Wednesday, July 22, 2015

capitulo 41

Pero era demasiado tarde. Un dolor agudo le mordió el pie y ella lanzó un gemido. Peter avanzó una zancada, la cargó en brazos y la depositó en la silla más cercana, sosteniéndole el tobillo.
-¡Quédate quieta! – rugió -. O te enterrarás aún más el vidrio.
Los sollozos sofocaron el mal humor; permitió que le quitara el cristal y luego lo maldijo. -Sabía que harías eso.
-¡Suéltame! – chilló.
-¿Con todos esos vidrios en el suelo? Debes estar bromeando – se burló, amarrándole un pañuelo inmaculado alrededor del pie lastimado -. ¿Cuándo te inyectaron contra el tétanos?
-¡Hace seis meses! – escupió, enfurecida, fuera de todo control por la ignominia de su posición -. ¿Oíste lo que dije? ¡Me voy!
-¡Ni lo sueñes! – tomó una toalla que había caído al suelo y, ante su total incredulidad, la envolvió como si fuera una muñeca.
-No te atrevas a tocarme – le advirtió, sacando las manos -. ¿A qué te refieres con eso de que... “ni lo sueñes”? ¡No puedes mantenerme aquí en contra de mi voluntad!
De repente, Peter le quitó la toalla y, tomándola por sorpresa, la cargó, mientras ella luchaba con uñas y dientes, agitando los miembros. Se la echó al hombro.
-¡Bájame! – chilló, golpeándole la espalda con los puños -. ¿Qué crees que haces?
-Te pongo bajo mi cuidado por tu propio bien. Te portas como una histérica – la sentenció -. Y ya basta.
-¿Ya basta? – su voz se quebró por la incredulidad -. ¡Suéltame!
-Sta zita. Cállate – gruñó.
La fuerza de gravedad amenazaba con quitarle el sostén del bikini. Y Lali se preocupó más por mantenerlo en su sitio, que por golpear a Peter. Él se dirigió a la escalera de piedra que conducía a la galería del primer piso.
-¡Te odio! – sollozó la chica, lágrimas de mortificación, furia contenida y frustración llenaron sus ojos de repente.
Un minuto después, Peter la tiraba sobre la cama, al igual que un saco de papas.
-Y odiarme no te hace feliz, ¿verdad? – resopló con sorna -. Per Dio, ¿eso no te indica algo?
-Que eres el tipo más poco escrupuloso y civilizado con quien me he topado – le lanzó entre sollozos -. Y me voy.
-No te vas a ninguna parte.
-No puedes detenerme, y desde luego, no me obligarás a casarme contigo – asentó con nueva confianza, retorciéndose en la cama para tomar una bata transparente que vio sobre una silla, sintiéndose de repente demasiado expuesta en su diminuto bikini -. Y, ahora que Drew ya consiguió su precioso contrato, no seguirás chantajeándome.
-Lo firmará una hora después de la boda.
Lali se quedó paralizada. Temblorosa, se volvió. Los brillantes ojos verdes se enfrentaron a los suyos, casi como en un ataque físico.
-Preví la posibilidad de que esto ocurriera.
-¿Todavía... todavía no lo consigue? – apenas logró que la pregunta pasara por sus labios.
-Soy un malvado con muchos trucos en la manga – ronroneó Peter, semejante a un tigre jugando con su presa.
-No puedes desearme cuando yo no te deseo – exhaló ella.
-Ya probé que esa afirmación es una falacia – replicó, seco -. Y cuando lleguemos a nuestro destino en Inglaterra, mañana, no dudo de que tengas una mente más receptiva.
Todo lo que captó Lali fue esa palabra mágica.
-¿Inglaterra? – repitió -. ¿Regresaremos a Inglaterra después de la boda?
-Se acostumbra un cambio de escenario.
Evidentemente creía que, una vez que un anillo le adornara el anular, tendría el mismo efecto que una cadena atando a un esqueleto al muro de una prisión. Pero, ya en Inglaterra, no podría retenerla. En
cambio en Italia, carecía de pasaporte y no se arriesgaría a huir de una propiedad amurallada, vigilada por personal de seguridad, con la ayuda de una serie impresionante de aparatos electrónicos.

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