Wednesday, August 19, 2015

capitulo 108

—No puede ser —murmuré Nico—. No puede ser tu hermano, Peter.
— ¡Desearía que no fuera él, bien lo sabe Dios! —dijo Peter vehementemente.
—Debía de ser un niño cuando asesinaron a Gimena.
—Tenía veintiún años. Más edad que muchos asesinos. —Pero... ¿porqué?
—No lo sé.
De repente, Peter hizo girar el coche bruscamente.
—¿Qué diablos? —empezó a decir Nico.
—Casi me paso de largo.
Había encontrado el camino. Apenas era visible. Peter se sorprendió de haberlo visto. Iba conduciendo con ciega desesperación.
Pero ahora...
Enfiló el camino a toda velocidad, las ruedas del coche despidiendo piedras, hierba y tierra mientras avanzaban.
Casi chocaron con el Cherokee de Lali. Mientras detenía el coche en seco, y el polvo se asentaba a su alrededor, Peter vio a Rocio. Corría hacia ellos, con anthony apretado contra el pecho, Justin y Shelley corriendo tras ella.
— ¡ Oh, Dios! — Rocio sollozó histéricamente, lanzándose hacia los brazos de su marido.
—Rocio, Rocio... —susurré Nico.
Ella consiguió serenarse lo suficiente como para retirarse de él.
—Peter, tiene a Lali. Cree que soy yo. Quizá cree que ambas somos Gimena. ¡Oh, Dios, Peter, está allí solo con ella!
Peter no necesitaba oír más. Avanzó corriendo por el camino.
Al principio, le resultó fácil mantenerse alejada de él. Pero Lali quería asegurarse de que no reparara en la ausencia de una de las barcas, de modo que tuvo que correr hacia la zona menos accesible.
— ¡Rocio!
Resollando, ella se obligó a emitir una risita.
— ¡ Atrápame!
—Basta de juegos. Estoy cansado, y los niños se despertarán pronto. Te deseo, y tenemos que preparar algo de cena. Tenemos que hacer planes. Vuelve aquí.
— ¡Atrápame! —insistió Lali, tratando de ocultarse detrás de los árboles. Un buen vistazo le bastaría a Gas para saber que no estaba persiguiendo a Rocio.
De repente, se dio cuenta de que ya no lo oía correr tras ella. Se quedó quieta, mirando ansiosamente por entre los árboles. Luego empezó a volverse y comprendió que Gas había dado un rodeo, acercándose a ella por detrás.
Siguiendo su juego.
Estaba a punto de atraparla.
Lali dejó escapar un grito y echó a correr otra vez. El pie se le enredé en una raíz y cayó de bruces, golpeándose la cabeza con una rama caída.
De repente, Gas se ahorcajó sobre ella, riéndose. Lali se sintió aturdida al principio, incapaz de resistirse cuando él le tiró de la camiseta y musité:
— ¿Por qué coño llevas una camiseta distinta de la que llevabas antes? — le retiró el cabello de la cara y, de pronto, Lali se encontró mirando sus ojos azules. Los ojos de un asesino—. ¡Tú!
Ella parpadeé furiosamente, tratando de reunir sus fuerzas.
— Gas.
—¿Dónde está Rocio?
—¿De verdad no me deseas?
— ¿Dónde está Rocio?
—Yo me parezco más a mi madre.
Él retrocedió, sentándose en cuclillas, y la miró.
—Sí, te pareces más a ella —la abofeteó bruscamente. Un golpe cruel que la aturdió—. ¡Puta! ¿Dónde está Rocio?
— Se ha ido. Nunca volverás a tocarla.
Gas guardé silencio un momento. Luego prorrumpió en carcajadas.
—Bien. Te tocaré a ti. Tienes razón. Tú te pareces más a tu madre. ¿Y sabes una cosa?
Siempre temí que me vieras. Pero tú no querías verme. Soy tu hermanastro. No... no era por eso. Soy hermano de Peter. Ja, no eres consciente de la ironía. — ¿Qué quieres decir?
— ¡ Que no soy hermano suyo! Eso era lo que Gimena utilizaba para amenazarme.
—¿Cómo? No comprendo.
—Gimena no podía dejar las cosas estar. Tú nunca conociste a mi madre, ¿verdad? Mariano se divorció de ella porque era un poco alocada. Y muy bella. A Mariano siempre le gustaron las mujeres bellas.
»A mi madre le iban las juergas. Era una mujer salvaje. Le gustaba salir y divertirse, pero no podía tolerar esa conducta en el bueno de Mariano. Intentó envenenarlo una vez, creyendo que la estaba engañando con otra, y entonces se divorciaron. En cualquier caso, mi vieja y querida madre acabó en el manicomio.
»Gimena, cómo no, fue a verla. Y he aquí que mi madre le dijo que yo no era hijo de Mariano. Y Gimena...
¡bueno, ya sabes cómo era Gimena! Me provocaba, como la puta calientapollas que era, amenazándome continuamente. Aquella noche... supongo que perdí la cabeza.
