Sunday, July 19, 2015

capitulo 16

Mientras deshacía el equipaje, se enfrentó al hecho de que tendría que recurrir al Seguro Social para mantenerse. Y, cuando Drew regresara de Alemania, le revelaría su pasado. Si lo que sentía por ella era un capricho, como sospechaba, se recobraría con rapidez. De cualquier modo, perdería una amistad que había llegado a valorar. Cuando cayera del pedestal donde la colocara, Drew la acusaría de engañarlo. El timbre sonó a las seis y media. Estuvo tentada de ignorarlo, pues quizá sería alguien más ansioso de mal interpretar su presencia en ese apartamento. Por desgracia, quienquiera que llamara, insistía de tal manera, que sus nervios estaban a punto de estallar.
Era Peter. Durante diez segundos, Lali creyó que alucinaba. Retrocedió, mientras su mano se apartaba de la puerta.
-¿Peter...?
-Ya veo que no has regresado a Peterborough todavía. ¿O era Peterhaven? No parecías muy segura de dónde vivías. Y no sabes mentir, cara. De hecho, mientes tan mal, que me maravilla que hayas tratado de engañarme. Sin embargo, te sentaste en mi coche y metiste, mentiste y mentiste...
-¿Lo hice? – exhaló, incapaz de inventar una respuesta más ágil.
-¿Sabes por qué permití que escaparas esta tarde’ – cerró la puerta con violencia de un manotazo.
-N-no.
-Si me hubieras dicho otra mentira, con el humor que tenía, te habría estrangulado – deletreó Peter -. ¿De dónde sacaste el valor para mentirme?
De donde fuera, ahora había desaparecido. Indefensa, lo contempló. Su estatura la intimidaba y poseía el oscuro esplendor de un príncipe del Renacimiento. También era igual de peligroso. Cuando se metió su bronceada mano en uno de los bolsillos de su pantalón, estirando la tela sobre sus duros muslos, ella cerró los ojos con fuerza para ignorar el atractivo sensual que la esclavizaba.
Pero, ¿realmente esperó permanecer indiferente al hombre que un día amó, cuyo hijo tuvo en terrible soledad?
Una mujer conocía a un macho como Peter Lanzani una vez en la vida... si tenía suerte. Y después, le gustara o no, medía y juzgaba a los demás con ese modelo. De repente aceptó que, en todos esos años desde que salió del apartamento en Manhattan, ningún otro hombre la había conmovido en el plano físico.
-¡Cristo, cara! – interrumpió el silencio con una exclamación ronca -. ¿En qué piensas? Te veo como si fueras a hincarte y rogar por la salvación de tu alma...
-¿Ah sí? – preguntó, alzando las pestañas. El juego se llamaba ganar tiempo haciéndose la tonta. ¿Qué quería de ella? ¿Qué mentiras identificó como tales? Dios santo, ¿sospechaba que tenía un hijo? ¿Cómo llegó a saberlo? Y ante esa duda, palideció.
Sin molestarse en responder, Peter abrió la puerta de la cocina y miró hacia adentro. ¿Qué buscaba? ¿Testigos indeseados? ¿A su esposo mítico? ¿O un niño? El pavor la invadió. Peter tenía fama de descubrir lo que otros pasaban por alto. De interpretar lo que estaba oculto. Si alguna vez hubiera estudiado los motivos de su desesperación, habría descubierto que estaba embarazada.
-¿Te divertiste obligando a mis guardaespaldas a seguirte durante tres horas esta tarde? – inquirió Peter, en un tono dulce, sacándola de sus lucubraciones cada vez más temerosas.
-¿Obligando a tus...? – al comprender, su incredulidad aumentó.
-Cero en observación, cara. No has cambiado. Vagaste en estado de sonambulismo, como si esperaras que ocurriera un accidente – revisó la sala, comprimiendo los labios -. No hay plantas, ni flores, ni encajes a la vista. O no has vivido aquí mucho tiempo, o él logró imponer su gusto. Dio, tuvo más éxito que yo...
Lali se sonrojó con esos comentarios acerca de su preferencia por detalles románticos, en oposición a la decoración moderna que Peter favorecía. Recordó momentos de rebeldía, de baños a la luz de las velas y una sobrecama bordada...
Las vastas diferencias entre ambos, aun a ese nivel, casi resultaban cómicas. Costaba trabajo encontrar dos personalidades más diversas. Sus sueños se centraban en el amor, el matrimonio y los niños.

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