Thursday, January 14, 2016
capitulo 9
-No tengo la menor idea -replicó Lali con los ojos relucientes de ira como dos
chocolates.
-Ahora eres una mujer libre...
«Esto no puede estar pasándome a mí», se dijo Lali incrédula. Procuró
mostrarse firme, no dar la menor muestra de debilidad ante aquella mirada implacable.
Recordó un instante de hacía unos seis meses: él la había sorprendido mirándolo,
y tomándoselo como una invitación, le devolvió una mirada cargada de puro y simple
apetito sexual. No había sido mas que un segundo, pero había bastado para que a
Lali se le revolvieran las entrañas.
Mil y una veces se había dicho que no habían sido más que imaginaciones suyas.
Que todo lo que aquel arrogante griego sentía por ella no era más que pura
indiferencia. A veces conseguía enfadarla por su descortesía, pero llegaba a entender
semejante comportamiento, pues, a diferencia de Leland, Peter nunca hubiera
exhibido a una mujer, por hermosa que ésta fuera, en una reunión de negocios.
-Y por eso -continuó Peter con la seguridad de un hombre que estaba
acostumbrado a conseguir lo que deseaba-, ahora te quiero en mi vida.
Era evidente que ni se planteaba que ella fuera a rechazarlo. Le estaba
demostrando bien a las claras la consideración en la que la tenía. Al darse cuenta de su
infinito desprecio, Lali estuvo a punto de perder el autocontrol.
-¿De verdad cree que puede presentarse aquí y decirme...?
-Sí -la cortó Peter impaciente-. Déjate de jueguecitos, ya me he dado cuenta
de que no te soy indiferente.
Lali sintió que la recorría una furia sorda de la cabeza a los pies. Aquel tipo
debía creerse un dios. Y sin embargo, reconoció que la primera vez que lo vio, se había
quedado fascinada por él. Pocas veces había visto a un hombre tan atractivo, y nunca a
ninguno que a la vez fuera tan inteligente, que emanara semejante aura de poder.
Sin embargo, nunca se había sentido atraída por él. De hecho, la mayoría de los
hombres no le gustaban, pues era incapaz de confiar en ellos. Nunca ningún hombre la
había visto como un ser humano, con emociones y sentimientos; normalmente la
consideraban poco más que un trofeo del que alardear delante de otros hombres.
Siempre había sido así desde que era una adolescente, y Peter no
había hecho más que comportarse como todos los demás. Y, sin embargo, no podía
entender de dónde nacía esa amarga desilusión que recorría su ser.
-Estás temblando... ¿por qué no te sientas? -Peter le señaló un sillón. Como ella
no se moviera, se la quedó mirando reprobadoramente-. Tienes ojeras, y has perdido
peso, además. Deberías cuidarte más.
Lali se propuso no perder los nervios, no darle a entender lo humillada y dolida
que se sentía. Aquel hombre no sólo se presentaba por las buenas en casa de Liz para
espetarle un montón de inconveniencias, sino que además esperaba que ella se arrojara
agradecida a sus pies.
-Su interés por mi bienestar es improcedente e innecesario, señor Lanzani
-replicó orgullosamente. Decidió sentarse, pues de lo contrario temía no poder contenerse y soltarle un par de merecidos bofetones a aquel insolente.
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