Sunday, August 23, 2015

capitulo 26

 
—Mañana me voy de viaje a Londres durante un par de días —continuó Peter con rostro inexpresivo. Lali sintió que la esperanza y el corazón se le rompían, y se odió a sí misma por ello, Alargó una mano y trató de alcanzar un vaso de agua de la mesilla—. Tally, la novia de Agustin, vendrá enseguida a pasar unos días…
Tenía que decirle que él era el padre de Santino. Tenía que resolver el asunto de una vez por todas, le decía el sentido común. ¿Pero por qué molestarse?, ¿por qué to tomarse el trabajo? preguntaba una voz más seductora en su interior. Contárselo a Alejo, dejar que él hiciera lo que quisiera y desaparecer mientras Peter estaba fuera. Su padre le prestaría algún dinero para seguir adelante y...
—Así que te sugiero que vuelvas a Londres conmigo—añadió Peter en voz baja.
— ¡No! —respondió Lali volviendo los ojos torturados hacia él con un gesto de reproche.
—No es para compartir mi cama, ni siquiera para compartir el mismo techo. Creía que anoche había sido lo suficientemente franco, pero es obvio que no. Me retiro de esa lucha, Lali. Sin embargo soy el responsable de que estés aquí, y no creo que sea una buena idea que te quedes.
— Así que me echan —contestó Lali dolorida.
—Te rescatan, te salvan de ti misma —la contradijo Peter secamente—. ¿De verdad necesitas que lo diga en voz alta? Tú, Santino, Agustin, y esa novia suya, sentados a la mis ma mesa... La verdad es que Alejo se muestra bastante indiferente a todo excepto a su propio deseo de obligar a Agustin a sudar sangre. En el fondo, sin embargo, sigue queriendo mucho a mi primo y, aunque creo que le dejará a Santino algo en su testamento, dudo mucho que Agustin vaya a perder nada.
Los robos aquellos terribles robos. Naturalmente Peter creía que ella se quedaría para tratar de sacar provecho. La verdad jamás saldría a relucir, ¿Cómo iba a salir a relucir? Gimena se llevaría el secreto de su culpa a la tumba, y ella lo guardaría eternamente por el bien de su Padre. Lali se puso pálida.
—Estás convencido de que ese dinero me importa, ¿verdad?
  Peter escrutó su rostro con ojos verdes, brillantes, y rasgos duros.
—Creo que eres peligrosa, y que como amante mía lo serías aún más, serías perfectamente capaz de destrozar esta familia,
— ¡Yo no voy a ser tu amante... jamás hubo la menor posibilidad! —juró Lali.
— ¿En serio crees que no la hubo? —repitió Peter arqueando una ceja sarcásticamente—. Bueno, ahora ya no importa. De todos modos, me niego a quedarme en un segundo plano, observándo a Agustin y a ti —de pronto sonó un timbre. Peter se sacó un teléfono móvil del bolsillo y caminó hacia la puerta—. Luego nos vemos.
— ¡Peter…! —lo llamó a gritos Lali llena de frustración.
La puerta, no obstante, se cerró. Ya bastaba de fingimientos. Se vestiría y se enfrentaría a Peter, le diría la verdad de una vez por todas. Después de haber tomado aquella decisión, Lali salió de la cama, se bañó y se lavó el pelo. Y, mientras se secaba el pelo, comprendió que se le había hecho tarde: eran casi las diez de la mañana.
El dormitorio de Santino estaba vacío. Lali bajó las escaleras. Asomándose sobre la barandilla, vio a su padre abajo y lo llamó:
— ¿Donde está Santino?
—Fuera, dando un paseo con Harriet y con el perro.
— ¿Y Peter…?
—Ocupándose de negocios. Ha salido, creo que va a pasar todo el día fuera.
  Lali gruñó de mal humor. Hubiera debido de suponerlo, tendría que haber salido corriendo tras él descalza y en camisón
— ¿Tienes el número de su teléfono móvil? —Nicolas, puso cara de póquer, como si le hubiera pedido las joyas de la corona—. Papá, por favor, no seas tonto.
Una vez conseguido el número, Lali bajó a la biblioteca a usar el teléfono.
—Demetrios —contestó Peter impaciente.
  Lali escuchó voces masculinas de fondo. Respiró hondo y dijo;
—Soy Lali... he estado pensando y... necesito hablar contigo, en serio.
—Pues este no es el mejor momento —respondió Peter con frialdad—. ¿De qué se trata?
—Peter, no es algo de lo que se pueda hablar por teléfono... es algo muy... bueno, muy...
— ¿Muy qué?
—Intimo, personal... —susurró Lali retorciendo el cable del teléfono—. Es sobre ti y sobre..., mí.
El silencio al otro lado de la línea se hizo espeso.
— ¿En serio...? —inquirió Peter respirando hondo, profundamente, con un acento que la estremeció.
—Solo quería asegurarme de que nos veremos a solas en cuanto vuelvas. Podríamos encontrarnos en el Orangery
—Mejor en mi suite. El Orangery estaba lleno de gente anoche, — ¿Cuándo? —preguntó Lali.
—Utilizaré el helicóptero... espérame dentro de una hora —murmuró Peter con voz ronca. Luego, Angie oyó que decía antes de colgar, para el resto de caballeros que estaban con él—: Señores, esta reunión ha terminado.
— ¿Una hora? Esa sí que era una sorpresa, pero de las buenas. Se sentiría infinitamente mejor en cuanto le contara a Peter la verdad, Le estaba tremendamente agradecida por haberse dado cuenta de que se encontraba en un estado de fuerte ansiedad y necesitaba hablar urgentemente con él.
  Alejo jamás aparecía antes del mediodía, y Agustin nunca había sido madrugador, así que Lali desayunó sola resistiéndose a la tentación de preguntarle a su padre por Maria. Pedirle esa información era ponerlo en un compromiso, y lo más probable era que Agustin hubiera mencionado ese nombre pura y simplemente por malicia. Era imposible que Peter tuviera relaciones con otra mujer.
  Santino entró a verla y Lali lo levantó en brazos. Veinte minutos más tarde, su padre asomó la cabeza para preguntar si podía llevarse a Santino a las dependencias del servicio. Conmovida y sorprendida ante semejante petición, Lali observó a su padre y a su hijo caminar de la mano y se maravilló de que aún no le hubiera hecho una sola pregunta al respecto. Quizá juzgara más inteligente esperar. Lali sintió que se ruborizaba. Recordaba haber discutido con su padre cuando este descubrió que ella había pasado dos noches en el Folly con Peter, mientras él acompañaba a Alejo a Londres.
Era casi la hora de la cita con Peter. Angie subió las escaleras y se dirigió a la Long Gallery, en donde había estado siempre la suite de él. Al escuchar el ruido del helicóptero apretó el paso y entró en una zona de la casa que siempre le había estado prohibida. Su padre siempre había mantenido que las dependencias privadas de la familia eran sacrosantas, y ella jamás se había atrevido a asomar la cabeza.

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