Saturday, January 23, 2016

capitulo 40

-Veo tu dedo gordo -contestoPeter secamente-. ¿Qué tontería de pregunta es ésa? Roja como un tomate, Lali dio un salto al ver que él se soltaba la corbata. -¿Vas a quitarte la ropa? -Sí, así estaré más cómodo. -E.. entonces mejor me marcho. De... de todas formas tengo que buscar cubos para el agua -se disculpó Lali cobardemente mientras se precipitaba hacia la puerta. Sólo de imaginarse el cuerpo semidesnudo de Peter provocó que le recorriera por todo el cuerpo una corriente de excitación. Se disculpó a sí misma diciéndose que aquella inesperada reacción era producto de la tensión acumulada en las últimas horas. Volvió a lamentar no haber llevado a Peter al hospital, aunque sabía que hubiera resultado inútil intentar convencerle. Cuando iba a por el cubo y la fregona, se le ocurrió que lo mejor sería buscar un antiséptico para la herida de Peter. Temía que fuera más grave de lo que parecía, pues casi estaba segura de que, aunque fuera por unos breves instantes, había perdido el conocimiento después de la pelea; recordaba muy bien que se había quedado con los ojos cerrados, pues aquellas increíbles pestañas que tenía casi rozaban los pómulos... ¡Santo Cielo! ¿Qué demonios le estaba pasando? Peter ya se había metido en la cama cuando ella volvió al cuarto. Parecía que se había dormido. Casi sin atreverse a respirar, Lali se quedó mirándolo un largo instante, fascinada por la fuerza que emanaba de él incluso cuando yacía inmóvil. De repente se dijo que sería mejor dejarse de bobadas e intentar despertarle, no fuera a ser que tuviera de verdad una conmoción cerebral. Se acercó a la cama y le sacudió ligeramente el hombro desnudo; apartó la mano de inmediato, como si se hubiera quemado al contacto con aquella piel ardiente. Peter abrió por fin los ojos. -Me has manchado de sangre toda la almohada -consiguió articular Lali. Tenía la garganta completamente seca. -Te compraré una nueva. -No hace falta que me compres nada... y estáte quieto -le conminó-, quiero ver cómo tienes la herida. Ayudándose de un paño de cocina, y procurando disimular su nerviosismo, Lali le limpió la sangre de la cara; de repente, él alzó una de sus manos y le rodeó delicadamente la muñeca. -Estás temblando como una hoja. -Te podían haber apuñalado o algo parecido. Me pongo enferma sólo de pensarlo... Te aseguro que podría haberme enfrentado a ese chico yo sola... -A mí me parece que no. Entre todos ellos podían haberte arrastrado a un callejón oscuro, y después... -No pienso darte las gracias por lo que hiciste: si me hubieras dejado en paz, nada de esto habría sucedido -afirmó Lali enérgicamente-. Me hubiera quedado en el hotel hasta acabar el turno y después el camarero me hubiera traído en coche a casa. Vive muy cerca.

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