Wednesday, August 26, 2015

capitulo 41

¿Habría revelado su rostro el intenso alivio que sintió cuando, al abrir la puerta del salón, se encontró con Peter? El observó su vestido verde jade y su chaqueta. Lali se quedó mirándolo impotente, con las pupilas dilatadas y un nudo en la garganta. Peter tenía el pelo húmedo aún de la ducha, y llevaba un traje increíblemente elegante con un suéter gris plateado. Su aspecto era devastadoramente sexy, tremendamente masculino.
— ¿Nos vamos? —sugirió él mirándolos a todos para, volviéndose a Lali añadir —. Supongo que te pondrás un abrigo, ¿no?
Tendria oportunidad de hablar con él durante el trayecto, pensó. Pero no fue así. Los cinco subieron juntos a la limusina. Enseguida llegaron al único restaurante de los alrededores en el que Alejo se sentía a sus anchas. Para cuando entraron Lali ya estaba desesperada por conseguir hablar a solas con Peter. Le tiró de la manga y susurró:
—Peter...
—Este no es el lugar apropiado —respondió él secamente.
  Lali retiró la mano angustiada. Estuvo observándolo durante toda la cena Sus ojos brillaban fríos, pero él charlaba animadamente.
  Lali miró para arriba al acercarse un grupo de personas a su mesa y pararse a saludar a Peter. Una Alta rubia, de enormes ojos cafe, se la quedó mirando abiertamente para, al final, sonreír Luego, alargó una mano hacia ella.
—Creo que nadie nos ha presentado, Lali.
—Maria...
  Lali sonrió poniéndose en pie. Se sentía muy bajita al lado de ella.
—Estoy muy contenta por vosotros dos —le confesó Maria con una calidez y una sinceridad que parecían auténticas.
—Es una mujer encantadora —comentó Alejo cuando Maria se fue—. Es un misterio para mí que no esté casada. Esa tontería de ser una profesional… creo que... es la dueña de una de esas empresas de decoración, ¿no?
—Sí tiene un estudio de decoración interior que vale unos cuantos millones— respondió Peter.
— ¡No puede ser...! —exclamó Alejo perplejo.
  Lali estaba destrozada. Maria era guapa, tenía éxito en los negocios, era verdaderamente encantadora. Peter debía compararlas constantemente, y ella siempre saldría perdiendo. Tally y Agustin salieron a bailar. Un caballero mayor de una mesa cercana llamó a Alejo, que se fue a charlar con él. Peter se apoyó sobre el respaldo de la silla y observó a  Lali en silencio.
—Estás enfadado conmigo...
—Vamos a tomar el aire… —respondió él levantándose bruscamente de la silla.
—Peter... Agustin vino a mi habitación a pedirme disculpas por todo lo que me había hecho —musitó Lali mientras él la ayudaba a ponerse el abrigo en el vestíbulo.
—Estabas llorando -dijo él.
—Estaba enamorada de ti hace dos años y medio -respondió Lali respirando hondo. — Lo sé... -dijo Peter sin más, abriendo la puerta y guiándola afuera, donde todo estaba blanco-. No soy tonto — tras aquella afirmación se hizo el silencio. Lali se mordió el labio inferior hasta sentir el sabor de la sangre-. Pero eras muy joven -continuó Peter en un murmullo —. Era perfectamente posible que te olvidaras de mí y te enamoraras de él en el espacio de unas pocas semanas
— Pero no fue así... y Agustin sabía desde el principio que te quería a ti...
— ¿Se lo dijiste? -preguntó Peter mirándola perplejo-.Es la primera vez en la vida que mi primo me da pena.
—Esa es la razón por la que solo fuimos amigos.
-¡No es de extrañar que le diera a la botella como lo hizo cuando estaba contigo!
Tenerte y no tenerte -añadió
  Peter respirando fuerte-. Yo jamás habría soportado una relación como esa.
—Además me pasaba la vida hablando de ti — confesó Lali sintiéndose culpable. Yo no sabía lo que él sentía por mí, te lo aseguro. Esta noche él dijo algo que me inquietó, por eso estaba llorando. Dijo que... dijo que aquella vez, cuando viniste de viaje y te quedaste solo veinticuatro horas... dijo que creía que habías venido por mí.
—y es cierto — confirmó Peter rodeándola con un brazo y estrechándola mientras caminaban bajo la silueta de los árboles.
—Entonces, ¿por qué me rechazaste? -exigió saber Lali perpleja, con el rostro convulso por la fuerza de las emociones que la embargaban.
