Wednesday, January 20, 2016
capitulo 26
Había recibido aquel consejo cuando precisamente empezaba a enfrentarse a las
consecuencias más terribles de su increíble belleza: las novias de los chicos que
conocía la odiaban; hombres hechos y derechos la acosaban para que saliera con ellos;
incluso los chicos de su edad, que normalmente se sentían intimidados cuando estaban
a solas con ella, después esparcían toda clase de calumnias. Habían pasado ocho años
desde entonces, y todavía estaba esperando a aquel hombre ideal.
Llevaba una hora en casa de Liz cuando sonó el teléfono. Era Catriona Ferguson,
la encargada de la agencia de modelos a la que pertenecía desde que cumpliera los
dieciocho.
-Tengo malas noticias -anunció sin más preámbulos-. El departamento de
publicidad de LFT Haircare nos ha comunicado que han decidido prescindir de ti para
la próxima campaña.
-Ya me lo esperaba -se limitó a decir Lali.
-Y me temo que no tenemos nada en perspectiva -continuó Catriona-. La verdad,
no me sorprende, ya que tu imagen está demasiado asociada a sus productos. Te
advertí de los riesgos que tenía firmar un contrato en exclusiva; ahora mismo, tienes
muy mala prensa.
Hacía un mes desde que se mudara de casa de Leland, y en todo aquel tiempo no
había trabajado ni una sola vez. Empezaba a resultar acuciante la necesidad de
ganarse la vida por otros medios, pues su cuenta bancaria estaba prácticamente a
cero. No podía culpar a Catriona de lo ocurrido; siempre le había aconsejado que se
decidiera a trabajar en desfiles de modas, pero la trepidante vida social de Leland y
su compromiso con él, le habían impedido aceptar cualquier compromiso.
Horas más tarde, aún seguía sentada en la salita de la casa de Liz, al lado de una
estufa, procurando poner sus ideas en orden. Lo único bueno que le había ocurrido
había sido librarse de Peter.
De repente notó un picor en el brazo; sorprendida, se fijó en que tenía una
especie de erupción en la piel. No creía que se debiera a que hubiera comido algo en
mal estado, pues en los últimos días apenas había sido capaz de comer nada. Se quedó
dormida en el sillón; cuando despertó horas más tarde, casi se arrastró hasta el
cuarto de invitados, cayendo de inmediato en un profundo sueño.
A la mañana siguiente se sentía todavía peor. Mientras se lavaba los dientes vio
que tenía otra erupción en la frente. Parecía varicela, se dijo; de repente se acordó
que hacía un par de días, una de los vecinas había dejado al cuidado de Liz a un niño
que tenía exactamente las mismas marcas en la cara.
Aprensivamente Lali examinó el resto de los síntomas: tos ronca, garganta
ardiente, fiebre... Fuera lo que fuese se sentía fatal, así que se volvió a la cama. Sin embargo, tuvo que levantarse enseguida para contestar el teléfono.
-¿Diga? -preguntó en medio de un acceso de tos.
-Soy Peter, ¿qué es lo que te pasa?
-Tengo... estoy resfriada -mintió-. ¿Qué es lo que quieres?
-Verte...
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