Tuesday, July 21, 2015

capitulo 32

Una puerta se estrelló contra su marco con estruendo. Bernardo había desaparecido. Lali no fue tan rápida. Euguenia se lanzó tras ella como un tiburón atraído por la carne cruda.
-¡Maldita! – la atacó -. No me creyó cuando se lo conté, pero regresaré para probárselo. Y, cuando consiga la evidencia, te tirará como una basura, porque jamás te perdonará.
-Euguenia – Peter estaba a diez metros, ágil como una pantera a punto de saltar.
-Quería ver de cerca de la única mujer honesta que has conocido – le indicó, con una mirada amarga -. Debe estar en la lista de especies en peligro de extinción. Y, caro – predijo al dirigirse a la puerta, sufrirás una indigestión.
Bernardo reapareció para facilitar la salida de Euguenia. Lali respiró de nuevo. Esa mujer la intimidaba con sus amenazas. ¿Qué cosa no había creído Peter? ¿Qué intentaba probar Euguenia? ¿Qué nunca le perdonaría?
-¿De qué diablos hablaba? – musitó, tensa.
-De nada que te concierna – replicó él, todavía vibrando por la ira.
Pero le concernía, razonó frustrada, mientras él le ponía un brazo posesivo sobre los hombros y la guiaba hasta un salón.
-Y Euguenia tampoco debe preocuparse – terminó.
-¿Por qué? – inquirió, incierta.
-Porque desde este momento ya no trabaja para mí – declaró Peter con una helada falta de sentimiento. Lali sintió que la invadía la culpa. Euguenia vivía para su carrera. Si ella no hubiera estado espiando en el vestíbulo, el incidente que enfurecía a Peter, jamás habría ocurrido.
-Está trastornada, Peter. ¿No deberías disculparla? – musitó después de una larga pausa, resintiendo el irónico giro del destino que la colocaba como única defensora de su enemiga.
-¿Qué te pasa? – inquirió Peter, con abrasiva incredulidad -. En la misma posición, te hubiera cortado la garganta sin titubear ni un segundo. Entra en mi casa, me insulta, te insulta... ¿y esperas que la disculpe? ¡No lo entiendo!
-Perdió la cabeza y eso no hubiera sucedido si... si... – titubeó bajo su escrutinio -, si no te amara.
-Prefiero vivir sin esa clase de amores – respondió, inconmovible.
-Algunas veces – musitó -, puedes ser muy duro, Peter.
-Lo cual se traduce en que soy un malvado insensible, ¿verdad? – siseó, apretando la mandíbula.
Nadie criticaba a Peter. Euguenia quizá discutía con él, pero no hubiera soñado en criticarlo. Sin embargo, Peter actuaba de forma incorrecta y ella estuvo tentada a aconsejarle que se tragara sus palabras. No debía tratar a Euguenia como una vieja amiga un momento y humillarla al siguiente. No se comportó con bondad al mantener a Euguenia a su lado, después de descubrir lo que sentía por él, porque sólo alentó las ilusiones de su secretaria.
-No dije eso – replicó, seca -. Y no me grites.
-No te grito. Me fascinas. Perteneces al género de los ángeles que tocan el arpa sobre una nube – se burló, ácido -. No posees la menor idea de lo que obliga a los seres humanos a actuar.
-Sólo afirmé que Euguenia merece un poco de compasión – replicó Lali, alzando la barbilla. -¿Compasión? Si estuvieras desangrándote a un lado del camino, ella vendería boletos para el espectáculo – sentenció -. Está medio loca porque yo no confío en ella. La conozco demasiado bien. A la primera oportunidad, te enterrará una daga en la espalda, aunque le cueste todo lo que tiene.
La carne se le heló ante la mortífera certeza con que él expresaba esa creencia. -El tema se cerró. ¿Bajarás a cenar? – concluyó, brusco.
-¿La recomendarás?
Hubo un silencio tenso. Peter se volvió para enfrentarse a los hermosos ojos negros que se clavaban en él, a la expectativa.
-Per amor di Dio... está bien, si es lo que quieres – explotó, perdiendo el último gramo de paciencia. Le costaba trabajo aceptar un compromiso. Un compromiso significaba un paso hacia el fracaso y éste era inimaginable para Peter. Lali paladeó su comida sin que su apetito disminuyera. Peter en cambio,
picoteó sus platillos, se quejó de la temperatura del vino y tamborileó sobre la mesa mientras lo servían, calmándose poco a poco y con dificultad.

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