Wednesday, July 22, 2015

capitulo 42

Si no se llevaba a cabo la ceremonia, Drew sufriría las consecuencias. Tembló de furia ante esa inevitable conclusión. La seductora fantasía de dejar a Peter sin novia en una boda anunciada a los cuatro vientos, se borró de mente. Debió adivinar que no sería tan fácil. De cualquier modo, la posibilidad de regresar a Inglaterra al día siguiente, la tranquilizaba muchísimo. Y él no podría obligarla a quedarse en su casa. -Lali – se burló Peter -, ni siquiera lo pienses.
-No tengo nada que decirte – musitó, tensa.
-Debemos hablar – alguien llamó a la puerta. Él lo ignoró -. No permitiré que eches a perder la boda. Una novia atada y con una mordaza quizá causaría uno que otro comentario desfavorable, reflexionó con rebeldía, mientras el llamado se repetía.
-¡Avanti! – Peter alzó la voz, exasperado.
Bernardo apareció, con una secretaria apenas visible a sus espaldas.
-La signorina Suares – hizo un gesto de disculpa, señalando el teléfono inalámbrico -. Asegura que se trata de un asunto urgentísimo, signor.
-No quiero hablar con ella – declaró Peter -. Déjanos, Bernardo.
La puerta se cerró de nuevo.
-Habla inglés – captó de pronto Lali -. Tú debiste ordenarle que no lo hiciera delante de mí.
-Para que mejores tu italiano – le explicó.
Se cubrió la cara con manos agitadas, mientras la compostura que la retenía amenazaba con abandonarla.
-Te desprecio.
-Más bien estás enojada conmigo – la contradijo con firmeza -. Y supongo que te asiste cierta razón.
-¡Supones! – lo contempló con los ojos desorbitados.
-Me perteneces, Lali. ¡Usa el cerebro que Dios te dio al nacer! – el consejo la quemó -. Has sido feliz, más feliz que nunca.
-¡Vivía en el pasado!
-Pero, ¿por qué escogiste volver a ese tiempo particular de tu pasado? – torció la boca sensual -. Pregúntatelo.
-¡Yo no escogí nada! – protestó -. Y terminé con una mentira.
-Esto puede ser tan verdadero como tú quieras.
La invadía la sensación de haber sido traicionada. Pero, peor que todo, se traicionó a sí misma. Traicionó todo lo que creía, todo lo que era, todo lo que hizo al abandonarlo. En una semana aplastó cuatro años de respeto propio. En una semana destruyó cada una de las barreras que pudieron protegerla.
-¿También convertiste el agua en vino? – preguntó, ahogándose en su propia humillación -. Debiste reírte a morir toda la semana, al ver lo fácil que resultó engañarme.
-No nos unió un engaño – atacó, temblorosa -. Planeas, tramas, manipulas y manejas las cosas como quieres que sucedan.
-No planeé que perdieras la memoria.
-Pero usase esa circunstancia en tu provecho – lo condenó -. Y yo ya pasé por todo esto. Cuando regresamos de Suiza, mis jefes desocuparon de forma misteriosa su apartamento y la galería de arte cerró, dejándome sin trabajo. ¿Mera coincidencia? – lo urgió -. No lo creo. Tú también tramaste ese embrollo, ¿no?
Un oscuro rubor le pintó los pómulos, acentuando el brillo de sus ojos. Al fin concedió en un tono bajo:
-Les compré el edificio.
-Y eso te ayudó a persuadirme de que te acompañara a Nueva York- su aliento se convirtió en sollozo. -Te deseaba muchísimo. Soy impaciente – la miró sin avergonzarse -. Soy lo que soy, bella mía, y mucho me temo que no tengo el poder de cambiar el pasado.
-Pero yo sí. ¿No lo entiendes? – las lágrimas la cegaban, pero no toleraba que la viera llorar -. ¡Yo sí! – repitió, con amarga desesperación.

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