Sunday, August 23, 2015

capitulo 25

—Así que por fin te has dado cuenta, ¿eh? —contestó Agustin—. ¿Y no lo sabes? Hace dos años y medio, yo esta ba enamorado de ti.
— ¿Qué? —dijo Lali dándose la vuelta atónita.
—Oh, sí —insistió Agustin con amargura—. No es que me enorgulleciera conformarme con las sobras de mi primo. Por desgracia, Peter no dejó gran cosa, ¿no crees? En aquellos días tú eras una zombi, eras como un caparazón andante sin nadie en el interior. ¡Me utilizaste para salvar tu orgullo ante Peter!
  Lali enrojeció de vergüenza. Era cierto. En cierto sentido lo había hecho. Era cierto que había vivido obsesionada con su propia agonía, que había estado por completo ciega, que no había visto ni lo que ocurría delante de sus narices.
—Lo siento, Agustin... lo siento de verdad —consiguió decir Lali llena de lágrimas, con un nudo en la garganta, esforzándose por volverse de cara a él.
—Olvídalo. Quizá, si no hubieras estado embarazada de Peter, te habría convencido de que te casaras conmigo, y eso habría sido un grave error. No, no te molestes en disculparte… si te hubieras casado conmigo, habría tenido que encerrarte y tirar la llave cada vez que Peter viniera a visitarme. Llevas tanto tiempo siendo suya que dudo que alguna vez puedas ser de otro.
— ¡Ya no es así! —se apresuró Lali a protestar.
— ¿No? —preguntó Agustin sarcástico, hiriendo un poco más su ya maltratado ego—. Solo te queda el orgullo, Lali, es la verdadera razón por la que no le dices a Peter que él es el padre de tu hijo. Hasta a mí me das pena por lo que vas a tener que afrontar. Rasca un poco y descubrirás en  la moral y los viejos valores de un dinosaurio. Tener un hijo ilegítimo sería para él lo peor, y te aseguro que es uno de los tipos más incapaces de perdonar que he conocido jamás.
  Agustin se marchó por el corredor, y Lali se agarró a la puerta para no desmayarse presionando la frente contra el cristal. Un brazo amigo la agarró por la espalda —Deberías irte a la cama..., tienes mucha fiebre como siempre que pillas un resfriado.
  Lali se volvió confusa y observó a su padre.
— ¿Papá?
—Me gusta mantener en privado mi vida —dijo Nicolas, sosteniéndola por el oscuro corredor—, Hace casi dos años, Lali. No quería saludar a mi hija y a mi nieto por primera vez delante de mi amo. No era ni el momento ni el lugar pero sigues siendo mi hija, y nada puede cambiar eso.
—Pensé que estabas enfadado conmigo... —contestó Lali con lágrimas en los ojos.
—Todos cometemos errores, . Tú… yo. Quizás si hubieras hablado conmigo antes de huir, habría podido ayudarte.
Angie apoyó la cabeza sobre su hombro. Era difícil. Él era más bajo que ella, pero aquello era lo más cercano a un abrazo Samuel no era un hombre efusivo, las de- mostraciones de afecto lo cohibían. Posiblemente esa había sido por la que se habían mantenido alejados cuando ella se había ido a vivir a Deveraux Court. Sin embargo Angie lo veía cambiado, sus rígidos principios se habían suavizado, y no podía dejar de preguntarse por qué.
—Te mandaré a Emily ¿quieres? —ofreció Samuel al llegar arriba, a las dependencias de los sirvientes—. Te ayudará a meterte en la cama.
—No, no será necesario —contestó Lali tensa—. No molestes a Gimena, enseguida estaré bien. Buenas noches, papá... y gracias.
La cabeza le daba vueltas. Tenía náuseas, frío, estaba mareada. Apoyo una mano sobre la pared para guiarse y, de pronto, tras escuchar unas rápidas pisadas, sintió que se mareaba y la cabeza se le iba.
  Peter parecía acercarse a cámara lenta hacia ella. Lali se tambaleo, pero enseguida un par de manos la sujetaron mientras caía al suelo. Fue Peter quien la tomo en brazos, Peter la última persona a la que vio antes de que todo se pusiera negro. Y fue a Peter a quien escuchó decir:
—Tranquilo, Nicolas... yo me ocuparé de esto.
—Lali no se lo va a agradecer si llama al médico, señor —aseguró Nicolas con voz distante mientras Lali salía de lo que, suponía, era un sueño delirante—. Ella detesta que se arme tanto jaleo, y probablemente mañana ya estará bien,..
— ¿Probablemente? —lo interrumpió Peter, exasperado—. Puede que tenga una neumonía...
—No lo creo, señor. La primera vez que tuvo tanta fiebre como hoy nos dio un buen susto, pero es que ella siempre pilla los catarros así. Por favor, no se preocupe usted. Gimena va a meterla en la cama, y se quedará con ella toda la noche...
—He dicho que yo... ¿es que necesito carabina? —preguntó Peter.
—El señor Alejo dijo una vez que mi hija necesitaba un guardaespaldas las veinticuatro horas del día, y yo estoy de acuerdo con él, señor.
  Lali se fijó en Peter en los tensos minutos que siguieron. Estaba irritado, enfadado. Pero la réplica de su padre era espléndida.
—Estoy preocupado por ella.
—Es usted muy amable, señor… pero no hace falta que se tome más molestias.
No, no necesitaba tomarse tantas molestias. Si Agustin tenía razón. Peter tenía otra mujer en su vida. Lali volvió a sumergirse en el sueño.
Cuando abrió los ojos de nuevo, la cabeza ya no le daba vueltas, se sentía mucho mejor. Sin embargo tenía mucha sed. El sol naciente se colaba por la ventana, por el hueco de las cortinas, dibujando la silueta de una figura alta, de pie, junto a la ventana. Era Peter, con su traje, inmaculado, su camisa y su corbata. Lali trató de sentarse y él se giro en su dirección.
El corazón comenzó a latirle de tal modo, que apenas podía respirar. Los brillantes ojos verdes de Peter estaban llenos de energía, de fuerza de voluntad. Aquellos ojos la penetraban como un cuchillo. Entonces, Lali supo que aún amaba a Peter. No podía seguir engañándose. La afilada lengua de Agustin la había forzado a reconocer la verdad. No había cura posible, solo podía soportarlo con paciencia.
—Esta mañana, a primera hora, encontré a tu madrastra dormida en el sillón.
  Lali recordaba vagamente a Gimena haciendo algo a su alrededor, en medio de la noche. Ofreciéndole algo de beber y retirándose después entre las sombras. Las dos se
sentían incómodas, No era de extrañar, después de lo ocurrido, pero Lali sabía que tendría que arreglar aquel asunto si no quería que su padre se diera cuenta de que pasaba algo.

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