Friday, July 24, 2015

capitulo 55

-Siempre pensé que tu familia te amaba – inclinó la cabeza, cerrando los párpados con fuerza.
-Amaban lo que les daba – la contradijo con indignación -. Y tú no eres tan diferente, ¿verdad? Hace diez días estabas sentada en el apartamento de Huntingdon, lista para casarte con él. Y, por milagro, aceptaste convertirte en mi esposa.
-Me pidió que nos casáramos el día que nos viste en el restaurante. Nunca hubo nada entre nosotros antes... por lo menos, de mi parte. Traté de aclarártelo – concedió, insegura -, con toda sinceridad.
-¿Sinceridad? – siseó -. Desconoces el significado de esa palabra. Aguardo con ansiedad que le cuentes a mi hijo, en unos cuantos años, que la razón por mi tardía aparición en su vida se debió al miedo que te invadió porque creíste que mis intenciones respecto a él no serían tan convenientes como esperabas. Se encogió ante la imagen que Peter proyectaba.
-¿Qué le has dicho de mí?
Le pareció que colgaba de un acantilado, asiéndose con las uñas para no caer. Una por una él las rompía, robándole fuerza para que se estrellara contra las rocas de su venganza. Escogió saltar al vacío.
-Nada – admitió, atontada.
-¿Nada? – exclamó -. ¡Debiste explicarle algo sobre su padre!
Le dio la versión entrecortada de Julia, sin estar muy segura de que él absorbiera los detalles. Se concentró en uno, interrumpiéndola con rabia salvaje al darse cuenta de que Bruno creía que su padre había muerto. La gota que derramó el vaso. ¡Que no supiera que tenía un hijo lo consideraba pésimo; que Bruno ignorara que tenía padre, imperdonable!
La confundía que le confiara emociones que, en otras circunstancias, hubiera guardado en secreto. Admitió que la amaba desde hacía cinco años. Todo lo demás retrocedía ante ese hecho. El amor que ansió estuvo al alcance de sus manos; pero su inseguridad le impidió atraparlo.
¿Por qué escuchó a Julia? ¿Por qué, por qué? Sin embargo, no era justo que la culpara. Julia juzgó a Peter con la evidencia que ella misma le proporcionara. Julia influyó en su vida al confirmar lo que Lali creía.
Una enorme sensación de culpa la aplastó. Huyó cuando debió permanecer en su sitio, se mantuvo alejada cuando debió regresar. Peter se hubiera casado con ella y Bruno habría tenido un padre, con todas las ventajas que ella jamás le pudo proporcionar.
Peter tenía razón en un punto. No le dio una oportunidad. En su mente, llegó a una conclusión unilateral porque resultaba más fácil huir que enfrentarse a ese hombre. Nunca imaginó que perderla le causaría un dolor tan intenso. Pues fue su sufrimiento el que desató esa amargura, esa convicción de acíbar de que lo traicionaba por segunda vez. Peter estudiaba su respuesta al amor de la noche anterior bajo la misma luz con que vio el amor que compartieron por última vez en Nueva York.
Y comprendió otras facetas del temperamento de Peter que no entendía antes. Aprendió desde niño a no mostrar sus emociones. Sus padres no lo alentaron a buscar o dar cariño. La generosidad económica que en el pasado la hizo sentirse como un objeto que se compra, ahora la interpretaba bajo una perspectiva diferente. Peter estaba acostumbrado a dar a aquellos que lo rodeaban. Era lo que se esperaba de él. Cuando su familia murió, continuó practicando la misma costumbre.
Desilusionó a Peter al máximo. Nunca se le ocurrió que si él no pensaba que pudiera embarazarse, era porque no creía que llegara a esos extremos para ocultárselo.
Hubiera sido un desastre que Peter se creyera obligado a casarse con ella, repitiendo el mismo error que sus padres. En contra de su voluntad, ese matrimonio jamás hubiera resultado. Pero en ese momento Peter no lo podía admitir. Sólo veía a Bruno. Mostraba un apetito voraz por conocer a su hijo. Lo quería para sí. Pero no a la madre del niño.
Confió en ella. Deseó rectificar el pasado... y ahora se daba cuenta de que eso no era posible. Quizá, registró alelada, la decisión de conservar lo que codiciaba lo empujó a casarse.
-Amo muchísimo a Bruno – murmuró, tensa.
-Tienes una manera peculiar de demostrarlo – la censuró -. Lo dejas al cuidado de una ardiente feminista, en una granja perdida...
-¡No te atrevas a llamar a Cande de ese modo! – interrumpió Lali, acalorada -. Da clases en la universidad y ha escrito tres libros. Además de ser una gran amiga mía.
Pero quizá Cande ya tampoco sería su amiga a causa de la pesadilla que la rodeaba. Al descubrir que le ocultó la identidad de Peter, que la sacaron de su casa por temor a los periodistas y que Euguenia le contó quien sabe qué cosas, también se pondría furiosa.

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