Saturday, July 18, 2015

capitulo 8

Drew la recogió en la estación de ferrocarril y la llevó hasta su auto. Era un hombre de anchos hombros, agradables facciones y aire tranquilo.
-Primero dejaremos tu equipaje en el apartamento.
-¿Primero? – indagó Lali.
-Reservé una mesa en el Savoy – sonrió él.
-¿Celebras algo? – Lali había comido con Drew y Julia una docena de veces, pero siempre las llevó a su Club.
-Mi compañía está a punto de ganar un jugoso contrato – divulgó, no sin orgullo -. Aquí entre nosotros, ya lo tengo en el bolsillo. Vuelo para Alemania esta tarde. Y pasado mañana, firmamos.
-Una noticia estupenda – sonrió la joven.
-Para ser franco, me salva en el momento preciso. A últimas fechas, mi negocio ha estado cerca de naufragar. Pero no sólo celebramos eso – añadió -. También que te mudes a Londres.
-¿Cuándo regresarás de Alemania? – preguntó Lali al salir del apartamento de Drew.
-En un par de días, pero me registraré en un hotel.
-¿Por qué? – frunció el ceño Lali.
-Cuando estás a la mitad de un divorcio, no puedes ser demasiado imprudente, Lali – replicó y un leve rubor tiñó sus mejillas -. Gracias a Dios el caso se terminará el próximo mes. Sin duda piensas que exagero las precauciones, pero no quiero que nadie te señale con un dedo y te asocie con mi divorcio. Lali se avergonzó. Aceptó agradecida su ofrecimiento de un techo temporal sin pensar en los problemas en que lo metía.
-Me siento muy mal, Drew. Jamás se me ocurrió...
-Claro que no. Tu mente no trabaja de ese modo – Drew le apretó la mano con confianza -. Una vez que se termine el juicio, no le prestaremos atención a los chismes.
La joven consideró ese comentario más perturbador que tranquilizador, implicando un grado de intimidad que nunca formó parte de su amistad. Entonces se regañó y culpó a Cande por hacerla interpretar dobles intenciones donde no existían. De forma inevitable se acercó a Drew desde que se separó de Annette, pues se volvió un visitante asiduo de la casa de su hermana, pero...
En el bar recibieron sus menús. Lali exageró el estudio del suyo, porque le costaba trabajo leer las palabras impresas. Esta dificultad nacía de que era disléxica, aunque ocultaba su defecto.
-Filete – decidió. El filete siempre figuraba en todos los menús.
-Eres una criatura de costumbres fijas – se quejó Drew, pero le sonrió -. ¿Y para empezar? Siguió con el mismo juego.
-Debí ordenar por ti – bromeó él.
Sus ojos vagabundos contemplaron la espalda de un hombre moreno que cruzó el vestíbulo, dirigiéndose a la puerta. Inquieta, parpadeó y se dijo que se equivocaba, descartando el miedo de un posible encuentro, la sensación helada que le estrujaba el corazón.

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