  Peter se quedó quieto y posó las manos sobre sus hombros. Sus ojos verdes brillantes estaban llenos de dolor y arrepentimiento.
— Necesitaba estar un tiempo sin ti para comprender lo que me estaba ocurriendo. Yo no había sido feliz con Belen, a pesar de haberla elegido... ¿cómo podía fiarme de mi propio juicio, después de un solo fin semana contigo? Apenas podía explorar mis propios sentimientos, nuestras familias estaban justamente enfadadas por la intimidad que habíamos compartido.
— ¿Estás diciendo que creías estar e...enamorado de mí? -preguntó Lali tan temblorosa que apenas era capaz de pronunciar las palabras.
—Tenía miedo de que se tratara solo de un capricho pasajero... y tú eras tan vulnerable... Tenía que marcharme, no podía hacerte ninguna promesa. No sabía si iba a volver.
—Pero podías haberme dicho la verdad -dijo Lali en tono de condena-. Podías haberme pedido que te esperara...
—Era tan arrogante que estaba convencido de que ni siquiera me hacía falta pedirlo -contestó Peter soltando una carcajada-. No estaba preparado para verte con Agustin, pero recordaba, por mis propias experiencias de la adolescencia, que no hay nada tan volátil y pasajero como las emociones de la juventud. Parecías tan feliz con él...
— ¿Dónde tenías los ojos? -preguntó Lali llena de lágrimas, con un nudo en la garganta-. Era terriblemente infeliz.
—Estaba muy enfadado... Y, aunque pueda parecerte extraño, tenía la sensación de que habías sido tú quien se había reído de mí... Había pasado seis semanas luchando
contra mi propio deseo de tenerte -confesó Peter con crudeza-. Y ahí estabas tú, de fiesta, con mi primo. Deseaba matarte, pero me dije a mí mismo que había tenido suerte de haber escapado por los pelos de un ridículo mayor. -No quería que supieras cuánto daño me habías hecho.
—Dios mío... -dijo Peter entre dientes, estrechándola con fuerza y tomando su cabeza entre las manos para mirarla con ojos verdes, intensos y posesivos-. Y ahora que te tengo de nuevo en mis brazos no voy a dejarte escapar.
La voraz boca de Peter tomó la de Lali. El sabor y la fragancia de él, su fuerza, la llenaban de excitación Lali se rindió, se abrazó a él. Peter no necesitaba que lo animara más. Alejo tosió haciéndose notar desde lo escalones del restaurante .Pero el beso continuó y continuó hasta que Agustin silbó desde la limusina, parada al otro lado del camino.
  Lali no recordó el camino de vuelta a Court. Para ella era muy importante que Peter hubiera vuelto a buscarla después de aquel fin de semana. Tanto, que no sabía ni dónde estaba. Entraron en casa. Lali iba medio flotando, del brazo de Peter. Hicieron un brindis de Navidad con los sirvientes reunidos en el Great Hall, riendo y charlando Peter hizo un discurso sobre cuánto apreciaba el trabajo de todos. Lali lo observó prestándole la atención exclusiva de una mujer enamorada.
Se dirigieron por fin hacia las escaleras Entonces el mozo de cuadras se abalanzó entre los sirvientes con expresión de preocupación.
—Me temo que la yegua va a parir muy pronto, señor. He llamado al veterinario pero está atendiendo a otro animal y como es su primer parto...
—Esta bien... yo iré a ocuparme de ella. No me esperes despierta —advirtió mirando a Lali.
—Puedo ir contigo…
—No tiene sentido que nos pasemos los dos la noche en vela —con Peter sacudiendo la cabeza.
  Lali se fue a la cama sola. Tal vez no fuera tan experta como Peter con los caballos pero aquel no sería el primer parto que veía. Aunque lo cierto era que Peter no la necesitaba constantemente a su alrededor. Solo un hombre enamorado habría deseado que lo acompañara.
Dos años atrás, sin embargo, si hubieran tenido tiempo, si se hubieran dado las circunstancias, Peter podría ha berse enamorado, de ella. Eso era duro de asimilar Sin embargo después de verla con Agustin. sus sentimiento hacia ella se habían desvanecido Desde entonces había vivido convencido de que se había acostado con Agustin, de que se había quedado embarazada de él... por no mencionar que la creía una ladrona.
  Peter había vuelto a entrar en su vida solo a causa de Alejo, y al principio lo había desganado darse cuenta de que aún se sentía atraído hacia ella. Luego, había llegado al convencimiento de que lo mejor era acostarse con ella para conseguir olvidarla. Y probablemente lo había logrado, se dijo Lali deprimida, de no haber descubierto que era la madre de su hijo.
