Lali se las tapó con los dorados rizos, más avergonzada todavía al recordar cómo le tomaban el pelo cuando era niña porque siempre se ponía colorada. . -¿En serio?
Peter se quitó los calzoncillos y retiró la sábana a la vez que le tomaba la nuca con una mano y acercaba su cálida boca a la de ella con un hambre devoradora.
-Estoy muy caliente por ti, ma belle susurró roncamente y su aliento le acarició la mejilla. La llamaba hermosa en francés. Como en trance, Lali se hundió en su ensoñación nuevamente, le hundió las manos en el espeso cabello negro y lo miró con los ojos fulgurantes -Bésame otra vez.
La besó hasta quitarle el aliento. Ella se sumergió en su aroma, exultante bajo el peso de él contra su muslo. Peter le bajó la cremallera del top centímetro a centímetro hasta sumirla en una agonía de anticipación. Le deslizó una mano por la abertura y antes de que hiciese contacto con su piel ella había tocado el cielo, de modo que cuando él finalmente le abarcó con la mano un pecho firme y henchido de deseo, su aliento contenido salió de los labios entreabiertos en un largo gemido.
Cuando él la acarició, masajeándole el pezón rosado, arqueó la espalda con una exclamación de sorpresa, entonces él se lo tomó entre los dientes, mordisqueándolo y pasándole la lengua hasta enloquecerla.
-Tienes unos pechos deliciosos -murmuró Peter con glotonería.
Si aquello era un sueño, no se quería despertar, pensó Lali febrilmente. Cohibida y acalorada mientras él recorría con la mirada sus curvas con aparente placer masculino, ella se incorporó en las almohadas para que él le quitase el topo Y todo el tiempo era ella quien disfrutaba de él, de la curva de sus negras pestañas, del ángulo de sus pómulos, de la sedosa suavidad de su cabello bajo sus dedos, de la tersura de la piel de sus anchos hombros. Cuando él la miró, se hundió en las ardientes profundidades de su aprobación. -y tú eras guapísimo -se oyó susurrar en respuesta.
Peter esbozó una sonrisa maliciosa y el corazón le dio a ella un vuelco. Una emoción extraña la llenó hasta rebosar. Probablemente él le decía aquel tipo de cosas a todas sus amantes, pero hablaba con tanta sinceridad, que ella deseó abrazarlo fuertemente y no soltarlo más. Por primera vez en su vida se sentía hermosa y sexy, algo que nunca antes había experimentado, y era maravilloso.
Peter volvió a concentrarse en la pálida curva de sus pechos, dejando que la punta de su lengua le recorriese el valle entre los dos mientras le masajeaba los pezones con dedos expertos. Cuando ella echó la cabeza hacia atrás entregándose a un tormento que antes no tenía ni idea de que existiese, la respiración se le cortó, convirtiéndose en un jadeo.
-Eres exquisita -saboreó Peter, reclamando un apasionado y provocador beso, que la hizo arquearse nuevamente hacia él-. El chantaje paga dividendos inesperados, ma belle
-Peter -gimió ella, atrayéndolo hacia sí nuevamente
Él rió ante sus hambrientos labios, hundiendo la lengua en ellos y moviéndola con erótica maestría, haciendo que su ansia febril creciese más y más. Separándose, le levantó las rodillas, deslizándole una mano por debajo de las caderas para quitarle las braguitas. Ella se puso rígida un instante, súbitamente consciente de dónde estaba, de su desnudez y de su incipiente pánico.
-Tu pasión es tan fuerte como la mía -dijo Peter, inclinándose sobre ella-. Lo sabía -añadió con
placer.
Ella se derritió como la miel, de modo que cuando él le deslizó los dedos por el vientre hasta el montículo de rubios rizos de su pubis, sus muslos se abrieron por un instinto ancestral. Ella era consciente del suplicio del fuego líquido en su interior, el latir del pulso de un deseo casi insoportable. Y cuando él encontró el tierno capullo de su sitio secreto, una oleada de sensaciones la volvió a invadir, una excitación tan poderosa que perdió el control. Se retorció bajo su exploración, que la sumió en una entrega sensual, consciente solo de él y del placer que le causaba.
-Por favor -gimió, arqueándose como una gata hacia él, incapaz de quedarse quieta, deseando, necesitando, pero sin poder articular palabra.
Con ansia reflejada en los ojos, Peter se deslizó sobre ella y la acomodó para recibirlo. Ella se puso rígida al sentir su tieso y caliente sexo asomarse a la entrada de su cálida humedad, pero un deseo ardiente la dominaba, haciéndola superar ese instante de temor a lo desconocido. La penetró con fuerza y la punzada de dolor que ella sintió cuando le rasgó el tierno velo le hizo soltar un alarido. Peter se detuvo, mirándola sorprendido.
necesito mas novela
ReplyDeleteMaassss quiero saber q va a pasar ahoraaa
ReplyDeleteotro =)
ReplyDeletemas
ReplyDelete