-¿Piensa quitarse la toalla? -preguntó Peter suavemente-. Le agradezco la invitación.
Lali enrojeció hasta la raíz del pelo al darse cuenta de que se hallaba a tan poca distancia de él envuelta en una toalla nada más. Con un gemido ahogado de pudor, se dirigió hacia el guardarropa. Al pasar junto a él, accidentalmente lo rozó y él la agarró, poniéndole una delgada mano en la nuca y abarcándole la cadera con la otra.
-¡Está usted equivocado! -jadeó Lali, perdiendo totalmente la compostura.
-Yo creo que no... Lamento parecer un imbécil, pero las mujeres me han estado persiguiendo desde que era un adolescente.
Y antes de que Lali pudiese asimilar esa afirmación, la sensual boca había sellado con fuego sus labios. Una ola de emociones la envolvió en llamas multicolores. Alargó los brazos ciegamente para no perder el equilibrio porque sentía que se caía, se caía tan rápido que se quemaría antes de poner los pies en la tierra nuevamente. Nada tenía importancia, solo que continuase aquella conexión con él. Se encontraba en una tierra maravillosa de descubrimientos sensuales, ahogándose ante la invasión de su boca por la exigente lengua, temblando violentamente, anhelando desesperada que ella apretase contra sí. Solo cuando él la soltó se dio cuenta de que llamaban a la puerta.
-Oh, caramba -dijo, parpadeando rápidamente para luego dirigirse hacia el guardarropa.
Entró y cerró con el cerrojo. Cuando su cerebro comenzó a funcionar nuevamente se preguntó cómo haría para volver a salir como si nada hubiese sucedido, porque era evidente que él creía que lo había recibido así deliberadamente, con el objeto de conquistarlo, como una cualquiera. Al darse cuenta de ello, se sintió turbada, pero además, había descubierto un mundo totalmente nuevo: durante años se había preguntado por qué la mayoría de las revistas femeninas hablaban tanto del sexo como si fuese una experiencia verdadera mente excitante cuando su limitada experiencia le había enseñado todo lo contrario. Y de repente, ese tipo al que odiaba con todo su corazón la agarraba y le mostraba que la excitación no era una patraña con la que habían engatusado al sexo femenino.
¿Cómo se había atrevido a hacer lo que había hecho? Los ojos se le llenaron de lágrimas ardientes, pero se recordó que él había ido a hablar de Ben con ella. Palideciendo, se forzó a salir y corrió el cerrojo para espiar por la puerta entreabierta. Parecía que no había nadie. ¿Se habría ido? Salió sigilosamente y corrió por el pasillo hasta su dormitorio a buscar ropa.
Se puso una amplia camiseta y una falda de punto que le llegaba hasta los tobillos. Mientras se vestía, analizó lo que había sucedido, llegando a la conclusión de que había perdido momentáneamente el sentido debido al simple hecho de que él era muy guapo. Pero bastaba que él abriese la boca para que esa atracción se desvaneciese, así que no corría el riesgo de volver a hacer el ridículo. ¿Conque las mujeres lo perseguían todo el tiempo?.
¡Pobrecito! ¿Cómo podría soportar semejante suplicio? ¡Tenía un ego del tamaño de una catedral y daría cualquier cosa con tal de quitarle esos aires de grandeza!
Volvió a la parte delantera de la casa con la esperanza de que él se hubiese ido, pero allí estaba, se había instalado tranquilamente en el salón, un sitio al que ella casi no entraba desde la muerte de Rocio. Estaba más en su ambiente entre el recargado mobiliario y los pesados cortinajes llenos de flecos y borlas. .
-Su pizza -dijo Peter, señalando la caja sobre la mesa de café y dirigiéndole una sonrisa lenta y sensual que hizo que el corazón le diera un vuelco.
-Mire, ¡usted no me gusta! -le dijo Lali directamente antes de pensárselo dos veces-. ¡Así que mejor será que se olvide de esa expresión de satisfecho porque lo que sucedió en el vestíbulo solo fue una de esas estupideces que suceden a veces y no hay peligro de que me arroje a sus brazos! A no ser que me hagan un transplante de cerebro.
No recibió ninguna respuesta. En el silencio que se extendió durante lo que pareció una eternidad, Peter la observó con una fría mirada.
Lali sintió que el rostro le ardía. Se sintió como una idiota. Tendría que haber hecho como si nada hu-biera sucedido, en vez se reaccionar como una adolescente desesperada por justificarse.
-Hablemos de mi sobrino -murmuró él finalmente con su voz profunda-. Coma tranquila su pizza. Lali se dejó caer en uno de los mullidos sofás. El estómago le hizo ruido y se enderezó cohibida, mirando la caja. Tenía mucha hambre, pero seguro que, si le daba un bocado a la pizza, él la miraría con desdén y pensaría que por eso ella tenía aquella figura.
mas novela
ReplyDeleteotrooooooooooooo
ReplyDeletehttp://sonrioporlaliter.blogspot.com.ar/?m=0 nuevo blog con adaptaciones! Pasen :)
ReplyDeleteese peter si es un atrevido asi la agarro para chaparla jajajajaaj mas
ReplyDelete