La engañosa idea de que podía meterse en la cama de Peter y esperar allí su vuelta le sonaba de pronto imposible, solo de pensarlo le daba vergüenza. Lali se abrazó a la almohada melancólicamente. Jamás volvería a arrojarse en brazos de Peter.
A la mañana siguiente, su padre le llevó el desayuno a la cama. Ella se sentó y prácticamente le quitó la bandeja.
— ¡Papa… no quiero que me sirvas… no está bien!
—Bueno, ahora hay tantos empleados que lo más que tengo que levantar es el periódico. Quería hablar contigo. ¿Tienes ya vestido de novia? Supongo que es un poco tarde para preguntado. pero...
—No, no llegas tarde.
  Nicolas sonrió y le informó de que se alegraba, porque su deber era comprárselo. En aquellos días tenía buenos ahorros. Antes de que Lali se diera cuenta, su padre le había organizado las actividades de todo el día. Tenía que salir de compras a Exeter con su madrastra, a comprar el vestido más bonito que pudiera encontrar.
— ¿Y qué hay de los regalos? ¿Has comprado ya regalos para todos? continuó su padre sacudiendo la cabeza—. Lo ves, Peter no piensa en todo.
—A Peter jamás se le ocurriría pensar que voy por ahí, con menos de cinco libras en el bolsillo… ni siquiera podría imaginar tanta penuria... ¡Dios, si lo has llamado Peter, papá!
—Me sentiría como un idiota llamando de otro modo a mi futuro yerno. Como dice Alejo, tenemos que ir con los tiempos. Aunque es difícil romper los hábitos de toda una vida.
Según parecía, Peter había pasado la noche en los establos, había aparecido para desayunar a las siete de la mañana y se había ido a la cama. La yegua había parido sin problemas, pero Lali no pudo ver a Peter antes de marcharse de casa.
Aquel fue un día frenético. Lali se enamoró de un vestido de novia en la segunda tienda que visitaron. Tenía un top ajustado de escote bajo y un color marfil precioso.   Lali se miró al espejo y vio reflejado en él a una romántica princesa medieval.
Comprar los regalos de Navidad fue lo peor. Un libro sobre las nuevas costumbres para su padre, otro, de humor, para Alejo. Para Agustin, cigarrillos. Para Tally, un pañuelo de seda. Lali compró una blusa para Gimena mientras ella tomaba café. Y después Peter. Peter, un hombre que lo tenía todo. Lali arrastró a su madrastra de tienda en tienda para decidirse finalmente por un libro de poesía. Poemas de amor. Siempre cabía la posibilidad de que la inspiración produjera el cambio.
Era de noche cuando volvieron a Court, pero la mansión, rodeada de nieve, tenía las ventanas cálidamente iluminadas. Junto a la puerta, había un muñeco de nieve, algo poco frecuente en esa casa. Llevaba barba y gafas.
  Lali, que llevaba el día entero sin ver a Peter, estaba ansiosa por estar con él. Se apresuró a entrar en el Great Hall y vio a Agustin y Tally de pie junto a la chimenea, violentos y ruborizados, de modo que fingió no verlos.
— ¿Dónde está Peter? —le preguntó a su padre, que bajaba las escaleras.
—Sabes, no tengo ni idea —contestó Nicolas sorprendido.
—Dijo que tenía que hacer unas compras de última hora —explicó Agustin colocándose el jersey.
—Ha aprovechado que estabas fuera para salir —dijo Alejo cuando ella entró en el salón—. Se levantó a la hora de la comida, hizo el muñeco de nieve con Santino y después se pasó el resto de la tarde mirando por la ventana. No conseguí sacarle ni una palabra.
—Oh... —exclamó Lali pensando que Alejo exageraba.
El anciano continué quejándose de que Agustin y Tally no hacían más que besarse por los rincones, y luego volvió a su libro alegando que era mejor compañía. Al salir del salón su padre la esperaba.
—Gimena y yo queremos que pases esta última noche con nosotros, abajo. Es nuestra última oportunidad —añadió esperanzado—. Aunque, por supuesto, si tienes otros planes...
—No, no tengo otros planes —mintió Lali, ruborizándose—. Es una idea estupenda... Bajaré en cuanto acueste a Santino.
Sí, lo cierto era que tenía que mostrarse fría con Peter, no comportarse como una mujer enamorada, se reprochó.
