Thursday, January 28, 2016

capitulo 63

Yació largo rato, atormentada por los remordimientos: no había sido justa con él, se repetía una y otra vez, Liz tenía toda la razón. Se había pasado de lista aparentando ser lo que no era. No dejaba de preguntarse por qué aquel hombre tenía sobre ella una influencia que ningún otro había tenido jamás. De repente, se abrió la puerta y Peter apareció en el umbral. Estaba descalzo y despeinado, y la miraba apretando la mandíbula con una expresión feroz que no le había visto antes. Llevaba unos vaqueros de color negro y una holgada camisa blanca desabrochada. -¡Ahora lo sé todo -murmuró arrastrando las palabras-. Por desgracia, estoy demasiado borracho como para pilotar el helicóptero. Lali se incorporó en la cama, a la defensiva. Peter había bebido demasiado, y eso le daba un aire desvalido que le llegó al corazón. Se levantó de un salto, asiéndole por el brazo. -Ven, túmbate -le rogó. -¡No en esa cama! -replicó con súbita furia-. Ahora mismo la quemaría. Lali se dio cuenta de que su despectivo comentario acerca de sus dotes como amante le había dolido en lo más hondo. ¿Acaso era esa la razón por la que se había emborrachado?», se preguntó mientras tiraba de él. -¡Acuéstate! -le gritó desesperada por su obstinada resistencia. Por increíble que pudiera parecer, Peter la obedeció de inmediato, como si le hubiera puesto una pistola en el pecho. Tenía un aspecto lamentable, parecía el ejemplo viviente de que, como rezaba el viejo proverbio, las mujeres eran el auténtico sexo fuerte. Se había derrumbado por completo al fracasar en un terreno en el que se enorgullecía ser un consumado maestro. Lali se tendió a su lado, dispuesta a confortarlo. -Lo estabas haciendo muy bien justo hasta ese momento -lo consoló-. No pensaba en serio eso que te dije. No debes culparte... -¡El culpable es Leland! -la interrumpió Peter. -¿Le... Leland? -repitió Lali más confundida que nunca. Peter soltó una parrafada en griego-. En inglés, por favor... -¡Es una babosa! -estalló, mientras sacaba del bolsillo del pantalón una hoja de fax. Lali se la quitó de las manos, extendiéndola cuidadosamente. Forzando la vista, reconoció su propia firma al pie de aquel documento, aunque la luz era tan escasa, por no hablar de su nerviosismo, que fue incapaz de descifrarlo. -Leland se aprovechó de tu estupidez... -¿Cómo dices? -preguntó Lali con los ojos como platos. -Sólo una persona realmente ignorante en cuestiones financieras podría haber firmado un documento como ése... y ni siquiera el peor de los usureros habría fijado unas condiciones para el préstamo tan draconianas como las que te impuso ese bastardo.

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