Friday, July 17, 2015

capitulo 6

-Te equivocas – le mostró la carta del abogado -. Por suerte, Drew nos permitirá quedarnos en su apartamento si tenemos problemas. No podemos permanecer aquí hasta el fin de mes y nuestro apartamento no se desocupará antes de esa fecha.
-¡Maldición del infierno! ¿No te darán una semana extra? – exclamó Cande incrédula.
Mientras las facciones expresivas de Cande mostraban su irritación habitual, Lali se volvió hacia los platos del desayuno, esperando que su amiga no volviera a criticar los términos del testamento de Julia y la inminente mudanza a la ciudad. En los últimos días, aun exudando buenas intenciones, Cande la impacientaba con sus ideas absurdas.
-No tenemos ningún derecho legal a estar aquí – señaló Lali.
-Pero moralmente tienes todos los derechos y yo esperaba que una organización caritativa fuera más generosa con una madre sin pareja. Pero no sé por qué los culpo. Este desastre lo causó Julia.
-Cande...
-Lo siento, pero yo siempre he creído en la sinceridad – esa afirmación resultaba innecesaria cuando alguien conocía la lengua cáustica de Cande -. En serio, Lali... algunas veces pienso que te pusieron sobre este mundo para que te explotaran. ¡Ni siquiera te das cuenta de que la gente te usa! ¿Quién te dio las gracias por gastar cuatro años de tu vida cuidando a Julia?
-Julia nos prestó un techo cuando no teníamos a dónde ir. Yo soy la que debo de estarle agradecida. -Reparaste la casa, la serviste de rodillas, como una esclava, lo mismo que a sus múltiples mascotas – la condenó Cande, con pasión -. Y por todo eso, recibiste un cuarto y comida y alguna ropa de segunda mano. Yo suponía que la caridad empezaba por casa.
-Julia era la persona más sincera y bondadosa que he conocido – la defendió Lali, sin mucha vehemencia.
Más loca que una cabra, hubiera querido gritar Cande, frustrada, aunque admitía que las excentricidades de Julia no molestaban a Lali tanto como a otros, menos tolerantes. Lali no parecía notar que Julia hablaba sola o que vaciaba el contenido de su bolso sobre la bandeja de recolección de la iglesia y llevaba a los mendigos a tomar el té porque Lali era... la persona más fiel, generosa y buena que hubiera tenido por amiga, terminó Cande, para su entera satisfacción. Entonces, ¿cómo podía criticarla por ejercer esas cualidades? Por desgracia, esas mismas cualidades la pusieron en el predicamento en que se encontraba.
Lali se deslizaba por otro plano mental. Observando esos ojos negros en la hermosura de su rostro, Cande recordó a un niño, vagando sin rumbo en el mundo aterrador de los adultos. Lali esgrimía una inocencia tenaz al confiar en los demás y ver sólo el lado bueno del prójimo. Y había algo horrible en la manera indefensa con que mantenía su optimismo.
Siempre creía en las historias lacrimosas que oía y las escuchaba con maravillosa atención. No sabía cómo decir que no cuando alguien le pedía un favor. Pero, ¿le regresaban esos favores? Muy pocos, en opinión de Cande.
-Por lo menos, Julia debió dejarte una parte de la propiedad – censuró Cande.
-¿Y qué hubieran pensado Drew y su familia? – Lali puso la tetera sobre la estufa.
-A Drew no le falta dinero.
-Huntingdon es una compañía pequeña. No lo creo un millonario.
-Pero tiene una mansión en Kent y un apartamento en Londres. Si eso no es tener dinero, ¿qué es? – concluyó Cande, con sequedad.
-No ha captado muchos negocios a últimas fechas – insistió Lali, suprimiendo un gemido -. Ya vendió unos terrenos que tenía, aunque no lo admite, y debe haberlo desilusionado el testamento de Julia. Esta tierra le hubiera reportado una fortuna vendiéndola como lotes para construcción. Ese dinero le habría caído como anillo al dedo.
-Y, para cuando termine el juicio de divorcio, Annette ya le habría quitado hasta el último centavo – predijo Cande.
-Ella no quería divorciarse – murmuró Lali.
-¿Y qué importa? – replicó Cande, con un gesto -. Tenía un amante y era el cónyuge culpable.
Lali preparó el té, mientras reflexionaba que no merecía la pena de exigir tolerancia de Cande
respecto a la infidelidad conyugal. A su amiga todavía le dolía la ruptura de su propio matrimonio. Pero el marido de Cande siempre fue mujeriego y el caso de Annette no se comparaba con el suyo. Las preocupaciones del negocio y las dificultades con su hija adolescente volvieron tensa la situación del matrimonio de los Huntingdon. Annette consiguió a su amante y Drew se sintió devastado. Sin oír los ruegos de su esposa, se salió de la casa y se dirigió de inmediato a un abogado. Lali hubiera jurado que Drew olvidaría y perdonaría el incidente. Se equivocó.

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