A las once de la noche, estaba en la estrecha cama de las dependencias de la servidumbre. No parecía la misma habitación en la que había dormido de joven, pero sus cosas seguían ahí. Al día siguiente sería Nochebuena, el día de la boda. Seguía sin poder creerlo. Además era el día de su cumpleaños. Veintidós años. Sin embargo, en una fecha tan señalada, jamás nadie le había concedido demasiada importancia. Ni siquiera ella.
Alguien golpeó la ventana llamando. Lali se levanto sobresaltada y vio a Peter a la luz de la luna. Abrió la ventana sin vacilar.
— ¿Sales tú, o entro yo?
  Lali salió descalza por la ventana, pero se quedó helada al pisar la nieve. Peter se quitó el abrigo, la envolvió en él y la tomó en brazos. Lali no tuvo oportunidad de preguntar a dónde la llevaba, porque él estaba demasiado ocupado besándola. Se abrazó a él como si llevaran un mes separados y notó que la cabeza le daba vueltas.
  Peter la sentó en el antepecho de la ventana y levantó la cabeza. Respiraba profunda y sonoramente- Lali tardó en recuperarse.
— ¿Por qué caminabas de un lado a otro hoy mientras estaba fuera?
—Porque te habías ido en coche... Belen y Jenny tuvieron un accidente en un día como este —contestó Peter tenso.
¡Oh, demonios Peter., ni siquiera se me había ocurrido pensarlo! —suspiró Lali abrazándolo aún con más fuerza para consolarlo.
—Ha sido una estupidez —añadió él encogiéndose de hombros—, pero a veces puede caer un rayo dos veces en el mismo sitio. Por eso salí. Me estaba volviendo loco esperándote.
  Lali posó la frente sobre su hombro y olió su fragancia, Peter había estado preocupado por ella. Una ola de amor la embargó al recordar su infeliz matrimonio y eso la hizo sentirse generosa.
—Firmaré el acuerdo prenupcial, si quieres.
—Pero si solo era una broma, que al final se volvió contra mí... no tenía intención de que firmaras nada. Solo quería vengarme de ti por fingir que no eras más que una cazafortunas.
— ¿Vengarte? —repitió Lali abriendo enormemente los ojos y levantando la cabeza.
— Aquella primera noche, cuando volvía a verte, me dijiste que habías estado muy enamorada del padre de tu hijo... —explicó Peter escrutándola divertida Lali abrió la boca atónita—. Y lo dijiste con tal pasión… me lo dijiste a la cara, para picarme. Cuando comprendí que Santino era mío volví a acordarme de esa conversación, y entonces encontré por fin la respuesta a la pregunta que tanto me había torturado.
—Más me torturó a mí, que me había encaprichado de ti a los trece años —confeso Lali.
— ¡Lali…Lali...! —exclamó Peter abrazándola divertido.
—Decidí conseguirte como fuera... quería resarcirte por lo de Jenny —continuó Lali—. Fue una estupidez.
—No, no lo fue... me has bendecido con un niño que ha sido concebido en el amor — contestó Leo suspirando y obligándola a entrar de nuevo en la habitación—. Y como no quiero que concibamos a nuestro próximo hijo fuera de casa, será mejor que te dé las buenas noches, amor mío.
Peter la esperaba en el altar de la pequeña iglesia de la ciudad. Agustin parecía más serio de lo normal en su papel de padrino. Lali caminó hacia el altar del brazo de su padre, consciente, a cada paso, de la intensa mirada que Peter le dirigía.
Cada palabra de aquel servicio religioso tuvo para Lali un significado muy especial. Cuando intercambiaron los anillos, Leo retuvo su mano. SAntino se sentó entre los dos en el coche, de vuelta a Court. Las flores de su cabello fueron un gran entretenimiento para el niño, así que Peter tuvo que distraerlo. Lali era incapaz de hacer otra cosa más que contemplar su anillo y a su marido.
Al llegar a Court, un fotógrafo los esperaba. Tras posar casi en todas partes, dentro y fuera de la casa, Lali miro a Peter con ojos suplicantes.
—Jamás había tenido una foto tuya... ¿es que no te das cuenta? —dijo él.
—Creo que va a llenar el despacho de fotos tuyas, así podrá soportar estar todo el día sin ti —bromeó Agustin.
—Espero que no os importe que no vallamos —anuncio Peter después de la sesión fotográfica, enlazando los dedos con los de Lali y guiándola hacia la puerta principal.
— ¿Adónde vamos?
