Sunday, July 19, 2015

capitulo 14

Lali tenía la lengua pegada al paladar. Asintió en silencio y retrocedió ante la furia salvaje y el asco que leyó en las poco expresivas pupilas de ese hombre.
-Me lastimas – murmuró.
-Entonces te felicito por la actuación que te hubiera ganado un Oscar – la soltó, despectivo -. La costumbre te inspiró un extraordinario entusiasmo.
Se sonrojó hasta la raíz del cabello, subyugada por los recuerdos que jamás dejaba salir de su subconsciente. Recordar significaba odiarse a sí misma. Esa noche supo, en el fondo de su corazón, que nunca volvería a entregarse a Peter. Entonces, con una osadía poco común en ella, lo despertó cerca del amanecer, agobiada por una desesperación apasionada que sólo podía expresarse en el amor físico. Amar a alguien sin ser correspondido, le parecía la forma más cruel de sufrimiento.
-No recuerdo – mintió, despreciándolo con tanta fuerza, que le dolían las emociones sofocadas. Él sacaba a relucir sus defectos, volviéndola una desconocida ante sus propios ojos. La Lali que comprendía y perdonaba las locuras de los demás, había desaparecido; pagó un precio demasiado alto por amar a Peter.
-¿Por costumbre? – repitió él de nuevo, pero en un tono suave, aunque helado.
Por accidente, registró la joven, hirió su ego, removiendo las profundidades de una virilidad primitiva que rara vez, si es que alguna, la retaba el sexo opuesto. No era la única mujer que se comportaba como una tonta respecto a Peter. Otras llegaban a extremos vergonzosos para llamar su atención. Y aún más lejos, con tal de retenerlo. Esa reflexión le proporcionaba, sin embargo, un consuelo helado.
Las mujeres eran juguetes para Peter Lanzani. Las tomaba y las descartaba con facilidad. Nunca se permitió gastar una onza de energía en una hembra. Tenían su lugar en su vida... desde luego, porque actuaba como un macho con una potente carga sexual. Pero jamás les concedió un lugar en su mente, ni se interpusieron entre él y su fría inteligencia.
-Debo irme – dijo Lali de nuevo, no obstante, al mirarlo se sintió reacia a moverse.
-Como quieras – con desconcertante indiferencia Peter la vio recoger su bolso y salir del auto.
Ella cerró la puerta del coche y atravesó la calle. Estaba mareada. Todas esas mentiras, pensó; todas esa mentiras para proteger a Bruno. Aunque a Peter ya no era una amenaza para Bruno, respiraría más tranquila manteniéndolo en la ignorancia. APeter le disgustaban las complicaciones. Y un hijo ilegítimo sería más que eso.
Movió la cabeza. Aparte de un momento de peligro, Peter se comportó con excesiva... frialdad. No podía explicar qué esperaba... pero no eso. En el Savoy hubiera jurado que Peter estaba furioso. Sin duda, su imaginación la engañó. Después de todo, ¿por qué iba a enojarse? Cuatro años era mucho tiempo, se recordó. Y él nunca la quiso. A alguien que se ama no se le recuerda sin cesar que vive horas de felicidad prestada. Por lo menos, Lali sostenía esa opinión.
Su mente evocó su primer encuentro. Premió la presencia de Peter en la galería con una visita guiada par excellence. Nunca había estado tan cerca de un hombre soberbio, sofisticado y excitante.Peter, aburrido de su propia compañía, consintió en que lo entretuviera.
Le sonrió y ella perdió el seso, olvidando sus explicaciones. Para él no significó nada. Se fue sin ni siquiera decirle su nombre, pero le advirtió: “No deberías quedarte sola hasta estas horas de la noche. Tampoco deberías ser tan amable con desconocidos. Muchos hombres lo interpretarían como una invitación y no sabrías cómo manejarte”.
Bajó las escaleras y los ojos esmeralda la recorrieron por última vez. ¿Qué vieron? Una bonita y regordeta adolescente, torpe y obvia en su dolida desilusión.
En aquellos días, sin embargo, ella estaba llena de un radiante optimismo. Si él se había cruzado en su camino una vez, lo haría de nuevo. Pero pasaron dos meses antes que Peter reapareciera. Entró en la galería tarde, igual que antes. Sin hablar, observó las pinturas con patente desinterés mientras ella parloteaba, desbordándose en la amabilidad que él censuró en su primera visita. A medio camino hacia
la salida, se detuvo de pronto y la miró.
-Esperaré a que cierres. Quiero tener compañía – bromeó.

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