-No creo ni una palabra de lo que dice. Quiero a Ben. Iré a la policía y, si allí no me escuchan porque usted es de sangre real y tiene poder y dinero, iré a los periódicos, ¡no dude que ellos me escucharán! -le advirtió trémula, porque se moría por dentro.
-¿Cree que su hijo le agradecerá la revelación de que un día se metió en la cama con su padre como medio para enriquecerse? ¿Está dispuesta a decide al mundo que concibió a un niño para sacar provecho y luego abandonarlo?
Lali apretó los párpados intentando no pensar en cómo habría sido el día de Ben, cómo su alegría al despedirse de ella se habría ido esfumando a lo largo del día cuando le faltaron los rostros y objetos familiares que le otorgaban seguridad. Al ver que ella no aparecía, seguro que habría llorado, se habría asustado... ¿habría sabido consolarlo Alula, que no le inspiraba ninguna confianza?
Lágrimas silenciosas le corrieron por las mejillas. Peter cerró también momentáneamente los ojos. Al ver que Lali se arrojaba sobre los cojines del sofá como si tuviese que esconder su dolor, no pudo soportar más el distanciamiento entre los dos.
-Le juro por mi honor que se hará algo, sea lo que sea -susurró, sentándose junto a ella en el sofá para retirarle el cabello del rostro torpemente.
-¡Váyase, bastardo! -exclamó Lali echándose a llorar. El dique que contenía su tristeza finalmente había cedido. -Lali...
-Su padre enfermo ha tenido el capricho de apoderarse de un niñito de dos años. ¿Qué cree que sucederá cuando se muera o pierda el interés en él? ¿Quién cuidará a Ben después del escándalo y de que toda su odiosa familia haya sufrido por su culpa? -logró articular antes de un nuevo acceso de amargos sollozos.
Peter se encontró con una óptica que él no había considerado antes porque se hallaba totalmente con-centrado en lograr que ella no hablase. Profirió un improperio y en aquel momento entró el médico del consulado discretamente e hizo una reverencia.
Lali no podía parar de llorar. En lo único en lo que pensaba era en la aflicción de Ben y en su imposibilidad de ayudarlo. Por más que patalease, no lograría que él volviera. Los reyes no se rebajaban ante la opinión pública, y menos un viejo tirano capaz de raptar a su nieto. Tuvo la sospecha de que el rey Nicolas era obstinado como una mula y ni muerto admitiría que había hecho las cosas mal. ¿Por qué habría pensado ella que tenía poder si sus amenazas solo dañarían a Ben y a su vida futura en Quamar?
¿Cómo podría ir a Quamar y estar allí con Ben sin que la deportasen?, pensó Lali desesperada. Si fuese alguien importante, alguien de posición, alguien a quien no se pudiese negar acceso a su precioso país... Y, de repente, tuvo una idea. Sintió el ligero pinchazo de la inyección en el brazo, pero estaba tan absorta en sus desesperados pensamientos que no prestó demasiada atención. Era una locura, pero Peter le había ofrecido lo que ella quisiese.
Pues bien, ya lo había encontrado. Necesitaba protegerse a sí misma también, así que el precio de su silencio sería una alianza de matrimonio.
Podía casarse con ella secretamente, ponerle un velo o algo similar y meterla en Quamar. Seguro que tenía suficiente poder para ello. Así ella podría cuidar a Ben en algún pueblecito perdido hasta que el viejo monarca falleciese o se hartase del niño. Entonces, Peter podría divorciarse y ella se volvería a Inglaterra con el niño. Nadie tenía por qué enterarse de nada.
-Podría casarse conmigo... -dijo Lali mareada.
Abrió los ojos de dilatadas pupilas y, aunque no recordaba haberse movido, se dio cuenta de que se hallaba acostada boca arriba.
Unos maravillosos ojos esmeralda enmarcados en negras pestañas la miraron, estupefactos.
-En secreto... -añadió Lali satisfecha consigo misma y un poco eufórica-. Escóndame. Yo me quedaré calladita y cuidaré de Ben. Y luego, cuando llegue el momento, puede divorciarse de mí. Peter la miró cerrar los grandes ojos negros y esbozar una sonrisa enigmática. Le habían dado un sedante muy suave, sin embargo desvariaba. Al médico no le había gustado que le hubiese dado brandy, pero él había supuesto que una mujer como ella, acostumbrada a la bebida, necesitaría un brandy bien grande para que le causase algún efecto calmante.
¿Casarse con ella en secreto y esconderla? Aquella mujer tenía una imaginación increíble. En el asiento de la limusina le sujetó el cuerpo exangüe. No le había gustado su sonrisa en absoluto. No podía exigirle semejante locura y sacrificio. Cada músculo de su cuerpo se rebeló ante la sola mención de casarse con una mujer de su reputación. Una aventurera borracha y promiscua...
Sin embargo, a pesar de todos aquellos hombres, ella todavía besaba con los labios cerrados como una adolescente sin ninguna experiencia.
Maassss
ReplyDelete