Saturday, August 29, 2015

capitulo 14

Lali se sobresaltó al oír la voz de Peter. Casi sin aliento, se dio la vuelta. Se dirigía a ella con una actitud bastante familiar. Llevaba unos vaqueros viejos, ajustados a sus caderas y potentes piernas y una camisa blanca de algodón de manga corta, con los botones de arriba desabrochados. Parecía el rey de la jungla buscando una presa.
Muy sensual, pensó Lali, luchando por apartar su mirada de aquel físico tan impresionante. Increíblemente sensual. Exhibía una actitud relajada, indolente, muy seguro de sí mismo. Se sentó en el borde del parapeto, sin importarle lo más mínimo a la altura a la que se encontraba.
-Te vi desde la torre. Pensé que todavía estarías en la cama -admitió él.
-Soy bastante resistente -replicó Lali, pensando que le daba igual que pudiera caerse, aunque prefería que no se moviera.
-Veo que eres una mujer muy comprometida con tu profesión -comentó Peter, mirándola con sus ojos brillantes como el safiro-. Pensar que antes me lavabas las camisas, y me las encogías.
Lali se sintió avergonzada al recordar la atracción que había sentido por aquel hombre en la adolescencia. Algo que no era de extrañar, porque era un hombre guapísimo. Peter podía poner en ridículo a cualquiera de los dioses griegos en comparación, porque era un hombre que poseía una fuerza y energía difícil de igualar.
-¿Hacía yo eso?
-Siempre me pregunté si las cocías -musitó Peter.
-Esas quejas tendrías que habérmelas dicho en su momento.
-Sin embargo eras una cocinera maravillosa.
-¡Me gustaba cocinar tanto como me gustaba fregar el suelo de tu cocina! -mintió. Y no se sintió a gusto mintiéndole, porque seguro que él se había dado cuenta.
Pero la verdad, lo único que sabía hacer en la adolescencia eran las labores del hogar, porque había sido educada para ser una buena esposa. Aquél era el destino que había trazado su padre para ella. Una forma de vida en la que el lugar de la mujer era la casa, haciendo los trabajos más duros y complaciendo cualquier deseo de su marido. Aquello fue lo primero que aprendió, a pesar de que ella siempre intentó mantener su identidad. Recordó que incluso cantaba mientras fregaba el suelo de la cocina. En aquel tiempo, había pensado que lo sabía todo. Había pensado que Peter era diferente, porque le pedía las cosas por favor y le daba las gracias. Había estado dispuesta a abandonar todo, con tal de estar a su lado. Durante los seis meses que vivió con él, no la habrían sacado de Cerdeña ni a la fuerza.
-Yo intenté convencerte para que siguieras estudiando -le recordó él.
-¡Deja ya el pasado en paz. Me pones enferma! -espetó Lali, dándose la vuelta.
Lo cierto era que él había querido que fuera a un colegio en Florencia. ¡Florencia! Los Esposito palidecieron al oír aquello. ¿Qué clase de marido enviaría a su mujer a un colegio? Ella sabía leer, escribir y aritmética, ¿qué más quería? Tampoco a ella le había apetecido marcharse a una ciudad que no conocía, donde todos los demás estudiantes se iban a reír de su ignorancia, aparte de que no iba a poder estar cerca de Peter.
En su inocencia, incluso le había preguntado a Peter si se iba a marchar a Florencia con ella. Él le había contestado que sólo la visitaría de vez en cuando, porque los compromisos de su trabajo se lo impedían. Aquél fue uno de los primeros intentos de
Peter de poner fin a un matrimonio tan ridículo. Se había dado cuenta de que ella se había encaprichado de él y que separándose lograría una mayor independencia.

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