Tuesday, July 7, 2015

capitulo 1

Es una cuestión del honor de la familia -dijo el rey Nicolas y aunque su voz era débil, un fiero anhelo
ardía en sus ojos al dirigirse al único hijo que le quedaba-. Traerás al hijo de tu hermano Pablo a casa y lo criaremos nosotros.
-Padre, con el debido respeto -murmuró Peter, el príncipe-heredero-, el niño tiene madre...
-Una prostituta que no merece ser llamada madre! -exclamó el rey, incorporándose en las almohadas para gritar-: ¡Una criatura desvergonzada que bailaba hasta la madrugada mientras su niño se debatía entre la vida y la muerte en el hospital! ¡Una Jezabel llena de interés y codicia!
Le sobrevino un acceso de tos y luchó en vano por recuperar el aliento. El equipo de médicos real entró inmediatamente a administrarle oxígeno.
Pálido y tenso, aturdido por la conversación que acababa de causar el ataque, Peter vio cómo los médi-cos asistían a su padre deseando que este se recuperase.
-Por favor, Alteza -rogó Rashad, el ayudante más allegado al rey-, por favor, acceded sin discutir más con el
-No me había dado cuenta de que mi padre tuviese tal aversión a las mujeres occidentales
-No la tiene. ¿Habéis leído el informe sobre la mujer?
-No -dijo Peter, lanzando un suspiro de alivio al ver que su padre se recuperaba.
-Llevaré el informe a vuestro despacho, Alteza -dijo Rashad, saliendo presuroso.
Una mano delgada hizo un gesto desde la gran cama con dosel. Peter se acercó y se inclinó para es- cuchar al rey Nicolas:
-Es tu deber cristiano rescatar a mi nieto...
En cuanto su padre estuvo otra, vez bien, descansando sobre las almohadas, Peter salió de la habita-ción. Al cruzar las antesalas, cada uno de los presentes que se arrodillaba e inclinaba la cabeza le recordaba su recién adquirida importancia. Reflexionar sobre la reciente muerte de su hermano mayor, Pablo, que había sido el príncipe heredero, lo hizo sentir peor. Algún día él sería rey de Quamar, pero no lo habían educado para ser rey. Al morir Pablo, su vida tomó un nuevo curso.
Quince años mayor que él, Pablo había sido completamente distinto y sus excesos con la comida y los puros habanos habían contribuido a que falleciese a los cuarenta y cinco años. Pablo había sido también un mujeriego empedernido. A pesar de quererlo, Peter no había tenido una relación demasiado estrecha con él.
-Adoro a las mujeres, a todas. Ah, ojalá fuésemos musulmanes, hermano -solía decir el jovial príncipe-. Podría tener cuatro esposas y un harén de concubinas. ¿Nunca piensas en lo que sería nuestra vida si nuestro honorable ancestro, Kareem 1, no hubiese fundado una dinastía cristiana?
Así es que cuando Pablo no estaba ocupado con sus obligaciones de príncipe heredero, navegaba por el Mediterráneo en su yate lleno de beldades occidentales dispuestas a divertirse. Los rumores de la discreta doble vida de su hijo mayor habían causado gran inquietud al Rey Nicolas, pero Pablo había sido muy hábil y sus mujeres habían estado siempre dispuestas a encubrirlo.
Era tristemente irónico que un deseado heredero naciese fuera de la institución del matrimonio, ya que ninguna de las tres esposas sucesivas de Pablo había tenido un hijo varón. Hacía apenas dos años, una inglesa había dado a luz a un niño en Londres. Pablo se lo había confesado a su afligido padre entre el primero y el segundo ataque al corazón que le costó la vida. Lógicamente, la noticia de la existencia de su nieto se convirtió en una obsesión para el entristecido abuelo, pero dada la discreción con que Pablo había llevado el tema, no resultó fácil localizar a la mujer. Pensó Peter, entrando en su elegante despacho. Su padre se hallaba demasiado enfermo como para comprender la dificultad que entrañaba llevar al niño a Quamar, separándolo de su madre, por más inepta que esta fuese.
Rashad entró presuroso y, tras varias reverencias, le dejó un sobre sellado sobre el escritorio,

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