Monday, January 25, 2016
capitulo 47
A pesar de que sabía a lo que se enfrentaba, Lali decidió aceptar su oferta
porque necesitaba el dinero... y no sólo para reparar el tejado, sino para devolverle el
préstamo a Peter. Aunque tenía muy claro que el dinero no iba a darle ninguna
felicidad, sin él jamás conseguiría ser libre. Y lo que Lali deseaba más que nada en el
mundo era la posibilidad de tomar sus propias decisiones.
-¡Pero bueno! -exclamó Catriona al ver su expresión de derrota-. ¡Pero que le ha
pasado a la famosa Reina de Hielo!
Mientras hacía el equipaje, Lali se dijo que había sido Peter el que había
destruido para siempre aquella imagen al obligarla a enfrentarse a emociones que
hasta entonces le eran desconocidas... dolorosas, mortificantes. Deseaba con más
ahínco aún que Catriona volver a ser de hielo.
Lali abandonó la pasarela entre clamorosos aplausos. Estaba deseando quitarse
aquel aparatoso vestido que le apretaba por todas partes. Por fin había terminado
todo. Se sentía tan aliviada que estaba a punto de echarse a temblar. Nunca en su vida
lo había pasado peor.
Antes de que pudiera llegar a los camerinos se tropezó con Manny Di Venci, el
diseñador, un hombre enorme, completamente calvo.
-¡Has estado maravillosa! No, no, no te cambies todavía, ven conmigo -le instó,
llevándola a través de un oscuro pasillo-. Eres la mejor relaciones públicas que jamás
he tenido, así que te mereces seguir así de guapa en la comida que te espera.
Seguramente, pensó, Catriona había planeado que pasara la velada con algunos
VIPS a los que querría impresionar.
Salieron a un callejón donde esperaba un coche con la puerta abierta. Cuando se
sentó, se dio cuenta de que se trataba de una lujosa limusina con los cristales
ahumados. Vio que alguien había dejado en un rincón la bolsa con sus cosas.
Se sentía cada vez más incómoda con aquel traje de cóctel de un azul intenso. No
llevaba nada debajo del corpiño ajustado de amplio escote, y la falda, además de
estrecha, era excesivamente corta. No le apetecía mucho tratar con algún posible
cliente con aquellas pintas, pero se consoló pensando que aquella situación no duraría
siempre. En cuanto Peter apareciera en público en compañía de otra mujer, ella
pasaría al olvido automáticamente.
Cuando la limusina se detuvo, Lali salió en lo que parecía ser un aparcamiento
subterráneo. Horrorizada, empezó a pensar que la habían secuestrado, hasta que
reconoció a lo lejos la voz de uno de los guardaespaldas de Peter, lo que la hizo
sentirse aún peor.
-¿Dónde estoy? -le preguntó al sirviente que la esperaba en uno de los ascensores.
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