Un coche de caballos abierto y con cochero los espe raba. Lali se quedó perpleja.
—No hagas más preguntas, espera y verás.
Los caballos trotaron por el sendero que daba la vuelta a la casa y se detuvieron en el establo. Peter la ayudó a bajar del coche y la levantó por encima de uno de los boxers.
—Feliz cumpleaños. La yegua se llama Roba, pero el potrillo aún no tiene nombre. Son tuyos.
— ¡Pero si nadie hace caso nunca de mi cumpleaños!
—Yo sí —aseguró Peter—. ¿Cómo vas a llamar al potrillo?
—Joy.
Desde los establos, el coche volvió a girar por el camino que atravesaba la propiedad pasando por el bosque y subiendo por la colina.
—Cierra los ojos —rogó Peter.
Tras unos minutos, los caballos se detuvieron. Peter la tomó en brazos. Lali trató de ver algo, pero Peter la besó. Lali siempre cerraba los ojos cuando Peter la besaba. Cuando volvió a dejarla en el suelo, ella no estaba muy segura de tener los pies en la tierra, pero tampoco lo estuvo cuando abrió los ojos. Estaban en el Folly. pero había sido transformado una vez más, Por completo.
Solo que en esa ocasión se había transformado en un lugar cálido, acogedor y de buen gusto. Lali dejó que su vista vagara por la chimenea encendida, la mullida alfombra, los sofás y el precioso árbol de Navidad, y sintió que se le hacía un nudo en el estómago.
—Esto es lo que no quería que supieras que planeaba explicó Peter.
— ¡Oh, Peter!
—Ha sido Marisa quien ha hecho el milagro. Y es también la razón por la que insistí en llevarte a Londres. Quería que fuera una sorpresa.
Maria y su estudio de diseño de interiores. Arreglar el Folly para su noche de bodas, de eso era de lo que Peter y ella habían hablado.
—Es… —comenzó a decir Lali—... es la sorpresa más maravillosa que me ha dado nadie jamás.
— Fue el fin de semana más feliz que pasé en m vida—contestó él respirando tenso—. Y sin embargo huí por que tenía miedo de cometer de nuevo otro error.
—Yo solo tenía diecinueve años... —continué Lali con los ojos llenos de lágrimas— … no puedo culparle por dudar de que tuviéramos un futuro.
  Peter la atrajo hacia el sofá y l a hizo sentarse junto al fuego de la chimenea.
—Comencé a buscarte tres meses después de que te marcharas de Court,
—Pero, ¿por qué? En aquel entonces, tú pensabas que yo estaba esperando el bebé de Agustin.
—Sí. pero él no había salido a buscarte. Quería asegurarme de que estabas bien, porque me sentía culpable. Te había rechazado después de darte muchas razones para esperar algo más de mí —continuó Peter respirando profundamente, lleno de arrepentimiento—. Pero no pude encontrarte. Si habías dejado alguna pista. para entonces ya se bahía borrado.
— Las Lágrimas nublaron la vista de Lali, que no po dia dejar de imaginar a Peter buscándola sin éxito. Ella hubiera sido feliz de que él la encontrara. En aquel instante, Peter la abrazaba con tal fuerza, que apenas podía respirar,
—Los investigadores siguieron trabajando, pero yo me rendí, más o menos —confesó Peter serio—. Sin embargo después, hace un par de meses ¡bingo!, te inscribiste en el censo para poder votar. Dejaste de estar perdida.
— ¿Hace un par de meses?
—Antes de informar a Alejo. pedí un informe completo. Lo sabía todo sobre ti antes de llamar a la puerta de la casa de los Amadeo. Incluso me aseguré de que ellos no estuvieran esa noche —confesó Peter—. Traté de convencerme a mi mismo de que encontrarte no tenía por qué significar nada personal para mí, pero...
— ¿Pero?
— ¡Dios mío... me engañaba! Con solo mirarte una vez no deseaba otra cosa que abrazarte y llevarte conmigo a casa.
—Pero al principio no aguantabas la idea de que tuviera un hijo...
—Si al principio… cuando llegamos a Court ya se me había pasado. Pero entonces llegó Agustin, y todo fue un jaleo... o quizá fui yo el que se hizo un jaleo. De pronto no sabía a quien de los dos querías, estaba aterrado, tenía miedo de perderte.
—Peter... jamás podrías perderme... tonto —afirmó Lali temblorosa, acariciando su mejilla—. Te amo locamente; ¿es que no lo sabías?
