Peter enarcó una ceja, con la mirada desafiante dura como el granito.
-Entonces, ¿por qué me chantajeaste para que me casase contigo? ¿Y por qué deseabas tanto la consumación del matrimonio?
Con Ben en los brazos, Lali enrojeció para ponerse luego pálida como un papel.
-No dirás que te has metido en mi cama por amor a Ben también -dijo Peter con ironía-. El sacrificio máximo. No, creo que había motivos más ambiciosos por los que entregarme ese cuerpo fantástico que tienes. Y ninguno de ellos era por el bienestar de mi sobrino. Solo saber que si se defendía provocaría una discusión hizo que Lali se quedase callada. Estaba tergiversando las cosas, pensó, enfadada. ¿Quién la había llevado en brazos al dormitorio? ¿Quién había utilizado todas sus armas de seducción? ¿Quién le había recordado que era su esposa, menguando así su resistencia en el peor momento posible? Él, él y solo él.
-No quiero tener un altercado contigo delante de Ben -dijo, conteniéndose.
-Yo no discuto con mujeres -declaró él con la mandíbula tensa.
Lali no dudó de que, si la oportunidad surgía, sería un alumno rápido. Sin mediar otra palabra, Peter se dio la vuelta y se marchó. Lentamente, Lali comenzó a respirar más tranquila.
Tenía un montón de preguntas que hacerle, pues no sabía si Ben se quedaría con ella o si se lo había llevado para que se despidiese de él. Al pensar eso último, el miedo le quitó las ganas de discutir. Tenía suerte de ver a Ben, reconoció muy a su pesar. Peter le había dicho que le llevaba al niño porque este la necesitaba, lo cual significaba que Ben lo había pasado mal. Experimentó una opresión en el pecho al pensar en ello.
Pasó el resto de la mañana haciendo que Ben, que estaba muy mimoso y callado, retomara sus hábitos normales. Alteró a toda la casa cuando se metió a hacerle la comida en la enorme cocina, que parecía de la época medieval, aunque estaba escrupulosamente limpia.
Después de que Ben comiese, se sentó con él hasta que se durmió en la habitación donde habían dejado el equipaje de los dos.
Mientras tanto, reflexionó inquieta sobre la acusación de Peter. ¿Podía realmente culparlo por creer que ella era una interesada? Después de que le ocultase su verdadera identidad para luego exigirle que se casase con ella, no iba a considerarla encantadora y con una moral intachable, ¿no?
Unos veinte minutos más tarde, dejó a una de las criadas al cuidando de Ben y fue en busca de Peter. Se vio reflejada en un alto espejo al pasar y se detuvo a mirarse. Tenía el pelo suelto en una cascada de rizos, no llevaba nada de maquillaje y su vestido era holgado. Deseó poder ir a arreglarse un poco, pero luego pensó con impaciencia que a él le daba igual su aspecto y a ella no tenía por qué importarle. ¿Desde cuándo se había preocupado por su aspecto? Solo desde que le habían murmurado ma belle con acento extranjero, reconoció, avergonzada ante su propia debilidad.
Finalmente, recurrió al sirviente que parecía estar a cargo de la casa y que hablaba perfecto inglés, y este la acompañó hasta una puerta y la dejó allí. Llamó, esperó, y al no recibir respuesta, entró.
Peter, que se hallaba mirando por la ventana, se dio la vuelta con una expresión interrogante en los ojos enfadados. Era obvio que no había respondido a la puerta adrede.
-Disculpa... pensaba que podía entrar -dijo ella, titubeante.
Vestido con una camisa blanca informal y unos elegantes pantalones beige, Peter estaba tan guapo que la asaltaron los recuerdos de lo que había sucedido la noche anterior, quitándole el don del habla. Una tras otra, evocó aquellas imágenes: su cuerpo fuerte y delgado contra el suyo, el contacto de su boca y sus manos, la locura de su propio placer. Se ruborizó, y su cuerpo respondió acelerando los latidos del corazón y cubriendo de una película de transpiración su labio superior.
-He venido a hablar, contigo -dijo con voz ahogada-, pero ahora no sé cómo empezar.
-¿Qué más hay que hablar? -murmuró Peter, causándole con su tono de voz una reacción en cadena que le recorrió la espina dorsal-. ¿Ben? Se queda con nosotros. Más adelante visitará a mi padre varias veces por semana, pero no hasta que no haya recobrado su rutina.
-Me parece estupendo, pero... ¿cómo será posible llevarlo a cabo? -titubeó Lali, preguntándose en qué términos habría negociado aquellas condiciones con el déspota de su padre.
-Por el bien de Ben, tiene que ser posible. No es feliz en casa de mi padre y tú no puedes estar allí porque eres mi esposa.
-Podrías permitirme decir que soy la niñera -señaló Lali, vacilante-. Entonces... quizás pudiera volver allí con él.
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ReplyDeleteotro ♥
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