Wednesday, January 20, 2016
capitulo 28
-No puedo dejarle sola en semejante estado -Peter la miró como esperando
que se produjera una milagrosa recuperación.
Lali enterró el rostro en su hombro, sintiéndose mortificada. Demasiado débil
y enferma como para resistirse, pero no para odiarlo.
-No quiero ir a ninguna parte contigo -insistió entre toses.
-Pues no he visto a muchos voluntarios dispuestos a sustituirme... ¿Por qué estás
Iloriqueando de ese modo? -preguntó impaciente. Se detuvo un instante en el
recibidor para apartarle el pelo de la cara y obligarla a que lo mirase-. Me desvié de mi
camino porque sabía que estabas enferma. Me sentía obligado a pasarme para ver si
todo iba bien.
-No estoy lloriqueando -protestó Lali.
-Pero te diré que la verdadera razón por la que quería venir era para devolverte
tu dinero y para decirte que no tenía la menor intención de insistir más.
-¿Y por qué no hiciste eso?
-Porque estabas tirada en el suelo, delirando y con más manchas que un dálmata.
¿Acaso es eso justo? Lo que pasa es que yo no voy por ahí lloriqueando.
-Yo tampoco -repitió Lali.
Peter la llevó hasta la limusina y la dejó en uno de los asientos, como un
enorme bulto con el que no tuviera la menor relación.
Lali se dio cuenta que no estaba sola: enfrente vio a una hermosa pelirroja,
con una diadema de diamantes, vistiendo un espectacular traje de noche, y que se le
quedó mirando perpleja.
-¿Has pasado la varicela, Natalie? -preguntó Peter.
Era Natalie Cibaud, una famosa actriz francesa que acababa de trabajar en una
superproducción americana. Por lo visto, a Peter no le había costado mucho
consolarse, pensó Lali mientras les escuchaba discutir en francés. No entendía
nada, pero a las claras se veía que la mujer se iba enfureciendo cada vez más, mientras
que Peter se mantenía muy frío. Angustiada se dio cuenta de que estaban hablando
de ella.
-¡Llévame a casa! -le pidió con voz ronca.
-Manténte al margen -le espetó Peter-. Todo esto no tiene nada que ver
contigo: ninguna mujer me ha controlado nunca.
Pero por desgracia para él, aquella era una batalla perdida. Cuando resultó
evidente que no iba a dar respuesta a ninguna de las demandas de Natalie, ésta hizo
que la limusina se detuviera, e impetuosamente se marchó, no sin antes decirle algo
muy hiriente en su lengua.
-Me imagino que te habrá encantado esta escena -comentó Peter gélidamente
mientras el coche arrancaba a toda velocidad.
Pero Lali se limitó a mirar inexpresivamente el asiento vacío frente a ella.
-No entiendo el francés -dijo, cerrando los ojos de nuevo.
Peter murmuró una maldición entre dientes y se dispuso a llamar por el
teléfono móvil. A pesar de su debilidad, Lali no pudo reprimir un sentimiento de triunfo: aquel arrogante a quien deseaban casi todas las mujeres de la ciudad, se había
visto chasqueado por dos de las más deseadas del momento en menos de cuarenta y
ocho horas. Eso le enseñaría una lección. Poco a poco se sintió incapaz de seguir
pensando en nada más, hasta que llegó un momento en que se sumió en una
inconsciencia febril.
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