Monday, January 25, 2016

capitulo 48

-El señor Lanzani la espera en el último piso, señorita Esposito. -¡No sabía que la limusina la enviaba él! ¡Esto es insultante! -se dio cuenta de que sonaba bastante patética, así que se mordió el labio, procurando controlarse. Todo lo ocurrido era culpa suya, tenía qué haberle preguntado al chófer a dónde la llevaba. Un guardaespaldas bloqueó la puerta hasta que llegaron al último piso. Lali salió a una gran estancia octogonal. No se trataba del apartamento que ella conocía, lo que no hizo sino aumentar su aprensión. Al otro extremo de la habitación una puerta se abría a una especie de salón con amplios ventanales por donde entraba la luz a raudales; otra puerta comunicaba con lo que parecía ser un invernadero o un jardín. El corazón le latía con fuerza en el pecho. Temerosa y expectante a la vez, se dirigió hacia el jardín en busca de un poco de aire fresco. Demasiado tarde se dio cuenta de que estaba en la azotea de un rascacielos; se quedó clavada ante la balaustrada, incapaz de moverse o de mirar hacia el suelo. -¡Vaya! No me digas que también tienes vértigo... -dijo una voz a sus espaldas. Lali sintió que unas manos le asían con firmeza por los hombros y la ayudaban a retirarse de la balaustrada. -No se me había ocurrido, pero podía haberte dejado en el borde hasta convencerte... Eso me pasa por querer ser un hombre honorable -dijo Peter llevándola otra vez al interior del edificio. -¿Qué demonios quieres decir con eso del honor? -preguntó Lali en cuanto consiguió recuperarse del susto. -Ten más respeto: para un griego eso es algo muy importante -le advirtió Peter. Lali se lo quedó mirando sorprendida; él le devolvió una fría mirada, que no retiró hasta que a ella se le hizo insoportable. Le estaba dando a entender que no era nada para él, y que no le importaba siquiera si vivía o moría. -Cada vez que nos vemos te encuentro más nerviosa -señaló Peter cruelmente-. Y más pálida y delgada también. Aunque sigues siendo muy guapa, no sé cuánto tiempo más va a aguantar el estrés al que te sometes. -A veces te comportas como un auténtico... -replicó Lali mientras el color volvía a sus mejillas. -Y lo más extraño de todo es que nunca antes me he portado así con ninguna mujer -la interrumpió Peter sin el menor remordimiento. Lo más humillante para Lali es que le seguía pareciendo el hombre más atractivo que había visto nunca. No podía desviar la vista de su rostro, ni olvidar la suavidad de aquel cabello negro como el ébano. Para empeorar las cosas, llevaba un traje gris plateado, el color que mejor le sentaba, de un corte impecable que no hacía sino resaltar su imponente físico. De todo su cuerpo emanaba una energía casi visible, mientras que, para su desgracia, cada vez resultaba más evidente su propia debilidad. -Tranquila. Esta vez quiero hacerte una proposición de lo más decente antes de que nos sentemos a comer -le confió Peter pasándole un brazo por la espalda para llevarla hacia el comedor-. Confía en mí... Te vas a sentir como si te hubiera tocado la lotería.

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