Wednesday, April 29, 2015

capitulo 81

Estar en compañía de Peter era maravilloso e incluso cuando tenía que trabajar un par de horas ella se quedaba leyendo a su lado.
Aquella semana había sido increíblemente feliz para Lali, pero también había sido muy difícil asumir que estaba embarazada de él.
Físicamente, se sentía muy bien, pero tenía que tener cuidado con lo que comía y tenía que descansar mucho. Las náuseas se habían evaporado y sólo se había vuelto a marear en una ocasión por levantarse demasiado aprisa.
Peter había empezado a darse cuenta de que su cuerpo estaba cambiando. Ocultarle el embarazo no iba ser posible durante mucho más tiempo. La perspectiva de confesarle que iban a tener un hijo se le hacía insoportable.
Aquella vez, Lali tenía muy claro que no debía hacerse ilusiones, que tenía que enfrentarse a la relación que tenía con Peter tal y como era.
Por eso, todas las mañanas, cuando Peter le daba los buenos días acompañados de unos cuantos besos, Lali se recordaba una serie de cosas:
Peter no estaba enamorado de ella. La deseaba y por eso se preocupaba por ella. El hecho de que conversaran durante horas, que fuera tierno y divertido con ella era irrelevante. Al fin y al cabo, era un hombre sofisticado y era imposible imaginárselo haciendo que una mujer se aburriera.
No era su mujer de verdad. Se había casado a cambio de dinero. Era la mujer que Peter había comprado, no la mujer que había elegido.
Además, ella jamás cumpliría con el tipo de mujer perfecta que le gustaba a Peter. Lo cierto era que, sin darse cuenta, Peter había ido dándole a entender qué tipo de mujer le gustaba.
Le gustaban las mujeres de pelo castaño y piernas largas, exactamente igual que su última pareja. También le gustaban las mujeres de buena familia y le parecía que los estudios universitarios eran importantísimos.
Lali no cumplía ni una sola de esas condiciones, así que era imposible que la hubiera elegido jamás como esposa.
Teniendo todo eso en cuenta, cuando Peter se enterara de que iba a tener un hijo suyo aquello iba a ser un desastre. Por eso, no se lo quería decir. Por eso había aprovechado aquellos siete días como si fueran los últimos de su vida.
Sin embargo, había llegado el momento de contarle la verdad.

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