Saturday, July 18, 2015

capitulo 7

-Todavía espero que resuelvan sus problemas antes de que sea demasiado tarde – comentó en voz baja.
-¿Alguna vez se te ha ocurrido que Drew pueda tener un interés personal al visitarte cada fin de semana?
– preguntó Cande, aclarándose la garganta.
Lali la contempló como un pez fuera del agua.
-¡Oh, por el amor del cielo! – gimió Cande -. ¿Tengo que deletreártelo? Su comportamiento en el funeral levantó otras cejas, además de las mías. Si tú alzabas algo más pesado que una taza de té, cruzaba el cuarto para ayudarte. Creo que se ha enamorado de ti.
-¿De mí? – repitió Lali, azorada -. ¡Jamás oí algo tan ridículo!
-Podría equivocarme – dudó Cande.
-Desde luego que podrías – exclamó Lali con desacostumbrada vehemencia y las mejillas arreboladas por su incomodidad.
-De acuerdo, cálmate – suspiró Cande -. Pero sostuve una pequeña charla con él después del funeral. Le pregunté por qué sacó a relucir a otra viejecita para que te encargaras de ella...
-La señora Anstey es su madrina – exhaló Lali.
-Que enterrará a otra generación de cuidadoras – predijo Cande, pesimista -. Cuando te llevé a ver el apartamento, su cara momificada bastó para darme pesadillas. Se lo dije a Drew.
-Cande, ¿cómo te atreviste? Lo único que haré es ir de compras y prepararle la comida. No lo considero demasiado a cambio de ocupar el apartamento pagándole un alquiler simbólico.
-Por eso sospecho algo turbio. Sin embargo... – Cande se detuvo para aumentar el efecto misterioso -, Drew me aseguró que no necesito preocuparme ya que no cree que te quedes allí mucho tiempo. ¿Por qué crees que afirmó eso?
-Quizá supone que yo no le convendré a su madrina – gracias Cande, por darme otra preocupación, pensó, cansada.
Cande jugueteó con la carta del abogado entre sus dedos y de repente frunció el ceño.
-Si te mudas esta semana, no asarás unos días conmigo, ¿verdad? – resolvió, frustrada -. Contaba con tu cooperación Lali. Mi madre y tú se llevan a las mil maravillas y cuando la entretienes, deja de molestarme.
-La noticia tampoco me ha convertido en la favorita de Bruno – musitó Lali.
-¿Por qué no? Mis padres lo adoran. Lo consentirán a morir. Y, cuando te lo regrese, ya tendrás el apartamento organizado y se verá casi como un hogar. Me siento culpable por no poder ayudarte – le confió Cande -. Así soluciono el asunto.
-No te permitiré que...
-Somos amigas, ¿no? Resultará menos traumático para el niño. Pobrecito, toma las cosas muy a pecho – prosiguió Cande, persuasiva -. De este modo no estará aquí cuando entregues a Trébol al asilo de animales y tampoco tendrán que pasar una noche en un hotel, camino al apartamento de Drew. Me parece recordar que Bruno no se lleva muy bien con el ama de llaves.
-¿Me lo confiarías? – preguntó Cande de pronto.
-Desde luego...
-Entonces, el asunto está arreglado – declaró Cande.
El comentario de que jamás se había separado de Bruno antes, ni siquiera por una noche, murió en los labios de Lali. Bruno vivía fascinado en la granja. Habían pasado varios fines de semana con Cande los últimos años y, de esa manera, no perdería sus vacaciones.
Seis días después, Bruno la abrazó con entusiasmo y corrió al auto de Cande un segundo
después. Lali titubeó.
-Si me extraña, llámame – urgió a Cande.
-Ya no tenemos teléfono – le recordó Bruno -. Se lo dieron a los niños pobres de África, como todo lo demás.
En un minuto se fueron. Lali retrocedió para contemplar maletas y cajas entre lágrimas. No tenía mucho que enseñar de esos cuatro años. Las cajas quedarían en el garaje de Cande. Un vecino prometió llevarlas al apartamento de Drew la semana siguiente. Se limpió los ojos con exasperación. ¡Bruno estaría ausente diez días, no seis meses!

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