Thursday, July 23, 2015

capitulo 47

Al salir, el sol bañó su rostro, reflejándose en el anillo de platino de su anular. Gaston le plantó un beso en la frente y le informó que Peter prohibió que lo imitaran.
En el auto, Peter la acercó a él y tomó su boca con el hambre desatada que antes había sofocado. Ella dejó caer el ramo y le rodeó el cuello con los brazos, entrelazando los dedos para formar una cadena y retenerlo.

Los violines cantaban en la sangre de Lali. Bailó, deslizándose sobre el suelo, en un torbellino de felicidad rosa.
-¿Lali?
-¿Mmm? – suspiró, soñadora, apoyada en el hombro de Peter. Abrió un poquito los ojos y se sorprendió al ver que la luz, reflejada por los candelabros del techo, era artificial. En un sueño, bailaba bajo las estrellas -. Las velas hubieran sido románticas – susurró, y después -: Estás pensado en los riesgos de un incendio y en el humo que emitirían los pabilos.
-Trato de no hacerlo. Sé lo que se espera de mí – le confió Peter y ella rió. Una mano le alzó la barbilla -: Es hora de que partamos.
-¿Partir? – repitió, sobresaltada.
Con el pulgar le entreabrió los labios, con un gesto que conmovía por su sensualidad. Una combinación de debilidad femenina y excitación quemó con su fuego los músculos tensos de Lali... igual que si él la hubiera sacudido con una descarga de alto voltaje.
-Partir – repitió, uniendo las sílabas -. De prisa – agregó.
-Todos siguen aquí – tembló cuando la mano que descansaba sobre su espalda la curvó para ponerla en contacto con la dureza de los muslos de Peter -. Oh.
-Como tú dices, cara... ¡oh! – murmuró -. Nuestros invitados bailarán hasta el amanecer sin mí. Y yo tengo otras ambiciones.
El cuerpo de la joven se disolvía en el círculo de sus fuertes brazos. Hubiera ido a cualquier lugar, hecho cualquier cosa con tal de que continuara abrazándola. Hasta el pensamiento de separarse para cambiarse de ropa, la asustaba. Empezaba a despertar de la neblina soñadora en que flotó durante todo ese día. Y el despertar la aterrorizaba.
¿Realmente fue tan necia para aferrarse a la convicción de que lo odiaba? No lo odió cuando lo vio al lado del altar. No lo odió cuando la tocó. Lo amó. Amor. La cegaba esa realidad. Sus emociones soportaron pruebas de dolor y desilusión, tiempo y madurez. ¿Por qué? Sabía el por qué; no tenía que contestar a esa pregunta. En el principio se encontró a Peter... y allí terminaba su historia.
La sacó del salón de baile, indiferente a las bromas picantes que provocaban a su paso. En la escalera, la moldeó a su cuerpo, la besó con urgencia, acariciándole las mejillas. Al principio el beso fue violento, luego se volvió lento, drogando a la joven con una sexualidad que la devastaba.
Al separarse, la condujo escalera arriba, con la cuidadosa precisión de alguien que duda que el paciente pueda bastarse por sí solo. Giulia la esperaba para quitarle el vestido.
Mientras la sirvienta la atendía, Lali se preguntó por qué se engañaba de esa manera. Hacía casi siete años, entregó su corazón a Peter y ese corazón todavía le pertenecía a él. No podía sofocar su amor, porque era parte de su ser. Dejar a ese hombre fue como desgarrarse el cuerpo y el alma.
Te necesito, le susurró una vez en Suiza. Esa admisión, dicha en la oscuridad de la noche, la conmovió de modo total. Hubiera caminado sobre brasas con tal de oírlo repetir esas dos palabras. Pero nunca volvió a musitarlas, ni siquiera se le ocurrió, pues estaba seguro de que lo adoraba... y perdió el interés de conquistarla.
Pronto empezó a recordarle que lo que poseían no duraría para siempre. La hirió con crueldad terrible. La enseñó a sufrir insomnio, a enfermarse por una palabra indiferente, a sentir pánico si no la llamaba por teléfono... a vivir cada día con ese miedo espantoso de perderlo. Por dentro, aunque no se veía, la mató poco a poco.
-Casi te destruye – la regañó Julia -. No estás hecha para soportar a alguien como él. Pero actuaste
como debiste, protegiendo a Bruno. Así que felicítate por tener tanto sentido común.

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