Tuesday, July 21, 2015

capitulo 27

-¿Piensas posponer la boda? – averiguó, inquieta. Era lo más obvio, lo más lógico. Y lo que más temía era lo obvio y lo lógico.
-¿Eso quieres?
Negó con la cabeza, sin atreverse a verlo a los ojos. ¿Por qué seguía temiendo perderlo? Le pidió que se casara con ella. ¿Qué más podía pedir? ¿Qué más exigía ella?
No la amaba, todavía no la amaba. Si ganaba, era por perseverancia y falta de competencia. No se consideraba una persona difícil, imperiosa, echada a perder o caprichosa. Era leal, generosa y los niños la volvían loca. Nunca tuvo otros amantes. Peter tendría problemas para encontrar otra mujer con un pasado irreprochable, como el de ella. Y, en la cama... la piel se le entibió al reconocer que jamás se negó a complacerlo, que apenas podía contener su placer cuando la tocaba. Más importante quizá, lo amaba y él se contentaba con ese amor, mientras ella no le pidiera más de lo que estaba dispuesto a darle. Tomando todo en consideración, no se casaba con ella, más bien la promovía y aunque su orgullo rechazaba esa realidad, la juzgaba mejor que un choque de despedida.
-La boda tendrá lugar en unos días – anunció Peter, con indiferencia, al tomar el teléfono y empezó a hacer varias llamadas. Al descubrir que lo observaba, una sonrisa distendió su boca y la atrajo hacia él, protegiéndola en el hueco de su brazo -. Te ves muy feliz – comentó, aprobándola.
Sólo una mujer locamente enamorada perdía un año de su vida y se veía feliz. Se quitó los zapatos y se apoyó en su pecho, pensando que era la mortal con más suerte sobre la tierra. Quizá si se esforzaba en convertirse en la esposa perfecta, Peter se enamoraría de ella.
-Estamos en un congestionamiento de tránsito – susurró, en broma, tirando de la punta de su corbata y sintiéndose mucho más osada que antes. Su próximo matrimonio disolvía sus inhibiciones.
Peter se puso tenso y olvidó lo que decía. Lali se inclinó sobre él y colocó una mano sobre su muslo, con la otra le aflojó la corbata, jalando de ella con lo que esperaba fuera un movimiento seductor.
-Lali... ¿qué haces?
Al enfrentarse a las pupilas esmeralda se ruborizó y, agachando la cabeza, empezó a desabrocharle la camisa. Escondiendo una sonrisa pícara, se burló de su incredulidad. Era la primera vez que desvestía a Peter. También iniciaba el acto amoroso. Le pasó sus dedos acariciadores por la piel y escuchó que él aspiraba y que la cruda dureza de sus músculos la alentaba a continuar.
Encontraba un inmenso placer en tocarlo. Resultaba extraordinario, pensó de forma abstracta; pero, aunque la cordura le indicaba que aquello era imposible, sentía hambre de ese hombre. Apretó sus labios con amor sobre esa carne vibrante y le plantó un camino de besos a lo largo de la garganta, hasta el vientre plano, de modo que él se estremeció y soltó el teléfono.
-Lali... –musitó, con un suspiro entrecortado.
Su mano permaneció sobre el muslo. Mientras la tocaba, Peter gimió en lo hondo de su garganta y ella captó el maravilloso poder que poseía. Lo hacía temblar, inclinando hacia atrás la cabeza, al mismo tiempo que un rubor afiebrado acentuaba sus rasgos. Siempre fue así de fácil, reflexionó, asombrándose de la respuesta de Peter.
-Lali, no deberías de hacer esto – respiraba con rapidez y sus palabras se oían opacas e indistintas.
-Me divierto – le confió, un poco mareada por su atrevimiento, pero confesándole la verdad.
-Per amor di Dio, ¿en dónde está mi conciencia? – exhaló, mientras ella le recorría con la lengua la cintura.
-¿Qué conciencia? – musitó, perdiéndose en un mundo voluptuoso propio al abrirle la cremallera. -¡Cristo! Me vuelves loco – tomándola por sorpresa, se apartó de las manos de su amante a toda velocidad -. No podemos hacer esto. Casi llegamos al aeropuerto – afirmó, titubeante.
-Estamos en un congestionamiento de tránsito – en una agonía de mortificación más intensa de la que jamás experimentara, lo contempló con sus hermosos ojos oscurecidos por el dolor.
Con una breve maldición, él la abrazó, tomando su boca con un hambre salvaje y dominante que le robó el aliento de los pulmones y la dejó más ansiosa que nunca. Cada nervio de su cuerpo se desató en un cúmulo de sensaciones en medio de ese abrazo. Aplastada contra cada línea de Peter, lo olió y lo
saboreó, hasta que la cercanía de él se le subió a la cabeza con la potencia de un narcótico.

2 comments:

  1. amo la rapidez conque publicass y amo esta novela en generall esta barbara masss!

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