»Ella fue la primera. Fue fácil. Y ahora... Soy un tipo brillante, ya lo sabes. No creo realmente que todas las rubias tengan que pagar. Es que a veces siento como un picor, simplemente, y tengo que rascarme... Y es mucho mejor cuando veo a una mujer gritando, suplicando por su vida —hizo una pausa—. Y después sangrando —añadió encogiéndose de hombros.
—Gas, yo nunca te he hecho nada.
—Bueno, te casaste con Peter. Con el hijo bueno. El hijo auténtico. Eso debería ser suficiente.
—Probablemente ya te ha descubierto, Gas.
—¿Tú crees? Yo no estoy tan seguro. ¡Habéis sido todos unos ciegos idiotas! — Gas retrocedió de nuevo y rebuscó en su bolsillo. Sacó la navaja y la abrió—. ¿Sabes? Con Gimena utilicé un cuchillo de trinchar came. Luego encontré a Harry Nore en la calle, pidiendo, y dejé el cuchillo en su sombrero. Resulté ser una buena idea, ¿eh?
Le pasó el canto de la navaja por la mejilla y luego fue bajando, deslizándolo por su cuello y por uno de los senos, por encima del sostén, sin hacerle sangre.
— Eres realmente bella.
—Por favor, Gas, no me mates —susurré Lali.
— ¡También hablas como la zorra puñetera de tu madre!
—Gas...
Él se levantó bruscamente, alargando la mano libre para poner a Madison en pie.
—Está bien. Te daré la misma oportunidad que le di a Kaila. Vamos. Convénceme de que mereces vivir.
Ella se quedó mirándolo, aterrorizada. Rafe la arrastré hacia sí.
—¡Oh, vamos, Madison! Engaña al genial Kyle. Hazme el amor. ¿No te gusta sentir esto? ¿Sentir la navaja contra tu garganta?
Solo tenía que girar los dedos y la mortífera hoja se hundiría en su cuello. Madison cerró los ojos.
Pensó en KyIe, gritando su nombre en silencio. Creyó oir su voz y abrió los ojos.
Kyle no la había llamado, no con palabras. Pero, para su asombro, Madison lo vio. Estaba completamente inmóvil, agachado entre los arbustos. Se acercó un dedo a los labios al ver que ella lo miraba.
— ¡ Rafe! — susurré Madison.
La navaja se movió levemente.
— Haré lo que tú quieras — musité ella con voz ronca.
— Quieres conseguir tiempo. Eres patética.
—Quiero vivir. Deja... deja que me quite los pantalones. Déjame mostrarte cómo puedo hacerte el amor.
— Como vuelvas a huir, te clavaré la navaja en el corazón cuando te atrape.
—No voy a huir.
Rafe la solté. Madison se retiré un poco, mirándolo a los ojos mientras se bajaba la crema-llera del pantalón.
— ¡Muy bien, quieto! —ordené Kyle saliendo de los arbustos, apuntando a Kyle con su re-vólver del treinta y ocho.
Por un momento, Rafe se quedé paralizado. Fue el tiempo que Madison necesitaba para emitir un grito y correr hacia Kyle. Él la rodeé con el brazo libre, pero siguió apuntando a su hermano.
— ¿Madison? — murmuró.
Luego la miró durante un segundo. Un segundo que Rafe aprovechó para lanzar la navaja, que silbó por el aire. Alcanzó a Kyle en el bíceps derecho, haciendo que dejara caer el re-vólver.
Rafe se precipitó con furia hacia su hermano, empujándolo hacia el borde del agua. Mientras ambos hombres forcejeaban, Madison buscó desesperadamente la pistola de Kyle por entre la vegetación, sin encontrarla. De repente, se oyó un golpe seco.
Madison miré hacia los dos hombres. Uno de ellos se levantó. En la semioscuridad, no se veía cuál de ellos era. Madison se irguió lentamente, observando, sin apenas respirar, esperando.
Luego oyó sirenas. La policía había llegado.
El hombre siguió avanzando hacia ella. Era Kyle, comprendió Madison con una debilitante sensación de alivio. Kyle, cubierto de barro, con el brazo sangrando profusamente, aunque él no parecía darse cuenta.
— ¡Oh, KyIe! —Madison se apresuré a abrazarlo—. Oh, Kyle, Kyle, vámonos de aquí. La policía ha llegado, pero no he podido encontrar la pistola. Si Rafe se levanta... —La pistola no es necesaria —dijo Kyle con voz cansada.
— Pero...
—No volverá a levantarse. Le he roto el cuello. ¡Pero, sí, vámonos de aquí! —KyIe se quité la chaqueta y envolvió a Madison con ella.
En sus ojos había reflejado un inmenso dolor. Madison quiso decir algo.
—Oh, Kyle...
—Salgamos de esta oscuridad —contestó él, besándole la frente.
—¿Cómo nos encontraste? —susurré Madison
—Por arte de magia. Seguí tus sueños. Mi esposa es una bruja.
—Oh, Kyle...
—Y no querría que fuese de otra manera.

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