Sunday, January 17, 2016
capitulo 16
Desesperada, Lali había acudido a Leland Coulter en busca de consejo. Tras
escucharla, él le propuso un arreglo: cubriría todas las pérdidas de su padre a
condición de que ella se fuera a vivir con él. Desde el primer momento había sido muy
claro respecto a las condiciones del trato: no quería sexo, solamente presumir, llevar
una espléndida mujer del brazo, que ésta presidiera las cenas que organizaba y que le
acompañara donde quiera que fuese.
Todo aquello no le había parecido demasiado a Lali, quien, además, le estaba
realmente agradecida por que le hubiera prestado el dinero y salvado así a su padre.
No se dio cuenta de la trampa en que se estaba metiendo; de hecho, ni siquiera supo
que Leland estaba casado hasta que vio los titulares de un periódico sensacionalista en
el que se arrastraba su hasta entonces intachable reputación por el fango.
-Jennifer y yo rompimos porque ella tenía una aventura -admitió Leland a
regañadientes cuando Lali le echó en cara habérselo ocultado-. Tenerte a mi lado
hace que no me sienta como un estúpido.
Y a ella le había dado tanta lástima que decidió permanecer a su lado mientras la
pareja libraba una encarnizada batalla legal para repartirse sus propiedades. Jennifer
y Leland pelearon sin tregua ante los tribunales hasta que, justo una semana antes de
la vista del divorcio, a él le diera un infarto; y en aquel momento de crisis, la única
mujer en la que él había pensado era en su esposa.
-Vete, déjame solo -le había susurrado patéticamente a Lali desde la cama del
hospital-. Necesito a Jennifer, ¡No quiero que te vea aquí!
Aquello le había dolido, pues, por insólito que pareciera, sentía cierto afecto por
Leland. No era en absoluto un hombre malo, tan sólo egoísta, como todos los que había
conocido antes que él, y esperaba sinceramente que volviera a ser feliz con su
Jennifer. Sin embargo, la había usado no sólo para curar su vanidad herida, sino, lo que
era mucho peor, como arma para castigar a su mujer infiel. Y eso Lali no podía
perdonárselo, como tampoco podría perdonarse a sí misma haber estado tan ciega
como para consentirlo. Se juró a sí misma que nunca, pasara lo que pasara, volviera a
permitir que la utilizaran.
A la mañana siguiente, muy temprano, Lali ayudó a Liz a hacer el equipaje. Su
amiga iba a pasar una temporada en casa de unos conocidos, en Devon. Sentía un gran
alivio al pensar que Lali cuidaría de la casa, ya que el año anterior, durante una de
sus ausencias, unos vándalos habían irrumpido en el estudio destrozándolo todo.
En cuanto su amiga se marchó, Lali se encerró en el cuarto de baño donde pasó
una hora maquillándose cuidadosamente y vistiéndose con especial esmero. Iba a darle
a Peter una lección que nunca olvidaría.
A media mañana buscó la única joya que le pertenecía. Se trataba de un
brazalete victoriano que había encontrado a los once años, en la caja de costura de su
madre. Sin duda, lo había escondido ahí para evitar que su marido, que siempre andaba corto de dinero, lo empeñara. Después de hacerlo siempre se sentía terriblemente
avergonzado, pero para entonces era demasiado tarde como para recuperar aquellas
humildes joyas. Lali lo sabía muy bien, así que mantuvo aquel brazalete bien
escondido durante todos aquellos años.
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