Friday, January 15, 2016
capitulo 13
Justo entonces oyeron un golpe terrible en una de las contraventanas. Asustada,
Lali dio un salto hacia atrás.
-Tranquila... ha sido sólo un balonazo -dijo Peter haciendo un gesto hacia la
calle-. Mira, son esos dos niños que estaban jugando.
Pero Lali no le escuchaba. De repente se dio cuenta de que Peter la apretaba contra él con ambos brazos y que había estado muy cerca de besarla. Y lo
que era aún peor: no podía negarse a sí misma que había deseado ese beso con toda su
alma.
Se alejó de su lado precipitadamente, llevándose las manos a sus ruborizadas
mejillas.
-¡Vete de aquí y no vuelvas nunca más! -gritó.
Peter maldijo por lo bajo en griego.
-¿Se puede saber qué es lo que te pasa? -preguntó acusadoramente.
La poca dignidad que a aquellas alturas le quedaba a Lali se desvaneció como
por ensalmo. Maldita sea: ella le había alentado y él lo sabía. Aquel hombre debía
sentirse tan frustrado y anhelante como ella misma. Se sentía presa de sentimientos
contradictorios, a punto de perder el control de sí misma.
-No tengo por qué darte explicaciones -dijo, y se precipitó hacia la puerta
principal-. Quiero que te vayas y que no vuelvas nunca más. Si lo haces, te echaré al
perro.
Sorprendentemente, Peter se echó a reír en aquel tono profundo y oscuro que
le era tan peculiar, mirándola como el lobo que acecha a su presa.
-Me parece que ese perro me matará a lametazos... ¿y tú? -preguntó enarcando
irónicamente las cejas.
-¡Márchate! -grito Lali casi desesperada, ruborizándose hasta la raíz del pelo.
-¿Y tú? -repitió Peter enfatizando cada sílaba-. Creo que por alguna extraña
razón, lo que acaba de suceder, aunque a mí me parece que no ha sido nada, a ti te ha
puesto excesivamente nerviosa... casi pareces aterrorizada.
Lali sintió náuseas: nunca antes la habían calado tan bien. Se sentía observada
tan de cerca como un insecto bajo el microscopio.
-¿Por qué permites que lo que no es más que deseo legítimo te avergüence?
-continuó Peter suavemente-. ¿Por qué no te permites sentir placer?
-¿Placer?
-A mí me parece -respondió mirándola intensamente, a punto ya de marcharse-,
que cuando la ambición y el deseo se unen, el resultado no puede ser más placentero.
Tras dejar caer aquella última ofensa, salió de la casa y se encaminó
tranquilamente hacia la limusina. Los dos niños que habían estado jugando al fútbol
trataban sin éxito de entablar conversación con el impasible chófer. Peter se
detuvo a charlar con ellos con una naturalidad que a Lali le pareció desconcertante.
Turbada por su propia fascinación, cerró dando un portazo.
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