Friday, January 15, 2016
capitulo11
Lali logró contenerse haciendo un enorme esfuerzo de voluntad. Deseaba
matar a aquel hombre, pero ni siquiera era capaz de articular palabra. Nunca antes
había sentido semejante furia, por lo que no tenía ni idea de cómo manejar aquella
situación.
-Sin embargo, creo que lo que más le gustaba a Leland era presumir delante de
sus amistades: «Fijaros, tengo a una rubia y tres veces más
joven» -continuó Peter en el mismo tono-. No creo que fuera demasiado exigente en
la cama, ¿verdad? Ya no era ningún crío.
-Eres... eres el ser más vil y despreciable que he visto en mi vida -siseó Lali
apartando la vista de él.
-Y yo creo que puedo serte muy útil. Necesitas a alguien como yo -sin previo
aviso, le colocó las manos sobre los hombros, obligándola a mirarlo.
-¡Eso es una estupidez! -exclamó Lali forcejeando para liberarse de él.
¡Quítame las manos de encima!
-¿Por qué estás tan enfadada? Ya te he dicho que me haré cargo del préstamo
-dijo Peter calmosamente-. Pero si tú no quieres... Sé que los abogados de Coulters
se han puesto en contacto contigo.
La sola mención de la deuda fue como un chorro de agua fría para Lali.
-No puedo pagar ese dinero -confesó al fin. Estaba tan pálida como una estatua
de cera-. Ni siquiera una mínima parte.
-¿Por qué te preocupas tanto? -preguntó Peter-. Anda, siéntate, no vaya a ser
que te caigas redonda. Te repito que no tengo la menor intención de pasarte factura.
Por cierto, ¿puedo preguntarte para qué necesitabas ese dinero?
-Tuve algunos problemas financieros -murmuró evasivamente, protegiendo una
vez más a su padre, como siempre había hecho.
Intuía que semejante debilidad por parte de su progenitor no sería bien recibida
por un hombre tan fuerte. Exhausta y avergonzada, volvió a dejarse caer en el sillón.
Por primera vez se sentía auténticamente asustada ante Peter. En
cierto modo, él la poseía, tal y como Leland la había poseído una vez, pero al contrario
que el anciano, Peter esperaba algo muy concreto a cambio. No se había dejado
engañar por sus palabras, ni por su suave voz: en menos de diez minutos la había
convertido en una especie de títere.
-No suelo hablar de dinero con las mujeres -dijo Peter con suavidad-, y, desde
luego, es algo de lo que no pienso volver a hablar contigo.
Lali se estremeció incrédula ante aquella perfecta personificación del
millonario caballeroso. Recordaba muy bien cómo solía comportarse en las reuniones de
negocios con los ejecutivos que estaban a sus órdenes. Parecía un poderoso rey entre
simples peones: aquellos hombres, tan bien preparados y trajeados, sudaban como
condenados sólo con que él los mirara, acatando todas sus órdenes sin rechistar y
temblando de miedo si él fruncía el ceño. Indudablemente, no soportaba tener a idiotas a su alrededor.
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