Wednesday, April 29, 2015

capitulo 8

—Yo no estoy acostumbrada al alcohol, no puedo...
—Tome un trago, no sea tonta —sonrió él, sacando la petaca.
Lali tomó un traguito y se puso a toser.
—Veo que lo decía en serio.
Ella respiró profundamente, moviendo los pies.
—Sí, pero es que tengo un frío...
Peter abrió los brazos.
—Venga, acérquese. Piense en mí como si fuera una manta.
—No, yo no puedo...
—No pasa nada, señorita. Tardará un rato en entrar en calor.
Lali levantó unos ojos tan cafe como el  en un día de verano.
—Sí, supongo...
—¿Lleva lentillas de color? —la interrumpió Peter, frunciendo el ceño ante la estupidez de la pregunta.
—¿Lentillas de color? Pero si ni siquiera puedo comprar maquillaje —los nervios de Lali la traicionaron cuando dio un pasito torpe hacia él. De repente, su corazón había empezado a dar saltos y apenas se atrevía a respirar.
—Tiene una piel perfecta, no lo necesita —dijo Peter con voz ronca, aplastándola contra su pecho. Tan cerca, no podía dejar de notar la sua-vidad de sus curvas. A pesar de los esfuerzos que hacía por controlar su reacción masculina, su libido estaba a cien por hora.
Lali no podía pensar aplastada contra aquel torso masculino. Cuando levantó la cara, sus ojos se encontraron y sintió que le pesaban las piernas, que tenía una extraña tensión en la pelvis. El hombre inclinó la cabeza y ella imaginó lo que iba a pasar antes de que pasara... pero aún sin creer que fuera a hacerlo.
Peter capturó su boca con urgencia. El beso la devastó, largo, interminable, su lengua explorando el interior de su boca. Estaba sin de-fensa contra esa salvaje sensación, porque su cuerpo despertó, de repente, a la vida. La tensión que sentía en el bajo vientre se convirtió en una espiral de calor que la recorrió entera con efectos explosivos. Sólo el deseo de respirar venció a ese perverso calor cuando tuvo que apartarse para llevar oxígeno a sus pulmones.
Peter la miraba con los ojos oscurecidos.
—Teos mu... No tenía intención... No debería haberla tocado, lo siento.
—¿Está casado? —preguntó Lali.
—No.
—¿Prometido? —Lali ya no tenía frío. Todo su cuerpo era como un horno.
—No —contestó él, arrugando el ceño.
—Entonces, no tiene que disculparse —declaró Lali, sin aliento, intentando evitar su mirada. Lo que le había hecho sentir era una revelación para ella y la había dejado increíblemente vulnerable y confusa.
Su primer beso de verdad y él se disculpaba. Sería horrible confesar que la había excitado, que si quería volver a hacerlo, tenía vía libre.
Lali se puso colorada hasta la raíz del pelo... ¿de dónde había salido
ese pensamiento tan desvergonzado?
—Lo siento, la he molestado —dijo Peter.
Ella lo miró, con los ojos brillantes como chocolate.
—No, no me ha molestado.

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