Monday, July 27, 2015

capitulo 13

Sin embargo, poco después, un grupo de vándalos le había destrozado el local y todo se había venido abajo. El seguro no le había cubierto los daños, lo que había obligado a Lali a utilizar todo el dinero que tenía ahorrado. Desde entonces, le había costado mucho mantener el negocio a flote.
-Tiene que reducir sus gastos para compensar las pérdidas -le aconsejó el director del banco-. A pesar de sus problemas económicos, sigue pagando la hipoteca de una casa que no es suya. Entiendo su generosidad hacia la señora Funes, pero debe ser consciente de sus limitaciones.
«Las limitaciones no saben nada sobre cariño», pensó Lali mientras conducía de vuelta al casa. Mercedes  vivía en una vieja casona llena de recovecos llamada Fossetts. La casa había pertenecido a la familia de su difunto marido Cristobal durante años. Cómo no habían podido tener hijos, Mercedes y Cristobal habían decidido adoptarlos y durante treinta años, la generosa pareja había alojado a muchos niños huérfanos con dificultades.
Uno de ellos había sido ella. Cuando llegó a Fossetts, era una niña triste, difícil y desconfiada. Tenía doce años. Le habían hecho mucho daño y no confiaba en nadie. Tras mucho luchar, Mercedes y Cristobal habían conseguido ganarse su .cariño Y su confianza. La habían cambiado, le habían dado seguridad y apoyo, y eso era algo que les iba a agradecer toda la vida. Les debía algo y esa deuda nunca sería una carga.
Durante más de un año, Lali se había gastado la mayor parte de sus ahorros en la hipoteca de la casa de Mercedes, aunque la mujer no lo sabía. Cristobal se había ocupado de llevar las cuentas y, tras su muerte, Lali había tomado el relevo. Le había sorprendido mucho descubrir que, en un momento de dificultad económica, Cristobal había decidido hipotecar la casa sin decírselo a nadie.
Mercedes tenía más de setenta años y tenía una enfermedad del corazón. Estaba en lista de espera para que la operaran. Era una persona muy vulnerable, y su médico había insistido en que debía llevar una vida tranquila sin sobresaltos. A Mercedes le encantaba la casa, además de que era lo único que le quedaba de su marido, a quien había querido mucho, así que Lali había decidido no informar a la anciana acerca de los problemas que tenían. Pero lo que Lali no había imaginado era lo difícil que le iba a resultar hacer frente a los pagos de la hipoteca.
Era una casa de los años veinte. Estaba situada en un bosque de hayas y tenía una pradera en la parte delantera del edificio. Cuando llegó, Lali reprimió un suspiro de preocupación. El jardín estaba descuidado, había que cambiar las ventanas y la casa necesitaba una mano de pintura. Aunque no era ninguna mansión, la casa era demasiado grande y tenía muchos gastos.
Abrió la puerta, y sintió cómo las preocupaciones del día se desvanecían. Bajó a la cocina.
Nancy, una mujer gordita de sesenta años, estaba preparando los sándwiches
para acompañar al té.
-Mercedes está en el jardín. Vamos a tornar el té fuera.
-Qué bien, ¿te ayudo?
-No, sal a hacer compañía a Mercedes.

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