Saturday, July 18, 2015

capitulo 11

-¿Lali? – antes que ella pudiera evitarlo, Drew se inclinó con un movimiento rápido y le besó los labios entreabiertos -. Muy pronto te pediré que te cases conmigo, te guste o no – le prometió, recuperando la confianza -. Hace casi cinco años que perdiste a tu esposo. No puedes enterrarte con ese recuerdo. Y yo soy un hombre persistente.
Un segundo después se fue, caminando en dirección opuesta. Las lágrimas le llenaron los ojos y las olas de una reacción retardada la bañaron, destrozando su control. Drew era un hombre bueno, la esencia de un caballero a la antigua, declarándole su amor junto con el primer beso. Y ella era un fraude, un fraude completo... no la mujer que él pensaba, todavía guardando luto por su joven esposo y un matrimonio trágicamente breve. Drew la tenía sobre un pedestal.
La verdad lo destruiría. En perspectiva, también la destruía a ella. Durante dos años no fue nada... excepto la amante de Peter Lanzani. Mantenida a cambio de su capacidad para complacerlo en la cama. Peter nunca confundió el amor con el sexo. Ese error sólo fue de ella. Por eso no se designaba con el término cortés de “querida”. Las queridas de los millonarios comparten el escenario con sus amantes. Peter se aseguró que ella permaneciera tras bambalinas. Jamás sucumbió ante la urgencia de sacarla para exhibirla. No poseía la elegancia o la pose, mucho menos la distinción o la elegancia que él requería. Aun en ese momento los recuerdos la quemaban como ácido sobre la piel, lacerándola cada vez que tocaba las llagas.
Opciones. La vida se reducía a una serie de opciones. A los dieciocho, escogió ciertas opciones. O por lo menos, eso creyó. En realidad, las tomaron por ella. El amor acaba con la inteligencia y el orgullo, si abate a una mujer insegura. Antes de conocer a Peter, no hubiera considerado un error amar a alguien. Pero podía serlo, oh sí, ¡y qué error! Si el amado convertía el amor en un arma en tu contra, ese error te costaba lágrimas de sangre, reflexionó.
Desde siempre, Lali estuvo desesperada por inspirar amor. Al estudiar su pasado, sólo podía equipararse con una bomba de tiempo andante, programada para autodestruirse. A las pocas horas de nacida, su madre la abandonó y nadie volvió a saber de ella.
Creció en un orfanatorio, donde fue una de muchos. Soñaba tejiendo fantasías acerca de la madre que desconocía, que algún día iría a recogerla. Cuando esa esperanza se desvaneció en su adolescencia, soñó con una pasión devastadora.
Al salir de la escuela, a los dieciséis años, trabajó como ayudante en el orfanatorio, hasta que se cerró, dos años después. Los Gould eran parientes de la directora y le dieron el puesto de recepcionista en la galería de arte que administraban en Londres. Apenas le pagaban lo suficiente para vivir, sacando provecho de la capacidad de la joven de trabajar largas horas. Como la galería se mantenía abierta hasta muy noche, Lali se encargaba de cerrarla cuando ya sus patrones se habían ido a su casa. Peter entró una noche de invierno en que ella estaba a punto de cerrar. Se hospedaba en un hotel cercano. Salió a caminar, siguiendo un impulso, y sólo se cubrió con un impermeable echado con descuido sobre los hombros. Las gotitas de agua brillaban imitando cristales en su cabello oscuro y un aura de inmensa energía y confianza en sí mismo emergía de su persona, como una oleada. Entonces, Lali eligió su primera opción... hechizada por una fugaz sonrisa, dejó que ese hombre entrara en la galería.
Ahora, en el presente, un auto con chofer la esperaba a unos cuantos metros de la tienda que acababa de visitar. Ni siquiera se dio cuenta de hacia dónde caminaba. Alzó la vista y se encontró en la calle. La puerta del auto se abrió y Peter le cerró el paso. -Te llevaré a donde vayas – le ofreció.

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