaja de pertenecer a su categoría social. Todo los separaba, la edad, los orígenes, la experiencia. Pero lo peor de todo era que había conocido a Peter dentro del ambiente de Deveraux Court, en el que ella no sería jamás más que la hija del mayordomo
¿Por qué diablos la había besado? ¿Para obtener una definitiva victoria sobre ella? El insulto que le había dirigido había hecho brotar en él una respuesta masculina primitiva. Lo cierto era que Peter, en medio del ardor de la pasión, jamás se había mostrado como un flemático caballero inglés. Al contrario siempre había sido sexualmente muy apasionado. Lali sintió un estremecimiento al recordarlo. Se ruborizó. No había excusa para su comportamiento. Peter seguía atrayéndola igual que antes, como una imán atrae metales. Pero se trataba de algo simplemente físico se dijo a sí misma a la defensiva. Se debía a las hormonas, a la química del cuerpo. Aquello no tenía nada que ver con sus sentimientos
De pronto, sonaron golpes en la puerta, pero Lali hizo caso omiso de ellos.
—Lali, contaré hasta cinco para que salgas.
La advertencia de Peter la obligó a apresurarse. Se había lavado la cara para evitar que se le notaran las lágrimas. Se secó a toda prisa y abrió.
— ¿Dónde está Santino? —preguntó en voz baja.
—Arriba, con Epifania. Escucha — contestó Peter con calma.
  Lali oyó las risas de Santino, un piso más arriba. Según parecía, su hijo se lo estaba pasando de maravilla.
— ¡No quiero hablar del pasado! —afirmó en voz alta.
—Pues yo si, es un asunto que aún no ha terminado, —contraatacó Peter.
—Por supuesto que ha terminado, dejaste bien clara tu posición en aquel entonces: «lo siento. Lali, pero necesitaba una mujer, y estaba borracho» —explicó parodiando su postura con una amargura que no fue capaz de ocultar.
— ¡No fue eso lo que yo dije...! -exclamó Peter apretando los dientes.
—No, eso era lo que se deducía. ¡No te atrevas a volver a tocarme!
  Peter le dirigió una mirada indirecta y burlona y contesto:
—Deberías ensayar un poco más esa respuesta de rechazo.
  Lali se ruborizó profundamente recordando la apasionada respuesta de su cuerpo en brazos de Peter. Aquello la horrorizaba, había creído que él no tendría ningún poder sobre ella. Creía haber madurado, dejado atrás a la adolescente. Y de pronto descubría su error
  Peter posó una mano sobre su hombro y ella lo apartó. El dejó escapar el aire sonoramente, con un suspiro terriblemente sexy.
—Estás temblando...
—Jamás te perdonaré por habernos traído aquí ¿Adónde demonios se supone que voy a ir ahora? No voy a volver a Deveraux Court ni a humillarme. ¿Qué puedo hacer?
Disfruta de mi hospitalidad —contestó Peter observándola con frialdad, sin dejarse afectar, girando sobre sus talones.
—Pero no quiero aceptar tu hospitalidad, Peter.
  Peter se quedó inmóvil y respondió sin darse la vuelta:
—Dentro de cinco días, habrás recobrado el sentido común y estarás de camino a Deveraux Court. Si no eres lo suficientemente sensata como para humillarte, sentirás la ira de Alejo sobre ti… pero eso es asunto tuyo, no mío.
  Peter la dejó ahí, de pie, y Lali se sintió terriblemente sola y asustada por primera vez en mucho tiempo. El sentimiento de inseguridad que la embargaba era profundo. El último lugar al que deseaba ir era Deveraux Court.
Por fin, subió las escaleras. El ama de llaves le enseñó su dormitorio, junto a la habitación en la que estaba Santino. Le sugirió que cenaran y discutieron sobre los gustos de su hijo.
Cuarenta minutos más tarde, Lali y su hijo se sentaron a cenar. En el comedor, azul y dorado, la mesa estaba puesta para dos. Peter no cenaría con ellos. Al volver al dormitorio de Santino vieron un montón de muñecos de peluche y otros paquetes bien envueltos. Y, entre todos ellos, destacaba una enorme jirafa. Santino gritó entusiasmado y corrió a investigar, y Lali se quedó inmóvil, en el umbral.
— ¿Lo ves? Es fácil distraer a un niño con juguetes nuevos --comentó Peter con cierta superioridad, desde detrás de ella.
Desconcertada, Lali se volvió y respondió:
— ¿De dónde han salido todas estas cosas?
—Una amiga las ha elegido para mí y me las ha mandado. Hay también ropa.
— ¿Y cuánto ha costado este generoso gesto tuyo?—preguntó Lali, ruborizada y molesta,
—Eso no tiene importancia —contestó él poniéndose tenso y encogiéndose de hombros.
— ¿En serio? —insistió Lali acalorada —. Te darás cuenta de que no puedo aceptarlo, ¿verdad?
—No ha sido nada... olvídalo —respondió Peter seco.
— ¡Pero no puedo dejar que lo pagues tú!
—No me hagas traer a colación ese pasado que tantas ganas tienes de olvidar

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