Monday, January 11, 2016

capitulo 77

Ha estado muy bien cariño. Cuando Lali levantó los dedos del piano el atractivo americano que se apoyaba en él no disimuló su admiración hacia ella. ¿Conoces una que es así? -silbó una canción un poco desafinada, y volvió a su asiento, después de que ella le respondiera con una sonrisa. A esa hora el bar solía estar lleno de gente, y algunos le pedían sus canciones preferidas. No le pagaban bien, pero se las arreglaba para vivir, y además en breve tenía un par de entrevistas de trabajo. Por lo tanto sobrevivía. Llevaba un mes apartada de la vida de Peter. Había aprendido a estar ocupada todo el tiempo, y así estaba tan cansada que dormía toda la noche sin pensar en nada. Se había apuntado a un curso de informática, miraba los avisos de trabajo del primero al último, y había escrito a varios de los que parecían estar a su alcance. Y todos los días rogaba que fuera un día en el que no pensara en Peter. Pero lamentablemente el tocar el piano no le servía de mucho en ese sentido. Por lo tanto cuando Lali alzó la vista y vio a Peter a unos pasos de ella, pensó al principio que no era una imagen real, sino una mala pasada de su fantasía. Siguió tocando, pero sus ojos no se apartaron de él. - Toca para mí – dijo Peter. Lali había dejado de tocar el piano sin siquiera darse cuenta. Su corazón dio un vuelco. ¿Cómo y por qué le había seguido el rastro? - Por favor... – murmuró; sonaba extraña esa palabra en él. - ¿Qué quieres que toque? – preguntó Lali como si se tratase de un cliente cualquiera. - Cualquier cosa. - ¿No puedes decir el nombre de algún compositor? - Chopin. Tocó algo de Bethoveen, porque sabía que le daría igual. Peter se quedó al lado del piano todo el tiempo, algo que a Lali le molestó. - ¿Qué quieres? – dijo ella, tensa, mientras veía al dueño del establecimiento que los miraba, con recelo por la confianza que se estaba tomando el cliente. El camarero me ha dicho que a las nueve tienes un descanso. - No para compartirlo contigo. Peter había dejado un estuche de joyería forrado en piel sobre el piano. - Es el collar de tu abuela. - ¡Lo he vendido! - Te lo estoy devolviendo. - ¡No lo quiero! ¡Y quiero que te vayas y que me dejes sola! - ¿Es este caballero un amigo suyo, señorita Esposito? – el encargado se había acercado a ellos. - No. - Si estuviera en su lugar no haría caso a esa mentira – le advirtió Peter al encargado-. Su pianista es mi esposa. - ¿Es cierto eso? Lali hubiera querido gritar que era una farsa, pero estaba segura de que Peter iba a seguir su disputa. Por fin asintió con la cabeza. - Y está a punto de hacer una pausa... – agregó Peter.

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