Saturday, August 22, 2015

capitulo 17

Había bajado de so limusina en el patio y se había quedado mirándola mientras caminaba por el empedrado con unos altísimos tacones y un vestidito de satén. Iba apoyada sobre Agustin para no perder el equilibrio, sonreía.
— ¡Peter! —le había gritado Lali valiente, esplendorosa, fingiendo indiferencia y pasando por delante de él como si fuera cualquier otra persona en lugar del hombre que le había desgarrado el corazón.
Al volver sola a casa aquella noche, a primeras horas de la madrugada, su fachada de felicidad e indiferencia se había desvanecido. En su interior, estaba rota. Peter había salido entonces al porche y le había bloqueado el paso.
—Estás destrozando tu vida, Lali.
Aquellas palabras habían sonado exactas a las de su padre. Lali sonrió y contestó con indiferencia.
—Puede ser, pero me lo estoy pasando muy bien, Peter.
—Debe de ser emocionante jugar a ser el chofer de un borracho.
—Agustin no es un borracho… le gusta divertirse, eso es todo —había protestado ella defendiendo al joven al que creía su amigo—. Me lleva a fiestas, a discotecas, y estoy conociendo a mucha gente. De hecho me lo estoy pasando mejor de lo que me lo había pasado nunca. ¿Qué te importa a ti? ¿Qué quieres de mí?
Aquella estúpida invitación a sincerarse con ella no fue bien recibida por parte de Peter. Sus ojos verdes brillaron a la luz de la luna.
—Nada, absoluta y rotundamente nada —había asegurado con brutal convicción—. ¿Qué podría querer que no haya tenido ya? Lo siento, pero tu nuevo aspecto no me interesa, Lali. Ese vestido es una frivolidad.
  Peter se marchó, y Lali se quedó ahí, de pie, durante un buen rato. Las lágrimas invadieron sus ojos hasta que finalmente se le corrió toda la pintura. Había sido entonces cuando Lali había decidido no decirle jamás a Peter que estaba embarazada. Por muy asustada o desesperada que estuviera jamás volvería a darle la oportunidad de mirarla por encima del hombro.
—Lo superarás —había dicho Agustin en una de las escasas ocasiones en que había estado sobrio —. Estás encaprichada con él y él acaba de pasar unos cuantos meses de celibato forzoso. No, hagas de todo ello lo que no es. Traté de avisarte ¿recuerdas? A Peter siempre lo han perseguido las mujeres, desde que era adolescente. Ha visto a secretarias postrarse a sus pies, ha tenido invitaciones eróticas de extrañas bellezas poniéndose en ridículo para atraer su atención... Lali, eres encantadora pero, por desgracia hay miles de mujeres adorables en el mundo, Jamás Conseguirás a Peter.
  Agustin había sido sincero en aquel entonces: simplemente le había dicho cómo estaban las cosas. Así era la vida. Peter se casaría, inevitablemente con otra chica rica y mimada que se pasaría la vida quejándose de que se le había roto una uña, o de que la humedad del clima londinense erizaba sus cabellos. En resumen, se casaría con otra Belen egoísta y obsesionada consigo misma.
— ¿Quiere que le baje la maleta, señorita Esposito?
  Lali se volvió. El chofer de Peter asomaba la cabeza expectante por la puerta. Ella asintió y tomó en brazos a Santino. Y entonces volvió a recordar a Agustin. Había sido una estúpida confiando en él. Agustin había sido siempre el preferido de su abuelo para
finalmente acabar siendo motivo constante de críticas al comparársele con Peter. Debía haber notado el deseo sexual de Peter por la hija del mayordomo posiblemente su amistad se debiera solo al deseo de competir con su primo.
Aun así Lali seguía sin poder creer que Agustin, a quien ella había confiado el secreto de su embarazo, hubiera caído tan bajo. El jamás le había dado dinero para un aborto. sencillamente porque ella ni siquiera se había planteado esa posibilidad. Y no lo había hecho porque el embarazo no había sido accidental.
  Peter frunció el ceño al verla bajar las escaleras con Santino en brazos.
— ¡Demonios… pero si estamos en mitad de invierno! Debes de estar helada. Creía que te estabas cambiando de ropa. poniéndote algo más apropiado.
—O esto o los vaqueros —contestó Lali ruborizada y cohibida—. Y creo que esto es más elegante.
—Pararemos y te compraré un abrigo —contestó Peter secamente.
—No, no pararemos en ningún sitio, ni compraremos nada —insistió Lali —. Sé muy bien a dónde llevan tus regalos.
Me estás insultando —replicó Peter.
— ¿No es curioso lo sensible que puedes llegar a ser cuando se trata de ti, y lo insensible que te muestras a la hora de tener en cuenta mis sentimientos? —preguntó  Lali apretando los dientes.
  Peter abrió la puerta bruscamente. Lali levantó la cabeza y subió a la limusina colocando a Santino en la sillita nueva que él había comprado para su hijo. Una cosa era la seguridad de Santino y otra muy distinta ropa para ella. Peter se sentó de mal humor a su lado. Lali no dijo nada: solo miraba ciegamente por la ventanilla
De pronto, se despertó con la mejilla sobre un duro muslo masculino y las manos sobre el otro. Al comprender que estaba en el regazo de Peter y que el peso cálido que sentía sobre sus hombros era su brazo. Lali se puso colorada y se incorporó de golpe, lanzándose casi al suelo del vehículo. Luego volvió a su posición inicial, al otro extremo del coche, y se puso el cinturón de seguridad que Peter debía haberle quitado. Santino estaba dormido.
—Tu hijo ha sido una compañía maravillosa hasta hace unos veinte minutos —señaló Peter con ojos divertidos, contemplando los cabellos revueltos de Lali—. No puedes ni imaginarte cuántas cabras, ovejas y caballos hay por el campo.
— ¿Qué hora es? —preguntó Lali mirando el reloj y comprendiendo que había dormido durante casi dos horas.
Era bastante tarde, pronto llegarían a su destino.
—Y además hemos visto un tren, que ha sido lo más espectacular de todo el viaje — continué Peter —. Pero lo que siempre recordaré es que Santino pidió urgentemente que paráramos para hacer pis justo cuando acabábamos de pasar por un área de servicio. Después, pasamos quince minutos al borde de la histeria…
— ¿Lo has llevado al baño?, ¿por qué diablos no me has despertado?
—Parecías cansada, me sentí generoso.

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