Tuesday, April 28, 2015

capitulo 13

Al estar tan cerca de él, a Lali le pareció que su altura era amenazante, pero, a pesar de eso y de la horrible pregunta que le acababa de hacer, se sentía irremediablemente atraída por él.
No había olvidado lo increíblemente guapo y lo sorprendentemente sexy que era aquel hombre, pero eso no impidió que se quedara mirándolo con la boca abierta.
Peter no sonrió y aquello no la sorprendió. No solía sonreír a menudo y, además, en aquellos momentos no debía de tener ningún motivo para sonreír. Aunque jamás lo hubiera reconocido, Lali estaba segura de que debía de estar muy asustado.
-Detesto el sarcasmo -le dijo.
-Y yo detesto las preguntas estúpidas -contestó Peter.
Aquella mujer era mucho más bajita que él y no debía de tener más de veintitrés o veinticuatro años. Tenía unos ojos cafe del color del chocolate durante la tormenta y el pelo rubio con las puntas teñidas de rosa.
¿De rosa? Peter decidió que debía de ser el efecto de la luz.
Tenía pecas por la nariz y unos labios carnosos de color cereza que hubieran tentado a un santo, Peter sintió que se le endurecía la entrepierna y se sorprendió sobremanera pues siempre había controlado las reacciones de su cuerpo, incluso siendo un adolescente.
Se fijó en el impresionante cuerpo en forma de reloj de arena de su esposa y la erección se hizo todavía más acuciante. Tenía pechos voluminosos y bien formados, cintura de avispa y caderas de lo más femeninas.
Cuarta sorpresa. Su mujer no iba bien vestida, pero tenía un potencial sexual que era pura dinamita. Peter creyó comprender por qué se había casado con ella.
-Deberías estar en la cama -dijo Lali encontrándose con aquellos ojos color verde que jamás había olvidado.
-¿Sueles decirme siempre lo que tengo que hacer?
-¿Tú qué crees? -contestó Lali mirándolo a los ojos.
Lali sintió que la boca se le secaba y que las piernas le flaqueaban. Sintió que el aire no le llegaba a los pulmones y que el sujetador le estaba pequeño. Los pechos se le habían hinchado y sentía los pezones erectos y una cascada entre las piernas.
Lali sabía lo que le estaba ocurriendo, pero no podía hacer nada por controlarlo. Estaba ante el hombre que había estado a punto de hacer que le ofreciera su virginidad por una noche de sexo sin ataduras.

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