¿Y acaso yo debilité tanto tu autoestima que tampoco tú sabes cuándo un hombre te ama locamente? —preguntó Peter levantándola en brazos y subiéndola por las escaleras.
—Jugaste conmigo, Peter.
—Tú no estabas dispuesta a admitir que me amabas.
— ¿Y por qué no lo admitiste tu?
—Traté de demostrártelo por todos los medios posibles —protestó él a la defensiva—. ¿Es que no viste lo feliz que estaba el día que te pedí que te casaras conmigo?
—Me lo dijiste, no me lo pediste.
—Habíamos malgastado demasiado tiempo separados, no podía esperar ni un segundo a hacerte mía.
  Lali observó el candelabro y la cama festoneada de encaje de la planta de arriba.
—Desde luego es lo suficientemente grande para dos.
— ¿Es que oíste eso? —preguntó Peter—.¡ No me extraña que sospecharas! Maria no hacía más que tomarme el pelo: ¿qué clase de cama?, ¿qué clase de sábanas? Le dije que hiciera lo que quisiera.
—Y entonces, ¿qué hiciste con Maria aquella noche, hasta las dos de la madrugada?
—Nos separamos hacia las once estuve por ahí, conduciendo, pensando en ti.
  Lali enredó una mano posesiva en sus cabellos y volvió a preguntar:
—Entonces, ¿con quién tenías una cita? Aquella primera noche dijiste que tenías una cita.
—Fue una bravuconada —confesó Peter contento, dejándola sobre la cama—. Tenía una cena de negocios —. debería haber comprendido que acabarías por pescarme.   Lali se alzó y lo besó. Peter se tumbó junto a ella con una sonrisa que la derritió —Te adoro, señora Lanzani Ser romántico contigo no me cuesta nada.
  Lali se tumbó tentadoramente, suspirando, y preguntó sin la menor vergüenza:
— ¡Más niños?
—Para mí eres perfecta —sonrió Peter.
—Y tú pata mi —susurró Lali
Las ropas fueron cayendo al suelo, y las frases se fueron haciendo cada vez más inconexas hasta que, finalmente, se desvanecieron ante la pasión que los arrastró a celebrar su amor.
A las seis de la madrugada, salieron de la cama y probaron la cena que habían dejado la noche anterior. Peter o había planeado todo tan bien, que tenían hasta ropa para cambiarse. Unidos, caminaron de vuelta a Court en la oscuridad y fueron a ver a Santino. que seguía dormido.
 Nicolas había colocado los regalos bajo el árbol. Lali y Peter intercambiaron sus regalos Lali recibió un montón de cosas y a cambio, le tendió a Peter un único paquete con cierta culpabilidad. Cuando Peter comenzó a exclamar, alborozado de recibir tal regalo, Lali le dio un puñetazo en las costillas. Peter la atrajo hacia sí y borró su rubor con un beso largo y apasionado, poco apropiado para el Great Hall.
— ¿Qué cómo te amo? Deja que cuente —leyó Peter del libro con los ojos brillantes, puestos sobre lali, que no dejaba de desenvolver regalos—. Sí... podría amarte así.
  Santino bajó en pijama. Echó un vistazo al coche de juguete y ya no tuvo ganas de abrir nada más. Condujo por el vestíbulo tocando el claxon y entró en la habitación de su abuelo.
— ¡Abuelo… abuelo!
—La felicidad de los niños en Navidad…! —comenté Leo riendo-. Apuesto a que Alejo se está tapando los oídos con la almohada.
Diez minutos más tarde, Lali seguía abriendo regalos. Joyas, una enorme caja de cosméticos, otro abrigo, una pila de libros, un montón de cosas bonitas, insignificantes. Peter lo había comprado todo para ella.
— ¡Oh Peter… y yo solo te he comprado un libro! — gimió Lali.
—En realidad estas navidades no me ha ido nada mal, amor mío —contestó Peter satisfecho, a trayéndola a sus brazos—. Te he conseguido a ti... y a Santino.
  Lali alzó los labios para encontrarse con los de él.
— ¡Como volváis a hacer eso a estas horas del día me voy a la cama! —los amenazó Alejo vestido con una bata roja de lana. Se sentó en una silla junto a la chimenea, Nicolas. con su inmaculado uniforme, se colocó detrás—. ¡Oh, vamos Nicolas ! ¡Siéntate, por el amor de Dios! Somos viejos, no vas a quedarte ahí de pie con tu rodilla artrítica. Bien, ¿dónde están mis periódicos? Fin

7 comments: