-Sí que lo es. Ben tiene que aprender árabe además de inglés y habrá muchas ocasiones en las que no podrás cuidarlo tú -respondió Peter con calma-. ¿Cómo te tengo que explicar que una mujer ha de compartir la cama con su esposo?
Una vez fuera, Peter chasqueó imperiosamente los dedos, dándole una escueta orden a un sirviente que pasaba.
-Compartí la habitación de Ben porque pensé que lo ayudaría a adaptarse más rápidamente -replicó Lali.
-Demasiados mimos -dijo Peter, convencido-, ¿Compartías su dormitorio en Londres?
-A veces -dijo Lali, ruborizándose.
-Una criada puede dormir en la habitación con el niño hasta que se contrate a una niñera. Iré a darme una ducha antes de cenar -concluyó Peter con frialdad dirigiéndose al dormitorio.
-¡Por todos los santos, después de que te fueras, no sabía dónde se suponía que tenía que dormir! -exclamó Lali, siguiéndolo furiosa.
-Pues ahora ya lo sabes -dijo Peter, mirándola sin ninguna expresión de disculpa en los esmeralda ojos.
-Todavía no me he hecho a la idea de que estamos casados -dijo Lali.
-Qué extraño. A mí, la sensación de estar casado me cayó en la cabeza como un rayo el mismo día de nuestra boda.
-No tienes ninguna necesidad de ser tan sarcástico-le espetó.
-¿Te parece que no? -dijo él, atravesando la puerta del dormitorio.
Cuando Lali entró tras él, Peter se dio la vuelta, cerró con un portazo y, antes de que se percatase de sus intenciones, la había apretado contra el panel. Los labios masculinos sellaron los de ella con un ardiente beso y los fuertes brazos la cercaron para apretar su delicado cuerpo contra sus poderosos músculos.
Fue como si le encendiesen fuegos de artificio dentro. La rigidez del enfado desapareció como por encanto y el ansia que él desató la hizo arder en una hoguera de pasión. Echó la cabeza hacia atrás y entreabrió los labios al sentir la erótica penetración de la lengua masculina mientras se escapaba de ellos un trémulo gemido. Alzándola en sus brazos, Peter la llevó hasta el lecho, y la miró apreciativamente antes de volverse a enderezar.
-No te preocupes -susurró en tono divertido-, ni una ducha fría ni una comida de cuatro platos me bajarían la temperatura, ma belle.
Mortificada por la forma en que él la había excitado sin hacer el mínimo esfuerzo, Lali se lo quedó mirando mientras intentaba recuperar el aliento.
-No puedes pretender que yo...
-Lo único que pretendo de ti es un poco de sentido común. Mientras el servicio pensaba que eras mi amante, competían para ver quién era el más discreto, pero ahora que tú eres mi esposa reconocida, todo lo que hagas es motivo de comentario.
-¿De veras? -dijo Lali, palideciendo.
-¿Qué pretendías al casarte con un hombre en mi situación? -preguntó Peter, exasperado-. Y si se comienza a extender el rumor de que nuestro matrimonio ya está tan mal que ocupamos habitaciones separadas, no tendremos ninguna esperanza de convencer a nadie de que ha sido un flechazo, y mucho menos a mi padre.
-¿Un flechazo? -repitió Lali, titubeante.
-¿De qué otra forma crees que lo convencí de que aceptase nuestro matrimonio? ¿Con la verdad?
Blanca como un papel, Lali apartó la mirada culpable de la de él. Se dio cuenta de lo mucho que le había molestado a él tener que mentir.
-Fue el único argumento que pude utilizar -reconoció Peter, suspirando. Se le había pasado la rabia-.Me dio vergüenza su sincera alegría por mí.
A Lali también le dio vergüenza.
-No sé qué decir para arreglar esto -murmuró.
-Pero yo también cometí errores -dijo Peter-. No quería meterme en los oscuros secretos de Pablo y me molestó verme obligado a hacerlo. Es cierto que pensé en Ben como en un paquete que se puede tirar
dentro de un avión. Pero ahora eso ya es agua pasada.
-¿Agua pasada?
masssssssss
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