Lali se sentía terriblemente culpable. Peter todavía no se había recuperado del accidente y ella se había enfadado con él. ¿Cómo había podido hacerlo?
Normalmente, nunca se enfadaba. ¿Qué le había sucedido? Se había quedado mirándola como si no se pudiera creer que estuviera gritándole. No debía de estar acostumbrado a que nadie le gritara. Lali tomó aire y lo miró.
Seguía siendo tan guapo, elegante y masculino como hacía cuatro años. Lali recordó el preciso instante en el que lo había visto por primera vez. Fue cuando había entrado hablando por el móvil en la peluquería donde ella trabajaba.
Al ver cómo iba vestido y cómo se comportaba, Lali comprendió enseguida que, como ya les había pasado a otras personas, se había confundido de peluquería porque había una mucho más exclusiva en la misma calle.
En el mismo instante en el que Peter se disponía a irse, algo había hecho que Lali fuera hacia él. ¿Algo? El hecho de que fuera tan impresionantemente guapo que hubiera sido capaz de quedarse una semana sin comer para tener una foto suya.
No podía permitir que saliera de su vida así como así.
-Siga hablando por teléfono mientras le corto el pelo -le había dicho poniéndose delante de la puerta para que no se fuera.
Tal y como había esperado, por no reconocer que había cometido un error, Peter se dejó llevar.
La miró perplejo, pero siguió hablando por teléfono mientras se sentaba y Lali comenzaba a cortarle el pelo.
Cuando terminó, le entregó un cheque y salió del establecimiento. Al mirar el cheque, Lali no podía dar crédito a lo que estaba viendo. Salió corriendo tras él, pero Peter le dijo que era la propina.
-Es demasiado... -murmuró Lali mientras Peter se encogía de hombros y se introducía en una limusina con chofer.
Lali volvió al presente y vio que Peter había recobrado el color y estaba de nuevo en pie.
-¿No estarías mejor sentado? -le dijo mientras él colgaba el teléfono.
-Nos vamos a casa —contestó Peter ignorando su pregunta.
-¿Doctor? -insistió Lali.
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