Sunday, July 12, 2015

capitulo 26

Azorada, Lali se ruborizó. Peter se quedó de piedra, lanzó un ahogado exabrupto y dejó caer a Lali en un diván que había junto a la puerta. Intentando recobrar el aliento, Lali contempló a la furibunda morena incorporarse sobre sus rodillas y lanzar un alarido como para despertar a los muertos. La boca ya no era sensual y los ojos rasgados lanzaban llamaradas de furia incrédula cuando la mujer se bajó de la cama como una tigresa dispuesta atacar.
Peter, pálido como las sábanas donde antes lo esperaban, masculló algo en árabe al darle la colcha para que se tapase.
-Perdona...le dijo a Lali con pasmosa calma, marchándose de la habitación.
-¿Quién eres tú? -le gritó la morena, envolviéndose en la colcha-. Peter te habló en inglés, zorra extranjera!
Lali no pudo articular palabra, desviando la vista mientras pensaba que la mujer era la menos indicada para acusarla a ella con aquel adjetivo. ¿Quién sería? ¿Su amante despechada? Dios santo, Peter no había tenido ningún empacho en rechazarla.
Un trío de sirvientas entró deprisa y convenció a la mujer de que se marchase. Antes de que se alejase del todo, Lali la oyó llorar amargamente. Finalmente, reinó el silencio. Tomó aliento, intentando tranquilizarse. La puerta que daba al descansillo volvió a abrirse y se oyeron pasos sobre las baldosas de la antesala.
-¿Dónde estábamos? -preguntó Peter con toda tranquilidad.
 Lali lo miró asombrada, incapaz de creer en la desmedida confianza en sí mismo.
-No estábamos en ningún sitio -murmuró-, ni lo estaremos.
-Es nuestra noche de bodas -dijo él, cohibiéndola al volverla a recorrer con la mirada-. Eres mi esposa y tengo intención de disfrutar de ti.
Los ojos negros se abrieron como platos. Lali se quedó muda cuando vio que él lo decía en serio. «¿Disfrutar de ti?» Uno disfrutaba de una buena comida, del deporte, una experiencia, pero no de una mujer, como si su cuerpo fuese un servicio que ofrecer. Pero claro, no se encontraban en Inglaterra. Se dio cuenta de que él había elegido la palabra deliberadamente.
-¿Te sorprende? -preguntó Peter, levantando una ceja con cierto desprecio reflejado en los ojos-. No me lo creo. Forzarme a casarme contigo no fue fruto de una mujer con sensibilidad. Aunque sabías que lo único que me preocupaba era el bienestar de tu hijo y que no había sido partícipe de la maniobra para sacarlo de Londres, insististe en que llevásemos a cabo esa bufonada de ceremonia. ¿Te parece eso justo?
Una pregunta sencilla, pero devastadora. Lali solo había pensado en Ben, en su necesidad de ayudarlo y ni se le había pasado por la cabeza la injusticia que cometía con Peter. Tampoco se había detenido a pensar en cómo se lo tomaría él. Ahora, al toparse con la mirada ardiente de los ojos verdes se dio cuenta de lo mucho que lo había humillado.
-Eres un hombre inteligente. No me digas que quieres acostarte conmigo para vengarte -murmuró Lali, estrujándose las manos-. Quiero decir... que sería una tontería y nada razonable.
-Razonable... -repitió Peter y echando la arrogante cabeza hacia atrás, lanzó una carcajada, haciéndola estremecerse. Con un elegante movimiento, se quitó la chaqueta y la dejó caer sobre el arcón con incrustaciones al pie de la cama. Se desabrochó el cuello de la camisa y se quitó la corbata.
-No me siento... razonable -reveló Peter, repitiendo la palabra con sarcasmo.
Lali intentó tragar inútilmente. Petrificada donde se hallaba, lo miró fijamente. Aquella frase de ser inteligente y razonable le había valido antes para frenar a los hombres, pero él la había descartado tranquilamente. De pie frente a ella, con los largos dedos morenos desabrochándose la camisa, la desafiaba con su mirada de esmeralda puro, un monumento a la masculinidad y la confianza. No, no era razonable, pensó distraída, hipnotizada por la fuerza animal que emanaba. Era un tipo de hombre que ella desconocía totalmente.
-Apenas me conoces... -intentó razonar Lali débilmente.
-Te conozco demasiado -dijo él, acercándose, ligero como un felino, y haciéndola ponerse de pie. Le quitó la chaqueta de los menudos hombros y la dejó caer al suelo, deleitándose con la curva de sus generosos senos bajo el apretado tejido de su topo
       Lali retrocedió, tropezándose casi con el diván, un pulso latiéndole en la base del cuello. Su respiración entrecortada y sus palpitaciones le indicaron que estaba a punto de quebrarse. Bastaba una mirada de él para que lo desease con una anhelo profundo que la aterrorizaba. La hacía querer lo que nunca había querido, sentir lo que nunca había sentido. Por primera vez en su vida se sintió femenina, deseada de verdad, una sensación seductora.
-¿De qué tienes miedo? -le preguntó él con indolencia.

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