Friday, August 21, 2015

capitulo 11

— ¿Qué se supone que significa eso?
—Significa que cuando se trata de principios morales, los dos sabemos muy bien que tú no eres Pollyanna.
  Lali se puso pálida, como si Peter le hubiera pegado. Se refería a los robos. Peter hizo un movimiento impaciente con una mano y añadió:
—Trata de comportarte con naturalidad conmigo, Lali. Detesto la hipocresía... y todo este jaleo por una nimiedad... ¿de verdad crees que vas a impresionarme con ese teatro?
  Lali dio un paso atrás, entró en el dormitorio y cerro la puerta. Hubiera deseado volver a abrir, agarrar a Peter por el cuello y gritarle que no era una ladrona. Hubiera deseado proclamar su inocencia. Pero había rehusado ese derecho por voluntad propia hacía dos años. Solo delatando al verdadero culpable podría limpiar su reputación, y si lo hacía causaría un daño irreparable...
  Peter no habría permitido que una persona que hubiera delinquido, por muy arrepentida o reformada que estuviera permaneciera en casa de su abuelo. Habría llamado a la policía y la habría acusado con presteza, sin vacilar. En lo relativo al crimen y su castigo, no era en absoluto liberal.
En los paquetes había un guardarropa completo para el niño. Ropa interior, pijamas, camisas y pantalones todo con la etiqueta de un establecimiento de precios razonables, no como los juguetes que debían de ser muy caros. Lali suspiré y se llevó a Santino a la cama después de bañarlo. Su hijo estaba muy cansado, pero por fin dijo la palabra fatal que ella esperaba no tener que oír.
—Waf… ¿dónde está Waf?
—Waff no está, cariño, Lo siento —contestó Lali mientras Santino comenzaba a hacer pucheros y sus Ojos se llenaban de lágrimas, — ¡Quiero a Waff! —lloró el niño.
Tras quince minutos de lamentaciones, el ama de llaves fue a ayudar a Lali en sus esfuerzos por consolar a Santino, pero no consiguió nada. Entonces, entró Peter sin avisar. Llevaba corbata y chaqueta de etiqueta, estaba a punto de salir a cenar. Miró a Santino, en la cama, y dijo;
—Tu hijo sabe cómo conseguir lo que quiere.
—Eso no es justo, Peter —musitó Lali en tono de reproche.
  Peter suspiró, se sentó sobre la cama y sacudió al niño por los hombros para que le prestara atención.
—Santino... voy a por Waff.
—No hagas promesas que no puedes cumplir —intervino Lali.
Demasiado tarde. Su hijo había levantado la cabeza de la almohada y miraba a Peter con ojos esperanzados.
—Si Benjamin Amadeo quiere que lo lleve a los tribunales por una jirafa, lo haré —juró Peter poniéndose en pie.
—No seas tonto..., eso te llevaría toda la vida.
—Dame una hora... Benjamin parece una persona sensata
Atónita. Lali lo observó salir a grandes zancadas de la habitación, Santino se enderezó en la cama y se restregó los ojos,
— ¿Y Waff? —musitó con una ligera sonrisa.
—Espera y verás..., quizá...
  Peter estuvo de vuelta, sin embargo en menos de una hora. Atravesó la puerta con Waff bajo el brazo como si fuera una pequeña pero importantísima oferta de paz. Santino salió de la cama a toda velocidad se abrazó a las piernas de Peter y agarró a Waff posesivamente.
—Buenas noches —dijo contento, mientras Lali lo ayudaba a subir ala cama.
— ¿Como lo has conseguido? —preguntó Lali en un susurro.
—Amadeo se sentía muy violento, se desvivió por buscar la jirafa. Te manda sus disculpas por lo que él llama un «desafortunado malentendido» —contestó Peter  secamente, dando la vuelta para marchame.
— ¿En serio? —preguntó Lali, siguiéndolo hasta e pasillo—. ¿Y qué más dijo?
—Me temo que ahora no tengo tiempo para contártelo.
  Lali observó la chaqueta de etiqueta y recordó la cita.
—Llegas tarde otra vez.
Los ojos verdes de Peter brillaron escrutándola. Luego contestó:
—Mañana tengo que irme a Bruselas unos días. Tendrás la casa para ti sola hasta el jueves.
  Peter bajó las escaleras y Lali oyó el portazo desde la distancia. Luego, entró a ver a Santino. Estaba dormido, con Waff. Lali se preguntó con qué mujer se habría citado Peter. ¿Le gustaría jugar? No, los juegos eran para las adolescentes, para las personas inseguras. Y jamás resultaban atractivos cuando se los reconocía como lo que eran
  Lali yacía en la cama despierta a primeras horas de la madrugada, Peter no había vuelto a casa, y era evidente que no iba a volver... ¿por qué se esforzaba inconsciente mente por estar atenta a cada ruido? Un hombre guapo, atractivo sexy y rico como él tendría a cuantas mujeres quisiera, no volvería a casa a medianoche.
  Lali encendió la luz y miró el reloj. Eran casi las dos. La casa estaba en silencio. Necesitaba algo de lectura para pasar el tiempo, así que salió de la cama y buscó la bata. Enseguida, se dio cuenta de que, con tantas prisas. Se la había dejado en casa de Mercedes. Necesitaba comprar muchas cosas pero solo tenía cinco libras. Además las navidades estaban al caer, y aún no le había comprado nada a Santino.
  Lali bajó las escaleras y entró en la biblioteca. Para su sorpresa, los libros estaban en griego. Estaba buscando entre las revistas, tratando de encontrar algo más ligero, cuando la puerta se abrió, Lali se sobresalto
— ¿Qué estás haciendo tú aquí? -preguntó Peter escrutándola de arriba abajo sin miramientos.
—Buscaba algo para leer
— ¿En mí mesa? —volvió a pregunta, Peter secamente

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