Wednesday, April 29, 2015

capitulo 2

Peter Lanzani apretó el volante con fuerza cuando su Ferrari
Maranello amenazó con patinar sobre la helada carretera.
El paisaje rural de campos y árboles estaba cubierto por una gran capa de purísima nieve. No había otros coches. En un día en que la policía había aconsejado a la gente quedarse en casa y evitar las peligrosas condiciones de la carretera, Peter disfrutaba del reto de probar su habilidad al volante. Aunque poseía una legendaria colección de coches casi nunca tenía la oportunidad de conducirlos él mismo. Podría no saber muy bien dónde estaba, pero eso le preocupaba poco. Seguía confiando en que, en cualquier momento, encontraría una entrada a la autopista que le per-mitiría regresar a Londres y, por tanto, a la civilización.
Peter no se arredraba ante dificultad alguna... sencillamente porque las dificultades no existían para él. Llevaba una existencia tranquila y bien organizada. Cualquier problema, cualquier incomodidad se evitaba con una buena inyección de dinero. Y el dinero no era obstáculo para un hombre como él.
La fortuna de los Lanzani, forjada originalmente en la construcción de barcos, había empezado a mermar cuando Peter era un adolescente. Aun así, su conservadora familia se quedó estupefacta cuando decidió no seguir los pasos de su padre y su abuelo, convirtiéndose en cambio en financiero. Unos años después, sin embargo, los murmullos de desaprobación se habían convertido en aplausos cuando Peter tuvo un éxito meteórico.
Ahora, a menudo aconsejaba a gobiernos sobre sus inversiones.Peter era, a la edad de treinta y cuatro años, no sólo adorado como un ídolo por su familia, sino un magnate de las finanzas y un adicto al trabajo.
En cuestiones más personales, ninguna mujer le había interesado durante más de tres meses. Su poderosa libido y sus emociones estaban fé-rreamente controladas por una mente ágil y bien disciplinada. Su padre, sin embargo, había estado a punto de casarse por cuarta vez antes de morir...
La manía de su padre de enamorarse de mujeres cada vez menos adecuadas siempre le resultó exasperante. Él no era así; de hecho, la prensa lo había acusado de ser de hielo por su trato con las mujeres. Orgulloso de su cuadriculado cerebro, Peter había hecho una relación de las diez cualidades que debería reunir una mujer para entrar en la lista de posibles candidatas. Ninguna lo había conseguido, ni siquiera se habían acercado.
Lali metió las manos en las mangas de su gabardina gris y movió los pies para que no se le quedasen congelados.
Se había perdido y por allí no había nadie para darle indicaciones de cómo llegar a la carretera general. Pero el pesimismo era algo ajeno a la
naturaleza de Lali. Largos años viviendo una vida muy austera le habían enseñado que una visión negativa de las cosas desanimaba a cualquiera y no reportaba beneficio alguno. Ella era de las que siempre miraba el lado bueno de las cosas. De modo que, aunque se había perdido en medio de una carretera helada y desierta, estaba convencida de que algún conductor amable aparecería en cualquier momento. Daba igual que lo que le había pasado aquel día hubiera hecho gritar de frustración a la persona más tranquila del mundo.

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