Tuesday, July 21, 2015

capitulo 31

El número de vestidos del guardarropa la mareó. La sirvienta, Giulia abrió otras puertas para mostrarle vestidos de noche, de deportes, informales, las filas de zapatos, la ropa íntima y los suéteres, agrupados por colores... Una ayuda para la mujer que no podía combinar los tonos.Peter le regaló un ajuar completo.
Esa extensa colección no se reunió de la noche a la mañana y sólo tenía una explicación. ¡Peter planeó llevarla a Italia durante meses! Al tocar un vestido de seda, Giulia la miró ansiosa y le enseñó otro, logrando disculparse con un gesto por el cambio sugerido.
-Grazie, Giulia.
-Prego, signorina – con entusiasmo, Giulia sacó ropa interior, zapatos y llevó todo al dormitorio. Lali reconocía un plan cuando se lo plantaban frente a los ojos. Giulia estaba allí para educarla, de la manera más amable, para que aprendiera a vestirse.
El reloj marcó las ocho de la noche. Había dormido casi un día completo y lo único que la preocupó fue una afirmación del doctor Scipione, antes de despedirse:
-A veces la mente olvida porque quiere olvidar. Cierra una puerta para autoprotegerse.
-¿De qué querría protegerme? – se rió ella.
-Pregúntese a qué le teme más y esa será la respuesta – sugirió -. Apuesto a que, cuando se enfrente a ese miedo, abrirá la puerta de sus recuerdos.
Alguna vez temió perder a Peter, pero como él le pidió que se casaran, la vieja inseguridad se desvaneció para siempre. Y ese vacío de su mente ya no le molestaba... a pesar de una irritante ansiedad que sofocaba con resolución.
Lali se sentó frente a un magnífico tocador estilo gótico y sonrió ante la familiaridad de sus joyas. Su reloj, con la fecha en que conoció a Peter, el collar de diamantes que le regalóla Navidad que pasaron en Suiza...
Desde lo alto de la escalera divisó la calva de Bernardo, abajo, en el vestíbulo.
-Buona sera, Bernardo. Do’ve Signor Lanzani?
Bernardo se apretó las manos y murmuró algo inaudible. De pronto, ella se volvió, con los ojos muy abiertos. Las voces airadas se amplificaban en los grandes espacios que los rodeaban.
Una de las puertas estaba abierta y una mujer morena increpaba a Peter, que se suponía estaba al otro lado del cuarto. ¿O acaso le rogaba? Costaba trabajo decirlo.
Lali se puso tensa. No tuvo dificultad para reconocer a Euguenia Suares. Era la única persona que podía discutir con Peter y seguir conservando su empleo. Habitaba un área nebulosa en la vida de su jefe, un híbrido entre vieja amiga y ejecutiva de la compañía.
Creció con él. Se amoldó a él. Agresiva, sin principios, se dedicaba a promover los intereses de Peter... con quien un día compartió la cama. Nadie se lo dijo a Lali. Nadie necesitaba decírselo. Euguenia formaba parte del pasado de Peter y sus ojos lo evocaban, esperando revivirlo, cada vez que lo miraba. -Tienes seis semanas para aburrirlo. Gózalas mientras puedas – se mofó la primera vez que Lali la vio -. Con Peter nadie dura más de tres meses y, con lo mal que te vistes, caramelo, tu presencia se convertirá en una dura prueba para él.
Peter hablaba en voz baja ahora. Euguenia soltó un sollozo estrangulado y escupió su respuesta en veloz italiano. Lali se alejó, avergonzada por no haberlo hecho antes y segura de ser la causa de ese drama. Ayer Peter anunció en público sus planes de casarse. Hoy Euguenia se los echaba en cara. Su dolor lastimaba a Lali como el de una hermana.
Peter era el sol alrededor del cual Euguenia giraba. No podía apartarse de ese astro, ni siquiera cuando la quemaba. Aunque sabía que sobrepasaba los límites que Peter fijara, seguía interfiriendo. Así era su rival:
necia, persistente, sin remordimientos en la enemistad. Algunas veces a Lali la perturbaba su similitud con Peter.

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